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Los libros que el mundo llama inmorales son los que muestran su propia vergüenza
Oscar Wilde

Escritos


Lucrecia Martel | Entrevista
por Javier Martínez

En una extensa y amena charla con la realizadora salteña, recorrimos la ciudad de Salta de su infancia, sus primeros westerns, su viaje iniciático a la ciudad de Buenos Aires, sus inicios, sus largometrajes. ESTO NO ES UNA REVISTA tiene el agrado de hacerles llegar la voz hecha palabra escrita de una de las mayores revelaciones del cine argentino de nuestro tiempo.


Suite Francesa | Irène Némirovsky
por Andrea Barone

Excelente novela de Irène Némirovsky, nacida en Kiev (Rusia) en 1903, desde donde huye a París en 1917. Se matriculó en la Sorbona y obtuvo, con una mención especial, su licenciatura en Letras. Creció solitariamente, al cuidado de su aya y recibiendo enseñanza de destacados profesores, en una mansión con sumos lujos y poca calidez materna, mas bien soportando el rechazo de su madre. Gran parte de su riqueza la encontró leyendo y escribiendo narrativa desde sus catorce años, inspirada en, entre otros, Iván Turgueniev, y sus poemas en prosa, de otros momentos de su vida, inspirados en Oscar Wilde. A partir de que se radican en Francia en 1919 también retoman la vida de veraneos lujosos, cenas de gala y diversas fiestas, cuando era ya una joven que adoraba bailar, siendo en una de esas veladas que conoce a Michel Epstein, con quien se casa en 1926 y tiene dos hijas: Denise y Elisabeth.  En una época marcada por el antisemitismo y la violencia, y pese a su maniobra de convertirse al cristianismo junto con sus hijas, pasan a ser excluidos, convertirse en parias en el París del 1940/41, sin derecho ni a trabajar ni a publicar. En ese contexto y conservando su mirada lúcida, sin dudar respecto al trágico desenlace que tendrá su vida y la de su marido (pero, aunque sin huir, sin quedarse a merced de eso) continúa produciendo y emprende en 1941/42 el trabajo de inventar Suite Francesa.

Como era su costumbre, primero redactando varias notas dentro de las que se incluyen la situación en Francia. También elaborando detalladamente cada uno de los personajes y componiendo una trama al modo de la quinta sinfonía de Bethoven, con diversos silencios, ritmos y tonos. A la par de que arma precisas indicaciones para una bien elegida tutora de sus hijas, dejando un testamento a favor de ella, fijando un régimen de alimentación e incluso indicando que contraten a un jardinero para armar una huerta cuando logren establecerse, dada su inminente detención (el 13 de julio de 1942, y la de su marido, en octubre, siendo asesinada en Auschwitz en agosto de ese año). Con una pluma precisa e incisiva, con sus rasgos de humor ácido, irónico por momentos, con descripciones y construcciones detallistas y cuidadas de personajes, delineando precisamente los rasgos de cada uno, construye este relato que se inicia en un clima de conmoción e incertidumbre en el París de la inminente invasión alemana. Escenas grotescas, terribles, risibles y conmovedoras se suceden y se van tramando en los distintos caminos, en las rutas, campos y pueblos, en la maraña de gente de diversos lugares y condiciones sociales se va construyendo esta conmovedora e interesante novela, con una posición sin lamentos, lúcida, clara y no exenta de humor. Novela que acompañó a sus hijas en una maleta, sin ellas saberlo, de un refugio a otro, ocultas en un convento o en sótanos y no siendo acogidas por su abuela, hasta que logran poder dejar de huir. Luego de muchos años se las ven con ese precioso cuaderno en el que creían que habría simples notas o un diario íntimo, encontrándose con la última obra de su madre, eligiendo, ya grandes, descifrarla y transcribirla para que podamos encontrarnos con ella, que es mucho más que un testimonio con tintes ridículos, sorprendente y conmovedor.   

