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Nada es tan difícil como no engañarse
Ludwig Wittgenstein

Blablablá

Oro por baratijas: 36 y 37
por Alejandro Feijoó

La mujer del vagón lee el libro sobre personajes griegos. De soslayo repara en el hombre que está sentado junto a ella. El hombre había reparado ya en la mujer del libro; más bien, con disimulado encorvamiento del espinazo, había reparado en la portada, en su título; la portada del libro tiene colores y el hombre no tolera los colores en las tapas de un libro, al que enseguida clasificó, piadoso como iba viajando, del orden de la divulgación general. El hombre ama clasificar.

La mujer continúa reparando; insiste, sus ojos basculan de la página treinta y seis al hombro del hombre. Si ambos fueran más jóvenes podría hablarse de coqueteo. La mirada de quien por momentos deja de ser lectora contiene también sospecha; el hombre resulta inclasificable, y no siempre esa cualidad se hace belleza o atracción.
    
La mujer que parece sumergida en las peripecias de Anaxágoras y Anaxímenes rompe el vaivén página treinta y seis-hombro del hombre. De pronto tuerce la muñeca y mira el reloj. Entre estación y estación son las nueve y veinticinco. El tiempo la distrae. “Para eso está”, solía decir su padre que ya no está. Piensa que hoy se le ha hecho un poco tarde en el escritorio donde trabaja cuarenta horas por semana. Según condiciones contractuales, la mujer del libro heleno debería llevar una hora y veinticinco minutos ejerciendo funciones de padre de familia; hasta que, nunca antes de las diez, el padre de la familia llegue al hogar de ambos desde el escritorio donde trabaja cuarenta y ocho horas por semana, y la releve. (Los escritorios donde trabajan los componentes del matrimonio son escritorios distintos). Antes de que los cónyuges lleguen sucesivamente al hogar que también es del hijo que apenas ha vivido dos años, la madre de la mujer encallada en la página treinta y seis hace las veces de padre de familia, aunque cada vez del centenar de veces que se agacha por día tiende a reafirmarse como la abuela que tanto deseó ser hasta que se arrepintió.
    
La mujer se olvida por un momento del hombre con quien comparte hombro. Las letras están frente a sus ojos, no así su significado, por qué tanto empeño en que Todo Retorne a su Origen. A la mujer le interesan las matemáticas, no solo es materia laboral, y se enreda en cálculos mentales. Al llegar a su casa, restarán cuarenta y cinco minutos para que haga lo propio el padre de familia, aunque cabe decir que este no suele tomar el testigo de la responsabilidad; las más de las veces el padre de familia se abstiene de atender a los suyos: el niño somnoliento pero con reservas de ansiedad; la que hace las veces de su esposa con las manos de ajo, de pañal; la suegra que no siempre se muestra rauda en volver a su hogar de viuda.
    
Noventa minutos después de los primeros cuarenta y cinco, el matrimonio se encontrará, sentado uno junto al otro, como ahora lo están ella y el hombre, aunque esta vez frente al ingenio de la imagen. Disfrutando la paz del hogar, que se dice, ya que el niño da en entregarse al sueño antes que ellos. Aprovechan los intervalos de la ficción para comentar incidencias de sus respectivos escritorios; no ha mucho que la mujer ha notado que las incidencias que ella comenta son o parecen de poca gravedad, mientras que las de su marido son de la índole de la espesura, y como tales, ocupan más tiempo de escucha. Treinta minutos después, indiferente a que la ficción de hoy se parezca a la de ayer, la mujer abandonará lo que algunos expertos llaman la interacción entre el ingenio y ella. El marido resistirá; no tardará en ir de una emisora a otra; su interacción con el ingenio es más dinámica, aunque en el fondo bendiga la ausencia de su esposa para estirar los pies y permanecer más quieto aún. Algo después, transcurridos cremas y espejo, los párpados de la mujer ondearán a media altura: no habrá gana de acercarse al libro de los personajes griegos que la ha seguido en el camino hasta la mesa de luz. Entonces serán, rato arriba, rato abajo, las cero treinta. Esta noche tampoco lo esperará despierta. Seis horas más tarde, la mujer debería estar saliendo de la ducha. Serán entonces casi las siete, las siete en punto, instante en que el locutor de la radio aconseje evitar el tupido nudo norte, el drama del vehículo privado.
    
