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Si la Naturaleza no es armoniosa, ¿por qué la música tendría que serlo?
Theodor Adorno

Sonoridades

Hauschka vs. Cage
por Alejandro Feijóo


Los iniciados estarán al tanto: Hauschka es una marca de cosméticos. Se adivina un mal asunto esto de compartir denominación para un artista como el alemán (nacido Volker Bertelman), que hace del anonimato una suerte de refugio que le permite seguir flameando su seria irreverencia sin que ningún medio de comunicación se vea obligado a cambiar de anunciante. No obstante esta certidumbre, no parece que un pack de cremas exfoliantes vaya a torcer la ruta de Hauschka, empeñado en hacer de cada pieza un elogio del matiz, como cuerpo y a la vez abstracción de una trayectoria que no hace sino avanzar.

Su último trabajo presenta el sugerente título de Salon des Amateurs, nombre tomado de un bar de Dusseldorf donde reside el pianista cuando no está recorriendo el mundo con sus chiches y partituras. Salon Des Amateurs se acerca a sus anteriores placas en la cadencia sinuosa que presenta una música que parece haber sido hecha para jugar a llorar. Pero la madurez de su hambre de indagación le ha hecho construir un minucioso carrusel de texturas sonoras donde aparecen desde el John Cage más experimental hasta la versión menos obsesiva de Michael Nymann; desde el inexorable romanticismo de Eric Satie hasta la electrónica humanizada de Matthew Herbert, todo ello sazonado con colaboraciones fronterizas como las de John Convertino y Joe Burns (Calexico).

Tal mixtura no podía sino enriquecer la madeja creativa del alemán, que comienza a desenrollarse a partir del primer tema del disco, “Radar”, el cual, como una especie de composición primitiva, expulsa de su vientre las siguientes canciones. El oyente atento que se entregue a degustar esta delicia sonora sabrá distinguir los muchos instrumentos que se desperezan dentro del piano de Hauschka, producto de inserciones de tuercas, pilas o pelotas de ping pong que modifican, sutil y bárbaramente, la vibración estándar de las cuerdas; o lo que es lo mismo, un piano preparado al mejor estilo de las conocidas sonatas e interludios de Cage. De este modo sedoso y arrollador, Hauschka, el anónimo, nos recuerda que no hay cosmético posible cuando se trata de trazar la topografía de la incertidumbre.
Salon Des Amateurs | FatCat Records | 2011

 


El hombre del silencio lo tenía claro: “El único problema con los sonidos es la música”, supo decir en una ocasión. De modo que nadie se escandalizaría si estas palabras con vocación de homenaje analítico acabaran aquí. Porque, ¿qué queda entonces cuando a los sonidos se los despoja de lo que convencionalmente llamamos música? Pues si algo queda, esto se llama John Cage, ese señor de rostro aflautado que la historia registra casi tanto más como teórico que como músico. Ese señor que supo decirle al siglo XX que tras el ruido del progreso descansa el ruido del silencio. Al menos, una versión de él.

Si hay en la historia reciente un personaje musicalmente ávido, ese es John Cage. Sin embargo, su eje de inclinaciones no pasaba necesariamente por la música tal cual la entendemos hoy, ya saben, esa sucesión de repeticiones y variaciones que, embutidas en un soporte y mediante un dispositivo, nos permite viajar sin movernos del lugar. No. A Cage le interesaba “la música que escuchamos cuando estamos en silencio”, es decir, algo parecido al tiempo (es una opinión), con todo lo que ello implica cuando se trata de registrarlo en una placa.

Para alcanzar esta excelencia sonorotemporal Cage nos regala el piano preparado, un nuevo artilugio nacido del centenario instrumento, con el cual alcanzaría metas sonoras hasta entonces inalcanzadas. Corre la década de los años cuarenta y la grabación de Sonatas and Interludes for Prepared Piano es un regalo que, aún hoy, siguen abriendo músicos como el referenciado Hauschka. Pero la pasión fenomenológica de Cage, y una curiosidad a prueba de tristes posguerras, le llevaría a meterse en los cincuenta tramando técnicas azarísticas para elaborar sus composiciones, cuyo desarrollo y el orden de notas y silencios queda en manos de eso que en Occidente llamamos, sin ruborizarnos, suerte.