Salamandra | 2008

Disparos contra Maupassant
por Lionel Klimkiewicz

Guy de Maupassant tenía, al escribir, una estética muy definida. Según él mismo decía, “Cualquiera que sea la cosa que se quiere decir, sólo hay una palabra para expresarla, un verbo para animarla y un adjetivo para calificarla. Es preciso, pues, buscar, hasta descubrirlos, esta palabra, este verbo y este adjetivo antes que recurrir a supercherías, a payasadas del lenguaje que eviten las dificultades. Ver y ver exactamente, en esto consiste todo”.

Cualquier relato que tomemos, escrito por él, responde claramente a esta lógica. Tomemos como ejemplo unos párrafos de su cuento titulado “Un golpe de Estado”:

“Asi estuvieron frente a frente; Napoleón III, sobre la silla; el doctor de pie, a tres pasos de distancia.
Rebosaba de cólera; pero ¿qué hacer para galvanizar al pueblo y conquistar definitivamente una victoria en la opinión?
Su diestra, indecisa, tropezó sobre su vientre con la culata del revolver, sujeto al cinto rojo.
Nada se le ocurría: ni una idea, ni una palabra; empuñando el revolver, avanzó y disparó a boca de jarro la cabeza de yeso del monarca.
La bala hizo en la frente un agujero redondo, como una pequeña mancha, que no produjo ningún efecto. El señor Massarel, volviendo a disparar, produjo una herida semejante a la primera. Hizo un tercer disparo, y, seguidamente, soltó los tres que le quedaban. La frente de Napoleón III voló en partículas blancas; pero los ojos, las nariz y las retorcidas puntas del bigote quedaron intactas.”

Su estilo da la impresión siempre de ser preciso, logrando descripciones de personajes, situaciones o paisajes con una simpleza a veces impactante. Sin embargo, siempre es enriquecedor encontrarse con una opinión diferente, tal como la que trabaja, en su libro El grado cero de la escritura, Roland Barthes cuando dice que la escritura “realista” (así la llama) de Maupassant, es una escritura puramente artificial, hecha de la combinación de los signos formales de la literatura (pretérito indefinido, estilo indirecto, etc.) y de los signos formales del realismo (lenguaje popular, costumbrista, etc.) que buscaría una forma óptima para expresar una realidad inerte como un objeto. En definitiva, una escritura artesanal, situada en el interior del patrimonio burgués, que no perturba ningún orden. Dicho por el propio Barthes: “Entre un proletariado excluido de toda cultura y una intelligentsia que comenzó a cuestionar la literatura, la clientela media, es decir, la pequeña burguesía, encontrará en la escritura artístico-realista –de la que en buena parte se hacen las novelas comerciales– la imagen privilegiada de una literatura que tiene todos los signos deslumbrantes e inteligibles de su identidad. Aquí la función del escritor no es tanto la de crear una obra sino la de entregar una Literatura que se vea desde lejos”.

La idea es clara, se podría agregar además que si las cosas tienen una sola manera de ser expresadas, animadas y calificadas, implica que habría solo una manera de leer la realidad y que esta, además, no admitiría equívocos ni malentendidos. O dicho de otra manera, existiría una sola manera de decir acorde a la verdad de las cosas, y el que fuera capaz de encontrar esos términos pertinentes es aquel que porta el saber sobre esa verdad y el que está capacitado entonces para interpretar la realidad. Interpretación que será por supuesto mejor recibida en tanto se acomode mejor  a lo compartido por alguna mayoría, y que rechazará todo aquella que sea del orden de lo perturbador.

Lamentablemente, Maupassant no tuvo oportunidad de conocer ni responder la interesante crítica de Barthes. Pero en su favor se podría decir, o por lo menos preguntar, si es lo mismo interpretar o criticar la obra de un artista de la misma manera que sus opiniones, por más que estas vengan a respaldar una estética.

Para todo amante de la literatura, haya pasado o no por las páginas de este gran escritor francés, valga esta pequeña reseña como excusa para pensar nuevamente “qué es leer”.


