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Los 100 años del natalicio del artista plástico León Ferrari son una muy buena excusa para recodarlo y (re)abordar su obra. Ingeniero de formación y provocador por vocación, sus trabajos fueron abriéndose camino lentamente hasta que en 1963 parece encontrar una síntesis que delineará su devenir: los collages con imágenes religiosas que se convierten en un audaz manifiesto anticlerical. Dos años más tarde, le da forma a La civilización occidental y cristiana, quizá una de sus creaciones más conocidas, en la que, en un acto de sincretismo, coloca a Cristo crucificado sobre un avión de guerra estadounidense.

De allí en más exploró con las líneas, las letras garabateadas, los volúmenes, las obras sonoras; transformando la provocación en un acto político que le costó persecuciones, exilio y muestras saboteadas. Una de sus obras conceptuales menos llamativa en el abordaje primero es Nosotros no sabíamos, concebida en 1992, en la cual expone montones de recortes de diarios argentinos del año 1976, de los primeros meses de la siniestra dictadura de Videla y Cía, con las noticias de muertos encontrados en los más diversos parajes (playas, rutas, ciudades, hospitales psiquiátricos, basurales); en los más diversos estados (dinamitados, baleados, carbonizados); junto con otras noticias no menos siniestras que burlaron los cercos de la censura y llegaron a los interiores de los medios de comunicación; testimonio que da por tierra la frase que da título a la obra, expuesta como justificación por muchos genocidas en los juicios por delitos de lesa humanidad. Un extracto de lo más potente del hacer de León Ferrari que lo pinta de cuerpo y alma.