La carrera de Cage seguiría muchos años más y al azar se le sumarían el ruido, los sonidos atonales, la aleatoriedad y otros invitados de excepción. Ya nada sería igual en el mundo de los sonidos. Y menos que menos en el de la música.

Sonatas and Interludes for Prepared Piano | 1946–1948

 

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Kill Bin
por Van Gogh i Tyson

Los otros días andaba un poco acongojado por el asesinato de Bin Laden. Tengan en cuenta que una mitad de mi genealogía, la que viene de los Tyson de Brooklyn, sentía cierta simpatía por él desde que el primo Mike dejó de masticar orejas y de halagar con su doble Nelson a sus chicas y se convirtió al islamismo.

Para salir de ese estado y aprovechando las ofertas del mercado del usado, buscó regalarme uno de los electrodomésticos que ofrecía Amazon y ¡vaya epifania! me encuentro con el I-pod del entrenado Navy Seal que remató a Bin Laden. Decido comprarlo.

Según lo definió en recientes declaraciones el alto mando de Control, Maxwell Smart, en ocasión de la condecoración al soldado: “El viejo truco del marine que se olvidó de la flor en el ojal pero no del hachazo en el ojo”.

Lo que aún no alcanza a desencriptar la prestigiosa agencia de inteligencia es el misterio que ronda alrededor de la play list cargada en la memoria del reproductor

Resulta ser que lo que estaba escuchando el sicario comisionado por el último premio Nobel de la Paz para ajusticiar al viejo Bin, era un compilado de grandes éxitos de músicos convertidos al islamismo. Y así fue que desfilaron por sus orejitas Jermaine Jackson (y según un rumor que circula, probablemente  también su hermano Michael); el cantautor Cat Stevens; el vocalista de Bauhaus, Peter Murphy; los pianistas Abdullah Ibraim y Ahmad Jamal; el líder de los Jazz Messenjers, el baterista  Art Blakey; el flautista y saxofonista Yussef Lattife; el cantante de reggae Jimmy Cliff; una larga zaga de raperos integrada por Bizzi Bonne, Régis Fayette-Mikano, Ice Cube,Common, Everlast, Mc Ren, Phillippe Fragione, Snoop Dogg y Ghostface Killah.

De ese compilado rescatamos una formación que ya pasó por esta columnita (ver 07: El Revólver), los Jazz Messengers del año 1959 con Lee Morgan (trompeta), Wayne Shorter (saxo tenor), Walter Davis Jr. (piano), Jymie Merritt (contrabajo) y, obviamente en bateria, Art Blakey, tocando en París “A Night in Tunisia” de Dizzy Gillespie.

Buenas noches.

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Donovan: la neurona psicodélica del folk
por Javier Martínez


El año 1966 debuta con una sonda espacial rusa posándose suavemente sobre la superficie lunar, hecho que pocos meses después tendría su réplica norteamericana en la famosa carrera espacial. Un mundo que sería testigo de la muerte de Buster Keaton y del mítico congelamiento del multimillonario Walt Disney a la espera que la Humanidad encuentre la cura para su mal; de la aparición de Jackie Kennedy en minifalda; del florecimiento del movimiento hippie sobre la faz del cuestionamiento a la invasión norteamericana a Vietnam. El primer álbum en vivo de los Rolling Stones; Pet Sounds, de los Beach Boys; Blonde on blonde, de Bob Dylan; Últimas composiciones, de Violeta Parra; y el monumental Revolver, de los Beatles, son algunos de los discos que salieron a dar cuenta de ese mundo occidental. Y junto a ellos, Sunshine Superman, de Donovan.