Diez indiecitos: Sherman Alexie
por Viviana Abnur

De origen indígena norteamericano, nacido en 1966, Sherman Alexie  es un escritor que creció en la reserva Spokane / Coeur d'Alen, en Wellpinit, y que actualmente reside en la ciudad de Seattle.

Al nacer, con un diagnóstico de hidrocefalia cerebral, los médicos al igual que sus padres pensaron que moriría; pero se salvó.
Luego que salió del momento crítico, le pronosticaron que tendría no solo serios problemas de aprendizaje sino severos problemas de retardo mental. Sin embargo, y contra lo esperado, se convirtió en un escritor memorioso, dueño de una fantasía mordaz, sorprendente y por momentos provocadora.

Sherman describe al indígena contemporáneo de América. El que nace y crece dentro de las reservaciones y que suele ser incomprendido, actualmente, en el mundo urbano. Ha dicho: ‘Uds. tienen que tener cuidado conmigo, yo no soy un indio buenito… no he venido a contarles que practico la ceremonia de la lluvia (por que nunca la practiqué… es más ni siquiera la he visto… es más no me importa verla)… mas bien les digo que tengan cuidado conmigo yo soy un indio que creció en medio de mi pobreza viendo (en un aparato de TV medio roto, con  imagen en blanco y negro y antiquísimo) The Brady Bunch, the Flintstones (Los Picapiedra) Los Patrulleros del Oeste, Bonanza… Mucho cuidado conmigo gente blanca de los Estados Unidos yo los conozco bien, pero uds. no me conocen a mi...(1)

Poeta, narrador, guionista, publicó entre otros: Dangerous Astronomy, poesía 2005, Ten Little Indians, cuentos 2003, The Business of Fancydancing, guión 2003, One Stick Song, poesía 2000, The Toughest Indian in the World, cuentos 2000,  Smoke Signals, guión 1998, The Man Who Loves Salmon, poesía 1998, The Summer of Black Widows, poesía 1996, Indian Killer, novela 1996, Water Flowing Home, poesía 1996, Reservation Blues, novela 1995. Ha ganado los premios National Book Award, y en 2010, el  Pen / Faulkner, uno de los más importantes de Estados Unidos, por su colección de historias y poemas War Dances.

Música de tambores, amigos, que llega la poesía de Sherman Alexie.

 

Influencias

Esperamos en el auto
afuera del bar
mis hermanas y yo,
"apenas un par de tragos"
como lo oímos
tantas veces antes
como dijo Ramona
como todos los niños Indios
lo han oído
antes

de sus padres, desaparecidos entre el humo y las risas de cualquier taberna de Reservación, apareciendo cada media hora con Pepsi, papas fritas, y más promesas. Y, como todos los indios terminan aprendiendo, nunca confiamos en esas promesas. Recién creemos en algo cuando ya sucedió, aprendimos a confiar en la fuente de un río y nunca en su boca. Pero esto no viene a cuento de la tristeza. Esto es sobre las historias

que imaginé
en bolsas de dormir
entre puestas en marcha del auto
para encender la calefacción
porque mis padres me dejaban
las llaves.
Esto es sobre las historias
que conté a mis hermanas

para llenar esas horas largas, esperando afuera del bar, esperando a mi madre, mi padre golpeando la ventanilla, preguntando ¿Tienen frío? ¿Se están portando bien? Ya salimos, okay? A veces, nos negábamos a abrir las puertas cuando al fin llegaban, los dejábamos gesticular desaforadamente y nos moríamos de risa porque no había otra cosa que hacer. Pero esto no viene a cuento de la tristeza. Esto es sobre las historias que

yo inventé
como construí
los paisajes imaginarios que nos salvaron.
Una vez soñé con una mujer pelirroja,
que me dio pesos y señales
y contó a mis hermanas
que ella nos rescataría
de nuestro propio amor

