Italo Calvino
Escritos
Poemas: Vicente Luy
Llueve y alguien está diciendo “llueve”.
Si me equivoco contradíganme con amor, porque con amor digo.
Si erro pónganme maestros, que luego yo les enseño,
porque con amor hago.
O ustedes, ¿Por qué creen que llueve; porque hace falta?
¿creen que llueve porque sí? ¿por qué carajo creen que
llueve?
Llueve; y no sólo eso; la verdad es que hay un montón
de gente diciendo “llueve”.
De a uno empiezan a notarlo, y no lo pueden evitar;
simplemente dicen “llueve”.
Porque llueve.
Si me equivoco contradíganme con amor, porque
con amor digo.
Eso es una pollera; eso es una mujer. Una mujer con un cigarrillo
en la mano. Tiene las uñas pintadas y toma un té. Parece bonita.
No me interesa ninguna otra cosa en este mundo.
En la cocina de la casa de su madre Melissa Sue Anderson
aprendió a mirar, a ser inocente.
El pibe Ingalls fue más lejos. Hizo un cáncer y en distintos
programas de lucha contra el cáncer se fue despidiendo
de a poco.
Yo, en la grava antes de la escalera que da a los salones,
voy gestando una voz tibia y rota, aunque hiriente; la de
alguien –un desconocido- que te pueda entender, que te va
a escuchar.
La puerta está abierta, y paso. Hay muchísima gente.
Toman Felipe Rutini, las velas están encendidas, los manteles
son blancos. Me llama la atención un florero. 6’ después,
tropiezo y lo rompo. La mayoría me mira.
Yo sonrío y trato de explicar lo azaroso del hecho.
Igual me echan.
De acuerdo. De acuerdo. Me voy.
Pero por lo menos lo intenté.
Entre 2 tablitas de la persiana de la habitación de la casa que alquilo en Argañaraz y Murguia y San Carlos no cabe un marlo de choclo, pero sí una mirada asesina.
Por eso estoy paranoico.
Subo a besos por su sangre,
cuento los días.
Ella abre un paquete de Merengadas;
ella comemos.
El sur vuelve lleno de camarones
y aire de los Aguirre.
Y todos sudan:
la madre, el padre y el pingüino.
Ella suda.
Ella se vuelve clítoris,
y yo también