Considerado álbum esencial de su época, Sunshine Superman es un paneo por las diversas perspectivas que su propuesta musical le acercan al oído de los oyentes, sostenido en dos pilares fundamentales: el folk (con su supuestaliviandad campestre) y la experimentación psicodélica (entendiendo como tal el cúmulo de licencias que algunos, como el escocés, se animaban a tomar amparados en la lisergia sintética). De allí provienen las congas, las melodías medievales, sonidos campestres, melodías pegadizas, ruiditos, capas de voces... y la guitarra de un invitado que, años más tarde, sería un lujo para cualquiera: Jimmy Page, quien lleva las seis cuerdas en el track inicial que le da título al álbum. A eso hay que sumarle la épica y romántica Legend Of A Girl Child Linda, dedicado a una ex-novia de su amigo Brian Jones, a la que el escocés convirtió en su esposa en 1970; superpuesta con las excursiones al medioevo de Guinevere; el Bert's Blues, compuesto para su amigo Bert Jansch (un gran guitarrista que insiste en aparecer desde nuestro número anterior); el picante prepunkie de Season of the Witch; el sitar de Three King Fishers, instrumento que Donovan conoce en un viaje a la India con The Beatles; sonido que retorna en The Fat Angel, uno de los platos fuertes del disco

En 1967, la música grabada le abría las puertas a discos de la talla de Are You Experienced?, de la banda de Jimi Hendrix; al debut fonográfico de The Doors con su long play homónimo; al brillo experimental de The Velvet Underground & Nico, también debut y homónimo de su banda, con la famosa banana de Warhol que marcó un antes y un después en la relación de la plástica con los discos. Y si eso no bastaba, The Rolling Stones pelaban Their Satanic Majesties Request y The Beatles extenderían una magnífica serie productiva con Sgt. Pepper's Lonely Hearts Club Band, disco que contiene la mejor canción que la dupla Lennon & McCartney le dieron al mundo. Y entre ellos, un nuevo gran golpe de Donovan: Mellow Yellow, álbum en el que profundizaría uno de los caminos del exitoso Superman Sunshine: el intercambio entre el folk y el jazz. Con una apuesta estética menos ecléctica, acompañado por el mismísimo McCartney en algún coro y por John Paul Jones en el piano, logra forjar un disco personal, una marca propia en el sonido de la época.

En 2011, el mundo no deja de dar sorpresas y mostrar asperezas y aún anda por allí el amigo Donovan haciendo de las suyas, guitarra en mano y con la proa puesta vaya a saberse dónde. Sea cual sea el devenir, ya se ha ganado un fragmento de historia por algunos logros de aquellos años: aportar dos discos icónicos de los comienzos del flower power –denominación cuya autoría en acto se le adjudica– y producir el encuentro de Jimmy Page y John Paul Jones, es decir, de los fundadores de Led Zeppelin...

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Labor Intus
por Lionel Klimkiewicz


La música occidental durante el Medioevo no sonaba solamente dentro de las iglesias cristianas. Por las calles transitaban los goliardos, los juglares, los trovadores y troveros. La canción de gesta y el amor cortés tomaban entonces un lugar preponderante en la vida diaria de los pueblos que, como en todas las épocas, necesitaban muchas veces de lo profano para expresar sus pasiones.

En estos tiempos, en que se califica de trovador o juglar a muchos cantantes que distan de serlo, no encontramos muchas oportunidades de conocer cómo era en realidad esa música.

Sin embargo, el domingo 8 de mayo se presentó en el Museo de Arte Hispanoamericano Isaac Fernández Blanco el conjunto vocal instrumental Labor Intus, que es un ensamble que se propone realizar una reconstrucción de la estética medieval a través de la música, el vestuario y la dramatización. Pertenecen a la cátedra de Evolución de los Estilos de la carrera de Artes de la UBA y tienen como objetivo la investigación y la difusión de la música medieval.