por estos padres que siempre salen tambaleando del bar cinco minutos antes de cerrar, siempre diciéndonos "por lo menos nos fuimos antes de la última llamada". Pero los amamos igual, nos aferramos apretados a sus brazos y pescuezos alcohólicos camino a casa, les robamos el paquete de cervezas que compraron para el camino y lo tiramos fuera por la ventanilla, mientras contábamos los mojones y coyotes que aparecían al borde del camino. Pero esto no viene a cuento de la tristeza. Esto es sobre las historias, esas descripciones ásperas

que fulminaron las paredes
de la casa prefabricada de la Reserva
donde mis hermanas y yo permanecíamos despiertos
luego de que por fin llegábamos a casa
y escuchábamos
a nuestros padres dormir
respirando pesadamente
en sus sueños, roncando
como una llamada de tambores pero
en la oscuridad de la Reserva
eso significaba que todos estábamos vivos
y era suficiente

 

Alcohólicos Poemas de Amor

1.

El alcohol es un tambor
que me llama. El Alcohol

me llama. A veces
es tan difícil

no oír
ese tambor. A veces

es tan difícil
no bailar.


2.

Un día me contaste que la vez que mejor hicimos el amor fue una noche de invierno, en Febrero, después que me pasara el día entero tomando. Te hice el amor borracho, inconciente, y no puedo recordar nada de eso. Después que me contaras, quise saber si no te había llamado con el nombre de otra mujer, no porque yo hubiese amado a alguna otra. Lo quise saber porque mi imaginación siempre aumentó cuando estoy borracho y no me sorprendería descubrir que había usado el nombre de alguna estrella de cine. Ninguna, me dijiste, que cuchicheé tu nombre toda la noche, aún después de haber acabado, repetía tu nombre con esta boca, agria de cerveza y de la vieja mentira de no volver a tomar.

 

Dangerous astronomy
 
I wanted to walk outside and praise the stars,
But David, my baby son, coughed and coughed.
His comfort was more important than the stars
 
So I comforted and kissed him in his dark
Bedroom, but my comfort was not enough.
His mother was more important than the stars
 
So he cried for her breast and milk. It's hard
For fathers to compete with mothers' love.
In the dark, mothers illuminate like the stars!
 
Dull and jealous, I was the smallest part
Of the whole. I know this is stupid stuff
But I felt less important than the farthest star
 
As my wife fed my son in the hungry dark.
How can a father resent his son and his son's love?
Was my comfort more important than the stars?
 
A selfish father, I wanted to pull apart
My comfortable wife and son. Forgive me, Rough
God, because I walked outside and praised the stars,
And thought I was more important than the stars

 


(1) Yataco, Miryam. “Señales de Humo”. Sherman Alexie. Escritor indígena norteamericano. Revista Electrónica Construyendo Nuestra Interculturalidad, Año 5, Nº 5, Vol. 4: 1-8, 2009.

Puig: de lo pasional a lo político
por Agustina Szerman Buján

Ganar un premio de escultura en la ciudad de Buenos Aires, no en la provincia. Casarse e irse para la Capital. No ser mujer de pueblo chico. Ser mujer. Ser mujer mediante el crimen.

En la narrativa de Manuel Puig el ser mujer, el ser ciudad y el ser crimen confluyen en el mismo camino, hacia distintas direcciones y desde distintas perspectivas. Mabel y Nené, la competencia se teje entre las amigas, abunda la ignorancia, el famoso aparentar tener–ser. El desamor y la desilusión de La Raba con El Pancho. Gladys y Leo. Valentín y Molina. Personajes todos víctimas y victimarios de sus propios deseos mediados por sus condiciones materiales de existencia. El cuerpo como mandato y necesidad se equipara a la ciudad como objetos de deseo y circulación. Nené se aburre con su marido en la ciudad. Como sinónimo de matrimonio exitoso, la ciudad define el rol social de la mujer al mismo tiempo que elimina la dimensión sensual de la cotidianidad. Al mismo tiempo evoca una imagen melancolizada del pasado pueblerino, producto de la legitimación social.

En tanto material narrativo, la ciudad encarna la aspiración máxima del ascenso social, el escenario del crimen político, la resignación del deseo, la anonimia y pulsión y persecución real e imaginaria al mismo tiempo. ¿Cómo viven sus personajes la realidad? A través de distintos modelos prefigurados de los cuales la ciudad forma parte. Viven a través de modelos sentimentales alienantes.

