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Las películas deben comenzar con un terremoto e ir creciendo en acción
Cecil B. de Mille

Miradas


Emilio Fatuzzo
Pinturas

En la obra de Emilio Fatuzzo se concentran algunos de los rasgos que lo hacen Fatuzzo: la inmediatez del tiempo en el hoy, como un presente continuo; la pintura como efecto del cuerpo y sus necesidades; el diálogo sin ideas previas con el lienzo en blanco; la autodidaxia y el recurrir a los maestros en los momentos necesarios; el abrevar en fuentes que no siempre tienen el color como estandarte. Podría decirse que Emilio Fatuzzo es un paisajista. Uno que pinta paisajes en el más clásico y literal sentido del término, y cuya geografía no es sino lo que se gesta en su fuero más íntimo; un retratista del paisaje de sus preguntas, sus angustias, sus dudas, sus alegrías y sus certezas, entre otros elementos con los que trabaja. Un paisajista que pinta con el cuerpo y cuya obra adquiere la fuerza de un trazo a vistas veloz pero que madura y se cuece a fuego lento. Hasta que explota: los colores de sus pinturas, su textura y su desborde dan cuenta de ello. Desborde que habla de límites a los cuales le gusta burlar. Botón de muestra: como la gran mayoría de los artistas plásticos, ha transitado por las muestras colectivas, a las cuales le dio un vuelco en 2009 con el proyecto Pintura Compartida, donde la concentración de la obra individual de múltiples artistas trocó en cuadros que el pintor ejecutó a cuatro manos con una quincena de artistas de la talla de León Ferrari, Yuyo Noé, Clorindo Testa, Eduardo Stupía, Ernesto Pesce y Milo Lockett, entre otros. Aquello que podría ser considerado una meta no es sino un punto de partida desde el que Emilio Fatuzzo construye su presente pictórico. ESTO NO ES UNA REVISTA presenta una galería en la que se incluyen obras de su próxima muestra Temblores, la que inaugura el 3 de abril a las 19 horas en Galería Martorell, Pacheco de Melo 1859, C.A.B.A., Argentina.

Emilio Fatuzzo (Buenos Aires, 1981). Ha participado en numerosas muestras entre exposiciones individuales, colectivas y salones dentro y fuera del país. Sus obras forman parte de museos, fundaciones y colecciones particulares en Argentina, Uruguay, Chile, Brasil, Alemania e Italia.

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Julia Margaret Cameron
Fotografías

A los 48 años de edad, Julia Margaret Cameron recibió un regalo de su hija: una cámara de fotos. Ese regalo destinado a ser el pasatiempo de una dama de la aristocracia victoriana sería mucho más que un simple presente. Durante los siguientes 16 años, hasta su muerte, las sucesivas cámaras de las que hizo uso la convirtieron en una de las pioneras del retrato fotográfico, expresión artística que llegaba entonces para inclinar la balanza a favor de la fotografía como un arte y que, en ese afán estético, intentaba emular a la pintura. En ese contexto, se entiende que los retratos realizados por la artista no se restrinjan a la captura del rostro de su ocasional modelo, sino que montara escenas y retratara, soportados en el cuerpo de sus allegados y conocidos, personajes provenientes de la literatura y otras ramas del arte así como del imaginario pictórico renacentista y de la iconografía religiosa. Una de las series más interesantes es la que le dedica a Beatrice Cenci, una malograda noble italiana de fines del s. XVI, abusada por su padre; abusos que desembocaron en un complot familiar para asesinarlo, ante la inoperancia de la ley; la misma que en un siniestro juicio la condena a muerte junto a su madre y a uno de sus hermanos; historia ésta que inspiraría a Stendhal, Shelley, Artaud, Dumas, Girri y Hawthorne. Los críticos de su época maltrataron su obra por su desprolijidad en el trabajo fino y por su técnica, llegando a considerar que el flou de sus fotos, uno de sus puntos fuertes en tanto constitutivo de su estética, no era sino producto de su inoperancia. Si bien la finalidad de las fotografías de Cameron era la de constituir álbumes para regalar a sus afectos cercanos, fue invitada a varias exposiciones y ganó algunos premios. Su obra fue rescatada y reivindicada, al tiempo que la obra fotográfica de Lewis Carroll por su sobrina nieta, la escritora Virginia Woolf y su grupo de amigos. Coincidencia que no sería la única con Carroll: entre los retratos de Cameron se encuentra el de Alice Lidell, aquella niña que fuera la musa inspiradora de su homónima en el País de las Maravillas. Para este número, seleccionamos retratos femeninos como un tardío pero justo homenaje a las mujeres en el mes en que se conmemora el Día Internacional de la Mujer Trabajadora.

