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Ahora estoy ensayando un experimento muy frecuente entre los autores modernos, es decir, escribir acerca de nada
Jonathan Swift

Blablablá

Oro por baratijas: La meta y el camino
por Alejandro Feijóo

Por muy inmortal que se crea, el hombre disfruta del verano, para qué negarlo. Sobre todo porque tras esta versión de la meteorología hay un perfil de la soledad; el tiempo se dilata y el silencio cobra anchura. Pero no todos comparten esta candidez. Entre los disidentes más robustos se encuentra una de las religiones monoteístas con mayor número de fieles. Esta institución ha decidido organizar una visita de su máximo representante a la ciudad donde vive el hombre. El episodio no pasaría de anécdota si no fuera por que el ejercicio privado de confesionalidad se convierte en una manifestación pública que ocupa las calles adyacentes al domicilio del hombre y buena parte de la barriada. Con un detalle añadido: a la impudicia de la misa al aire libre se sumarán millones de participantes que la organización da por asistentes antes de que comiencen a asistir.

El hombre sabe sobreponerse al estruendo que trae la congregación; también a los montones de basura que quedan en las calles. Le resulta inevitable que lleguen hasta sus oídos palabras como misa, fe, parroquia, pero la muchedumbre tampoco le escarba. Lo que el hombre no puede tolerar es la risa de los más jóvenes. No es la vitalidad, ni siquiera ese aire de jarana almidonada que expanden los supercheros. No. La herida nace de la alegría de esta gente, de lo contenta que está esta gente por las mismas cosas por las que él maldice, primero, y luego se entristece. El efecto se multiplica cuando la alegría de esta gente tañe las cuerdas de las guitarras y se hace canción.

Ante el horror vecino, el hombre decide que lo mejor es emprender una huída. Su esperanza secreta pasa por encontrarse con infieles como él con los que compartir la incerteza de no tener dios donde apoyar los miedos; mirarse con ellos a los ojos y saber que son más de uno. El primer contacto con la calle lo acerca al trauma: choques contra cuerpos sudados (los fieles también sudan), encontronazos con mástiles de banderas blancas y amarillas, algún codazo en su afán por romper ese primer círculo de confianza, más férreo que los siguientes en los que se dispersan vendedores de gorras y sombreros. El hombre, que apenas levanta la vista del suelo, detecta que la muchedumbre quiere engañar a un sol áspero, serio, aconfesional; a un sol que se sabe dios y que con solo mover un rayo tortura a quienes buscan reemplazarlo.

El hombre comienza a alejarse a paso firme. Un tirón en la rodilla le indica que la calle pica para abajo. En dirección contraria, miles de fieles armados con banderolas insisten en mirarlo a los ojos, en alegrarlo, en hacer de la sonrisa un espacio de fraternidad. Consolidado en su odio contra los que suben, el hombre sigue descendiendo por la calle principal, contaminada ahora por liturgias grabadas que caen de los balcones y se confunden con el siseo de las serpentinas que arrojan los más jóvenes. Aunque curtido en marginaciones, al hombre no le resulta sencillo abstraerse de tanta pasión por lo primitivo. Obligado a alzar la vista para no chocar contra los otros, cree encontrar de repente un aliado imprevisto. Un niño pequeño marcha a hombros de su padre, dulcemente dormido, cabeza contra cabeza. El hombre piensa que en ese sueño duerme la razón de lo real, de lo que permanece a pesar del trayecto de la creencia. Pero de súbito el niño alza la cabeza, abre los ojos y grita al hombre un versículo, un proverbio, un santo improperio, este niño ya anciano y casi ciego, soñando monstruos con los ojos abiertos contra el hombre.

El epicentro de la anunciación se encuentra ya lejos, pero a pesar de que la multitud ha amainado son muchos los que siguen dirigiéndose adonde el vicario ha comenzado a invocar; se nota en la urgencia de los rezagados que aceleran la ascensión entre murmullos de oraciones. El hombre no recordaba que la calle bajase tanto, ni que fuera una única acera la que conduce al sur. La cercanía de este se siente, el paisaje se degrada y cada vez es más el polvo que ensucia el aire. De las paredes se desprenden trozos de revoque; los árboles han desaparecido (el hombre no sabe decir si de repente o ya venían raleando) y el calor no da tregua, a pesar de que el ocaso está al caer. Los ascendentes ya no van en grupos, sino que son pocos y sueltos; si acaso una pareja. El que parece ser el último de la fila de fieles saluda al hombre… con una sonrisa.