En su producción la ciudad pasa de ser el anhelo de un pueblo interpelado por la cultura de masas a ser escenario de la represión política. Los crímenes en su narrativa tienen como denominador común el sexo, el desplazamiento, la doble moral social. Los personajes se desplazan por la ciudad motivados por el deseo hacia el otro. Las víctimas dejan de tener una identidad singularizada. A medida que avanza su narrativa las identidades sufren un distanciamiento cada vez mayor y se pierden en las uniones y crímenes.

El drama es pasional y político. El melodrama permite hablar tanto de la condición humana como de la conciencia política en Argentina. Los mitos colectivos rigen el imaginario social. Si en un principio la ciudad era sinónimo de ascenso social y libre circulación, deja de serlo tanto física como ideológicamente para ser el espacio en donde el Estado vuelca un discurso unidireccional. Todos los personajes están encerrados en los recortes discursivos. El crimen urbano, anónimo y generalizado, muestra la inutilidad y falta de sentido de la situación política. El enrarecimiento y sin razón dio forma a la ciudad durante la última dictadura militar argentina. En la narrativa de Manuel Puig la ciudad es espacio de violencia ideológica tanto como sexual y física. La ciudad como anhelo ideológico deviene en impotencia y predominancia de un discurso dentro de los márgenes culturales y políticos. Por su dimensión anónima la ciudad es el espacio idóneo para el crimen. Esto la hace portadora de distintas representaciones de la violencia.

Si a lo largo de su narrativa el crimen fue un motivo recurrente, en sus inicios predominó lo pasional. Con el correr de su escritura se dio una traslación: se cambió el pueblo por la ciudad y lo pasional por lo político. Su narrativa basada en el culebrón pueblerino maduró en la retratación de lo que fue el terrorismo de Estado. Y la ciudad, en tanto espacio narrativo, se dejó colmar por distintos grados de pasión y convicción a la vez que escepticismo y descreimiento. 

La Conquista de América: el problema del otro | Tzvetan Todorov
por Javier Martínez

El búlgaro Tzvetan Todorov se propone, desde el inicio, trabajar el concepto del otro tomando como objeto de estudio la conquista de América. A lo largo del libro, recorrerá los distintos momentos del proceso de la conquista y, tomando la palabra escrita por españoles y mexicanos, pondrá en tela de juicio las perspectivas más habituales para, si no explicar, al menos acercarse al por qué del triunfo de los conquistadores españoles cuando, en realidad, estaban en una situación de desventaja evidente. Es que el punto de vista de Todorov se ubica en un eje distinto al de las certezas militares, las obligaciones mitológicas y las especulaciones políticas: la conquista de América es un efecto del lenguaje, puesto que "el encuentro más asombroso de nuestra historia" es con los americanos. La palabra adquiere un valor que, escritos históricos mediante, los mismos conquistadores desconocían. El reconocimiento del otro como humano no es sino el reconocimiento de sus valores, aquellos a todas luces incompatibles con el saber occidental. Por eso, una de las decisiones que el búlgaro anticipa sobre su texto es el uso del término indios para referirse a los americanos, puesto que así era como los llamaban en las épocas de la conquista. Ese uso del término del usurpador, es un acierto ideológico y, por qué no, estético, ya que ubica en su real dimensión el discurso que desmenuza con precisión, agudeza y acidez. Todorov acierta otra vez: articula la conquista a cuatro verbos: Descubrir, Conquistar, Amar y Conocer. Cada uno de ellos le da título a los capítulos, a la vez que delimita distintos momentos (lógicos y cronológicos) una relación particular del conquistador con ese otro que es el indio.

