Cero uno, el agua, dice un juego de azar,
en el que mi abuela, con buena fortuna, acertaba,
trayendo su monederito repleto entre sus tetas, amorosamente repartiendo.
Dones necesarios y placenteros como el agua, saliéndose de lo azaroso
e instaurando lo repetido, fallando, necesariamente haciendo agua.