Por primera vez desde que comenzó el descenso el hombre ve únicamente su propia sombra. Las últimas casas han quedado atrás y al hombre solo lo protege la intemperie ahora gris. Un poco más abajo, una pared marca el final de su camino pero no el inicio de otro. El hombre se jura que nunca ha estado aquí antes, y menos antes esta pared que se extiende más allá de donde se pierde la vista. Por un momento se vuelve y contempla el camino, una larga cuesta arriba por la que ya no se ve ninguna espalda. El hombre pasa la mano por la pared y encuentra un pequeño agujero. Se agacha, cierra un ojo y con el otro mira a través: una larga cuesta arriba por la que ya no se ve ninguna espalda. Se da la vuelta y emprende el regreso. Los primeros fieles no tardarán en regresar, cansados y felices.

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Las blabletas del mes
por El Conejo Editor

 

¡Malche pleso, Balack Obama!

Primero fue el alcoholismo. Luego la ludopatía. Ahora, los (ya no tan lejanos) chinos suman a su haber una inmensa masa de adolescentes tecnópatas pantalladictos tactilómanos que se la pasan dele que te dele con el smartphone, el tablet y otros anglicismos por el estilo. Como era de esperar, el estado chino salió prontamente a ponerle coto a sus más de 300 millones de nuevos adictos. La opción no está fuera de lo imaginable: los jóvenes de ojos rasgados son sometidos a la disciplina militar más estricta, sin ningún tipo de acceso al mundo digital durante un período de 3 meses. Hasta ahí la cosa no es más que un detalle de "color local" (ojo al piojo con el imperio que se viene...). Sin embargo, el máximo poder del país más populoso del mundo tomó nota de unas declaraiones del actual presidente de Estados Unidos, el moreno Obama, quién, a boca de jarro, lanzó "Para quitarme el Blackberry van a tener que arrancármelo de las manos". Un alto funcionario, al cual pude contactar mediante la web, valga la contradicción, me aseguró: "En el caso de Obama estamos dispuestos a internarlo mucho más tiempo, de ser necesario". ¿Tiembla el imperio americano?

 

Vos fumá...

Seguramente usted sabe que fumar daña la salud. Lo que quizás no sepa es que hay una revista que se llama Cáncer y que se ocupa, como es evidente, de la maldita enfermedad de los últimos siglos. Pues bien, en esa publicación especializada, los amigos científicos del Penn State College of Medecine, nos advierten que "...fumar después de despertarse aumenta el riesgo de tener cáncer de pulmón". Aunque los mismos científicos dicen que la teoría no está firme ni está muy claro si es así, recomiendan no hacerse los listos: "Hemos recibidos miles de llamados preguntándonos si fumar mientras se duerme es menos perjudicial. No sabemos si se trata de una banda de humoristas o si el daño que produce el cigarrillo hace que los fumadores compulsivos ya casi no tengan neuronas vivas".

 

A Marte

Cuando era pibe tenía un sueño: ser el primero en pisar la superficie marciana. A medias inlfuido por los relatos de Ray Bradbury y los delirios extraterrestres de Fabio Zerpa, miraba el cielo buscando al planeta rojo. Ahora, la corporación rusa Energuia empezó a vender los tickets para Luna 2014, a un precio privativo para un conejo editor pero que abre una esperanza a futuro. Pero toda alegría yin tiene una mala noticia yan: no sé si saben de mi nula afición por la cocina, pero si hay algo necesario para llegar al hogar de los marcianos es tener cualidades gastronómicas. Al menos eso es lo que destaca el Laboratorio de Sistemas Alimenticios de la Nasa. Cuando ya estaba por romper en llanto por la nueva frustración, entró mi madre blandiendo el diario de distribución gratuita en el aire: "¡Cone, Cone! Encontraron restos de agua salada en Marte... Con eso te podés hacer unos fideitos". Menos mal que madre hay una sola. Como Marte.

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