En Descubrir toma el descubrimiento de América por Cristobal Colón y articula el registro histórico de las bitácoras con la concepción del mundo medieval que llegaba a su fin, donde las serpientes marinas no eran un mito sino una realidad. Y en ese saber simbólico ubica el cómo Colón (hasta como metáfora del mundo occidental) interpreta aquello que encuentra que, en definitiva, no es lo que iba a buscar en el origen de su viaje. Ese es el primer gran efecto: la sorpresa, lo inesperado y lo insable de ese otro del cuál no se tenía, hasta ese momento, conocimiento alguno en la que conocemos como la historia del mundo.

El capítulo Conquistar es, quizás, el más novedoso e interesante. Tomando como eje central lo sucedido a partir de la llegada de Hernán Cortés a México, propone leer el triunfo no como producto de un pueblo entregado al cumplimiento de las profecías de Malinche sino como resultado de una situación que Colón fue incapaz de resolver: poder entender el contexto y sacar de él el mayor de los provechos, apoyado en la sencilla razón de saberse débil, imposibilitado de ganar militarmente y astuto en el uso de la palabra. Hombre político por sobre especulador desalmado, más allá de la crueldad extrema de la conquista y el padecer en cuerpo de los americanos. Todorov nos propone este sesgo: el triunfo está en la diferencia de lectura que Moctezuma y Cortés hacen de los signos, es decir, de lo que simbólicamente se construye como acervo cultural.

Amar no comienza de una forma auspiciosa: el entendimiento que Cortés tiene del mundo azteca se traduce en los escalofriantes números de víctimas del genocidio perpetrado, directa o indirectamente, por los españoles en perjuicio de los americanos nativos. La transformación del modo de ver (y conceptualizar y considerar) a los indios tiene un movimiento que se resume en el cambio de posición que, a lo largo de los años, Fray Bartolomé de Las Casas registra en sus escritos desde y sobre su participación en la conquista. Palabra que termina por abrir la brecha de la duda, del cuestionamiento, de inquirir sobre aquello que es producto del propio hacer.

En el último capítulo, Conocer, se introducen las nuevas variantes en relación al otro. Toma como punto de partida la experiencia de Alvar Núñez Cabeza de Vaca y su transformación después de convivir casi una década con diversas tribus del norte de México; continúa con "desbolamiento de la personalidad ifinitamente más complejo" del dominico Diego Durán, nacido en España pero llegado al "nuevo mundo" a los pocos años de edad; a quien pone en perspectiva del franciscano Bernardino de Sahagún, cuya obra se construyó en base a aprender el nahuátl y enseñar el latín, un trabajo lingüistico que resume, en esencia, el cambio más significativo en relación a la conquista: el reconocimiento del otro como un par. Lo más picante es cuando el disvalor del sacrificio humano llevado a cabo por los aztecas, ritual aborrecido por la moral conquistadora y cristiana, se pone en duda cuando al ser comparado con los sacrificios humanos que se registran en la Biblia.

Como bien resume el autor al comienzo del libro: Uno puede descubrir a los otros en uno mismo, darse cuenta de que no somos una sustancia homogénea y radicalmente extraña a todo lo que no es uno mismo: yo es otro.

Siglo veintiuno | 2003

 

Llegó carta de Freud
por Lionel Klimkiewicz

Tanto durante su vida, como después de su muerte, Sigmund Freud recibió numerosas críticas sobre su obra, muchas de ellas sumamente destructivas. Pero nadie ha podido desconocer o negar dos cosas: que su descubrimiento cambió la historia de la humanidad y que era un gran escritor.

La noche del 18 de agosto de 1882, cuando contaba con 26 años de edad y todavía estaba lejos de develar el misterio de los sueños, nuestro querido amigo le escribe una maravillosa carta a Martha Bernays quien después se convertiría en su esposa.

Compartimos aquí un fragmento de esa carta y también la magistral prosa que su pluma dibujó permitiendo desplegar ya por aquel entonces un estilo que lo acompañaría toda su vida.

