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Odio la realidad, pero es en el único sitio donde se puede comer un buen filete
Woody Allen

Sabores

Salgado Alimentos| Pastas y más

En la misma esquina, en el mismo local, convergen 2 negocios: la fábrica de pastas que funciona durante el día y el restaurante que también abre por las noches. Salgado Alimentos no reinventa el bodegón, lo jerarquiza con una propuesta gastronómica de alto nivel en un ambiente que, para prejuiciosos gastronómicos, no le va en saga a entradas como las exquisitas croquetas de carne de búfalo o la ensalada de pulpetas de mozzarella con tomates frescos y pesto de rúcula; ni con los contundentes y sabrosísimos platos de pasta con las más diversas salsas y los más diversos rellenos (ravioles de jamón crudo y tomates secos con crema de puerros; sorrentinos de cheddar, pollo y nueces con salsa de espinacas; ravioles de salmón al estilo asiático) que, en la primera lectura de la carta, ya dan ganas de volver. Y como buen lugar para comer que se precie de tal, la calidad de las comidas se traslada, sin escalas, a postres deliciosos entre los que recomendamos enérgicamente, la torta húmeda de chocolate. Cada semana, Salgado Alimentos ofrece una carta especial que incluye entrada, platos y postre que amplía la de por sí generosa gama de comidas que tan buen restaurante ofrece.

Salgado Alimentos | Juan Ramírez de Velazco 401 | Villa Crespo | CABA | Argentina
Tel: 4854-1336
Abierto de lunes a miércoles de 09:00 a 20:00 hs; jueves a sábados de 09:00 a 24:00 hs.

¡Santos jabalíes, Obelix!

"Estamos en el año 50 antes de Jesucristo. Toda la Galia está ocupada por los romanos. ¿Toda? ¡No! Una aldea poblada de irreductibles galos resiste todavía y siempre al invasor". Así comienzan todas y cada una de las Aventuras de Asterix que, por fortuna de la vida, han llegado a nuestras manos, trayéndonos las maravillosas ocurrencias de Goscinny y el dibujo inconfundible de Uderzo; ese gran dúo francés. Entre las tantas características de los habitantes de la invencible aldea (quizás una de las más graciosas es el temor de esos bravos y valientes guerreros a que el cielo caiga sobre sus cabezas) se encuentran rasgos muy marcados que pertencen a la cultura gastronómica. Los galos son pintados como hombres a los que les gusta comer en abundancia, ya sea para despedir como se debe a sus hijos pródigos, Asterix y Obelix; o los famosos banquetes celebratorios con los que culminan todas las entregas de las aventuras, para recibir -también como se debe- a los héroes que regresan a casa. Así, es habitual encontrarse en el desarrollo de la saga, algún momento en el que los galos embuchan uno de sus alimentos favoritos: el jabalí asado.

Pero, como no sólo de jabalí vive el hombre, haremos un breve racconto de otros momentos gastronómicos en las vidas de estos galos, simpáticos, valientes y antiromanos hasta la médula. Uno de los aspectos llamativos es el uso de peces como instrumentos para golpear a otros aldeanos. En varias de las aventuras podremos encontrar trifulcas monumentales que comienzan con un pescadazo en la cara o la cabeza de alguno de los aldeanos. En el capítulo La Gran Zanja, la pelea de tamañas dimensiones no se dirime porque hay un bando vencido; la gresca finaliza cuando las mujeres, acostumbradas a los exabruptos masculinos, llaman, desde el interior de las casas, al grito de "¡A la mesa! ¡A la mesa!". Esto da una dimensión de lugar que el buen comer, entendido como abundancia -incluso divina-, tiene en la vida de estos personajes.

Hay contraposiciones constantes entre las orgías y las comilonas romanas y los excesivos banquetes galos. Sin que medie palabra al respecto, Goscinny y Uderzo nos dan grandes escenas en las que, por yuxtaposición, nos muestran panoramas de usos y costumbres que, a simple vista, hablan de diferencias culturales y políticas insalvables entre invasores y resistentes, pero que también ubican un rasgo de enfrentamiento de clases entre los propios romanos (la jerarquía político-militar es de una enorme distancia entre escalafones) y con los galos en particular. Mientras que los jerarcas invasores arman tremendas parrandas a base de montones de comida, uvas y vino a mares, en por lo general lujosos triclinium con lujosas camas para echarse a comer, le sirven a la tropa trigo, tocino y queso, todo cocinado junto que, haciendo una mínima abstracción, no es sino la composición, en otro proceso culinario, del viejo y querido sandwich. Los galos, por su parte, se reúnen alrededor de una enorme mesa circular y apuestan a la fraternidad, a la cooperación. Los enormes jabalíes, a fin de cuentas, se imponen sobre el menú invasor, puesto que son la carne ritual que se come para festejar el triunfo sobre el enemigo. Resabios, proceso simbólico, sin duda, del primitivismo antropófago y la sustitución de la carne del enemigo, pilar de la cultura.

En La Odisea de Asterix hay un chiste muy bueno con los cerdos salvajes, que aporta un buen matiz sobre la carne. Ni bien comienza el capítulo, dos jabalíes salen corriendo espantados cuando ven a Asterix y Obelix caminar por el bosque, al grito de "¡Los Locos!". Los dos héroes galos comienzan a perseguirlos hasta que, en una encrucijada, se topan con los soldados romanos que patrullan los alrededores y que se espantan tanto como los jabalíes y usan la misma expresión para referirse a la despareja pareja.

Cuando nuestros amigos de la Galia viajan a Gran Bretaña, se produce una interpolación entre la estructura gramatical del inglés y el modo de acompañar a los jabalíes asados; sin lugar a dudas, el encuentro simbólico entre bretones y galos. Una de las primeras cosas que nota Obelix cuando desembarcan en las islas británicas es que sus habitantes hablan raro, que usan el adjetivo delante del sustantivo y que usan otros modos gramaticales que producen el mismo sentido, pero invirtiendo el uso de la palabra, lo que el forzudo gordo galo sintetizará en una pregunta: "¿Por qué hablan al revés?". A ese "hablar al revés" le corresponde un otro uso de las bebidas a la hora de comer: las opciones británicas son agua caliente, cerveza tibia o vino tinto helado, lo cual no se condice con el gusto francés a la hora de beber acompañando las comidas. Pero así como el gusto por el jabalí asado habla de un tronco cultural y racial en común, Uderzo y Goscinny nacieron en una Francia en la que el enfrentamiento con los británicos supone un enfrentamiento entre ambos pueblos, agudizado por algunas guerras de por medio. Y, ácidos y precisos en su humor, le adjudican a los visitantes galos uno de los símbolos culturales por excelencia de las islas: el five o'clock tea.

Ejemplos, referencias, pistas... Seguramente podemos extendernos sobre cómo estos dos maestros de la historieta han aportado humor, otras lecturas posibles a través del absurdo; finos hilos, probablemente no buscados, con los que se puede armar un tejido a partir del cual leer un poco más allá. Y quizás aprender a mirarnos y pensarnos; vernos, fragmentariamente, en esos habitantes de una irreductible aldea gala, cuya inexpugnabilidad reside en una fórmula secreta, que es parte de su acervo gastronómico y la cual se cuece en una marmita: la poción mágica de Panoramix.