La presentación fue realmente interesante. Demostrando un gran trabajo previo, munidos de instrumentos de la época (flauta de pico, guitarra sarracena y latina, arpa gótica, etc.) y con la ambientación que el museo aporta se pudo disfrutar de sonidos a los que uno no está acostumbrado.El repertorio recorrió canciones de amor, canciones sobre las cruzadas, danzas, canciones piadosas, siempre proponiendo una historia que nos traslade en el tiempo para poder apreciar mejor esas melodías monódicas propias de la época. Labor Intus, un proyecto que vale la pena conocer.


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Nine Types of Light | TV On The Radio
Interscope | 2011

Tres años después del altamente recomendable Dear Sciencie, los buenos muchachos de TVotR dieron a luz a su disco más luminoso, valgan todas las redundancias, juegos e interpretaciones posibles con los nueve tipos de luz que pregona el título. Sin perder la aspereza que antecedió al nuevo disco pero con un corpus más cálido y armónico, poniendo estupendas composiciones sobre un extenso entretejido de sonidos, este disco es una buena prueba del eclecticismo al que apuestan. Y recorren el mapa de influencias que, según dicen, se ubican en un arco que va de Earth, Wind & Fire a Sergue Gainsbourg pasando por Nancy Sinatra. El álbum comienza con la totalmente danzable Second Song, que va creciendo y creciendo y vuelve a la llanura para elevarse una vez más; y le da paso a Keep Your Heart, canción de amor tibiecita que en sus primeros acordes define si el disco es o no para quien lo escucha. Quizás esta nueva placa de los TVotR no pase a la Historia, pero mientras tanto nuevos discos o el mero olvido pongan un manto sobre él, vale la pena darse una vueltecita por esos barrios sónicos.


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Everything That Happens Will Happen Today | Eno & Byrne
Todo Mundo | 2008

La dupla Eno-Byrne tiene, en su haber, muchas y muy ricas colaboraciones. Desde los tiempos de Talking Heads en más, han dado al mundo algunas de las mejores perlas pop. Everything That Happens Will Happen Today, es el segundo trabajo de esta dupla creativa que no producía registro grabado desde 1981 cuando, aún vivitos y coleando los Talking Heads, el bueno de Byrne comenzó sus incursiones por fuera de la banda que lo catapultara a los más altos grados de consideración entre los escuchas y la crítica.

Este muy buen disco data de 2008 y se escapa de cualquier forma de “lo esperado”, por fuera de “lo que debería ser” una nueva colaboración entre estos dos indiscutibles faros de la música contemporánea. Y, valga la paradoja, producen ese efecto, eufemismo por este disco, porque no podría esperarse otra cosa que una propuesta innovadora (al menos en su trabajo en conjunto), tal cual como debe ser.

Everything That Happens Will Happen Today está compuesto por 11 tracks que se disfrutan de comienzo a fin y que incluyen algunos puntos de contacto con el excelente My Life in the Bush of Ghosts de comienzo de los años ’80. Un disco que soporta estoicamente las reiteradas escuchas y que se enriquece con ellas, ya que sobre la superficie de las bases electrónicas y cósmicas de Eno se le suma un Byrne que surfea subido al folk con toques de gospel. Las participaciones de dos grandes como Phil Manzanera (guitarra de Roxy Music) y Robert Wyatt (cabeza parlante y baterista de Soft Machine) son un par de perlas extras en ese fino y precioso collar musical.


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Video sorpresa


Para festejar sus seis décadas sobre la faz de la Tierra, ese señor músico llamado Gilberto Gil tuvo la grandísima idea de hacernos un grandísimo regalo: Kaya N'Gan Daya, disco un tributo a Bob Marley. Pero, como era de esperar de un artista de la talla del brasilero, no se queda en regodearse con covers del viejo Bob sino que incluye temas del propio bahiano compuestos con la misma escencia con la que el jamaiquino compuso las suyas.

Como sea, marche una versión de Buffalo Soldier, que Marley compusiera en honor a los esclavos africanos que, contrariamente a los oprimidos hispanos de la actualidad, escaparon del destino trágico de ser mera carne de cañón de los avances del Imperio.

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