¡Oh mi querida Marty, qué pobres somos! Imagina que anunciásemos al mundo nuestro proyecto de compartir la existencia y que el mundo nos preguntara: cuál es vuestra dote? Nada, aparte de nuestro mutuo amor.¿Nada más? Se me ocurre que necesitaríamos dos o tres pequeñas habitaciones para vivir, en las que pudiésemos comer y recibir a un huésped, y una estufa donde el fuego para nuestras comidas nunca se extinguiese.¡Y la cantidad de cosas que caben en una habitación! Mesas y sillas, camas y espejos, un reloj para recordar a la feliz pareja el trascurso del tiempo, un sillón en el que soñar felizmente despierto durante media hora, alfombras para ayudar al ama de casa a mantener limpios los suelos, ropa blanca atada con bellos lazos en el armario y vestidos a la última moda, y sombreros con flores artificiales, cuadros en la pared, vasos de diario y otros para el vino, y para las fechas señaladas, platos y fuentes, una pequeña alacena por si nos viéramos súbitamente atacados por el hambre o por una visita, y un enorme manojo de llaves con ruido tintineante. Y habrá muchas cosas de las que podremos disfrutar, como los libros, y la mesa donde tú coserás, y la hogareña lámpara. Y todo debe ser mantenido en buen orden, pues en caso contrario el ama de casa, que ha dividido su corazón en pequeños pedazos, uno por cada mueble, comenzará a salirse de sus casillas. Y tal objeto atestiguará el serio trabajo sobre el que se basa la unidad del hogar, y tal otro dará testimonio del placer que nos depara la belleza, o evocará a los amigos queridos que a uno le gusta recordar, o a las ciudades que uno ha visitado, o a las horas que uno rememora con placer. Y todo este pequeño mundo de felicidad, de amigos intangibles y de concreciones de los más elevados valores humanos, pertenece todavía al futuro. Ni siquiera se han puesto los cimientos de la casa y no existen hoy sino dos pobres criaturas humanas que se quieren con delirio.
¿Hemos de permitir que nuestros anhelos se centren en cosas tan pequeñas? Sí, sin duda alguna, mientras no llame a nuestra puerta silenciosa ningún acontecimiento que rebase nuestra volición. Y por supuesto, tendremos que seguirnos diciendo el uno al otro todos los días que aún nos amamos. Cuando dos seres humanos que se quieren no encuentran ni los medios ni el tiempo preciso para decírselo respectivamente, es una tragedia. Tiene que llegar el infortunio y el desacuerdo para que se produzca una definida reafirmación de los afectos. No se debe ser tacaño con el amor, pues la porción de capital que se desembolsa va renovándose a través del gasto mismo. Si no se toca el capital durante demasiado tiempo, disminuyen imperceptiblemente los caudales o se enmohece el candado. En tal caso, el tesoro queda allí dentro, pero es inutilizable…

La hermandad de la uva | John Fante

John Fante es un escritor brutal, en el más amplio sentido del término. En esta oportunidad hace un descarnado relato de la vida del escritor Henry Molise que, a partir de la enésima amenaza de divorcio de sus ancianos padres, se ve envuelto en una telaraña familiar de la que, aún a pesar de su voluntad, apenas si podrá escapar. El puntapié inical, una vez más, es algo del orden de lo sorpresivo: esta vez, el divorcio va en serio. Y si esa sorpresa tiene el tufo de lo ya vivido es porque, efectivamente, esos personajes ya pasaron por allí. Nick Molise, padre de Henry y sus hermanos, albañil desde que tuvo uso de razón, testarudo, golpeador, malhumorado, un verdadero cabronazo, asume un último trabajo: un ahumadero de pura piedra en la montaña, para lo cual necesita un ayudante. Sí, claro, su hijo Henry, quien llega esperando encontrar el final de la pareja de sus padres y se encuentra con una misión familiar a la que se resite y a la cual cede sin (querer) saber por qué. En La hermandad de la uva hay pueblo chico, infierno grande, familia retorcida, apariencias, humor, humor cruel, crueldad a secas, personajes queribles y detestables; lenguaje llano, duro y puro, pinceladas poéticas. En síntesis: hay John Fante.La hermandad de la uva, de John Fante | Anagrama | 2009