Restan, pues, no más de nueve horas y veinte minutos para que la mujer se encuentre en el mismo asiento del mismo vagón de la dirección contraria, junto a otro hombre quizá igual de inclasificable que este que ya no está, aunque ella siga sintiendo el calor de su hombro.
    
Será entonces cuando intente el abordaje de la página treinta y siete.

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Las blabletas del mes
por El Conejo Editor

 

Si querés triunfar con las mujeres...

Mi vieja me dijo que era hermoso cuando nací. Que me embellecí cuando crecí. Y que ya de adulto se compró anteojos negros bien oscuros porque le hacía daño mirar tanta belleza. Sin embargo, no encontraba la razón de mi militante, continuo y consuetudinario fracaso con las mujeres. Justo yo, un crítico feroz de los pseudo-estudios pseudo-científicos me vengo a enterar, por uno de ellos, del origen de mi mal. Resulta ser que los oblongos de guardapolvo blanco de la Universidad de Utah, en la república madre de los United States, certificaron, luego de varios cientos de miles de dólares y algunos años a pura estadística, que a las mujeres les gustan los tipos altos. Pero, hojaldre con la pintusa, no tiene nada que ver con esa chiquilinada que otros científicos expusieron como argumento acerca del gusto de las mujeres por tipos de más de 1,80 mts de alto. Nada que ver con la salud ni con la ecuación altura = dominación social. Es, lisa y llanamente, porque pegan más fuerte y se sienten más protegidas. Sí, en plena ebullición de la violencia de género, los degenerados científicos meten el dedo en la llaga. No sé si tendrán razón o no, pero creo que mi escasa estatura es la culpable de mi soledad y ¡la reUtah madre!

 

Fa morto ma non tropo

Si todo concluye al fin y nada puede escapar, los latosos amigos robóticos no son la excepción. Después de un año de tratar, infructuosamente, de comunicarse con el robot Spirit en Marte, los muchachos cósmicos de la NASA le extendieron el certificado de defunción. "Al principio pensamos que se había quedado sordo por la edad, luego barajamos la posibilidad de que lo hubieran capturado los marcianos, pero finalmente descartamos esa posibilidad. Lamentablemente tenemos que asumir que Spirit se ha ido para nunca más volver" dijo, con voz acongojada, uno de los voceros de la oficina espacial. Sin embargo, el reputadísimo Stephen Hawking dijo en una entrevista con The Guardian que "No hay paraíso o vida después de la muerte para las computadoras que dejan de funcionar, ese es un cuento de hadas de gente que le tiene miedo a la oscuridad". Una nueva telenovela metálica ha comenzado...

 

Correo de lectores

Hola con amor,
Mi nombre es Linder, y yo soy una chica hermosa muchacha con lleno de amor y cariño que estoy muy complacido con usted después de pasar por su perfil en letralia.com en mi búsqueda de la relación, voy a estar feliz de ver su correo
Su enamorado Linder God

Estimada/o Linder:
Me halaga tener un perfil literario en ese sitio en el cual confluyen escritores de los más diversos lugares del planeta, yo que soy un humilde cronista de este prestigioso medio. Sin embargo he de decirle que más allá de que soy petiso y solitario prefiero no emprender ninguna relación con una "chica hermosa muchacha" que se autodenomina "enamorado" de mí. Espero que su religioso apellido sea parte de una broma de mal gusto y que si me toca verle la cara a dios no me reproche este desplante.
Con todo respeto, Teto.
La/o saluda atte.
El Conejo Editor

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