Julia Margaret Cameron (Calcuta, India 1815 - Sri Lanka 1879). Fotógrafa inglesa de origen hindú, se dedicó casi exclusivamente al retrato. Fue miembro de la Sociedad Fotográfica de Londres y Escocia y expuso sus obras en Londres, París y Berlín. Entre sus trabajos más conocidos se encuentran los retratos de Charles Darwin, del matemático y astrónomo John Herschel y del poeta Tennyson, así como una infinidad de retratos de mujeres anónimas.

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Entre Derek Zoolander y el anti-arte: sobre El artista, de Michel Hazanavicius

por Martín Jali

1. El artista (Michel Hazanavicius - 2011) cuenta la historia de George Valentin (Jean Dujardin) una gran estrella del cine mudo que ve declinar su carrera ante la llegada del cine sonoro. A partir de este pasaje, El artista construye un poderoso relato que reproduce el universo cinematográfico de los años veinte. Como ya ha anotado la crítica especializada, sus aciertos son variados: planos muy bellos que contemplan las técnicas de composición de antaño, actuaciones impecables - desde la pareja protagónica, interpretados por el propio Dujardin y Berenice Bejo en el papel de Peppy Miller, hasta la gran constelación de personajes secundarios que incluye a John Goodman y a Penélope Ann Miller, entre otros - un guión preciso y cierta fascinación por plasmar una experiencia cinematográfica del pasado: el cine mudo. Por estos y otros motivos, la película ha recorrido festivales de todo el mundo cosechando decenas de premios, entre ellos, el premio mainstream por excelencia: Mejor Película en la última entrega de los Oscar. Sin embargo, el film de Hazanavicius obliga a una lectura más profunda.

2. La obra literaria de Joseph Conrad es especialmente crítica con el modus operandi de la política colonial del imperio británico a lo largo de la primera mitad del siglo XIX. Cuando Conrad se convierte en autor canónico de la literatura inglesa y la corona glorifica su producción, el poder crítico de su obra se desvanece. Hazanavicius no es Conrad, ni El artista es El corazón de las tinieblas. No hablamos aquí de méritos artísticos, sino de las decisiones de un autor en relación con la época que lo contextualiza y su posición crítica ante determinado engranaje: el Colonialismo, por un lado, Hollywood, por otro.
El arco temporal que propone El artista recorre desde los primeros años de la década del veinte hasta finales de los años treinta. El ocaso del cine mudo es análogo con el derrape de Valentin. Los cambios en la técnica y la dinámica de la industria - que, naturalmente, obedece a la lógica capitalista - exigen reemplazar lo viejo por lo nuevo. Como ya ha anotado Boris Groys, la novedad alimenta el deseo de los consumidores. El director y productor codicioso pero, al final, simpático, Al Zimmer (John Goodman), le dice a George Valentin: "Esto es el futuro", mostrándole un pequeño trailer sonoro. Valentin retruca: "Si esto es el futuro, no quiero formar parte de él". Valentin no solo es incapaz de leer la dinámica de su propia época, sino que él mismo cristaliza lo añejo, lo que está por desaparecer. Es, en suma, lo desechable porque no puede reconvertir su "arte" para que este sea usufructuado en un nuevo estadio de consumo. Hazanavicius no machaca sobre el sistema de producción del cine mudo, sino que, bajo el prisma de su personaje principal, parece criticar la lógica industrial y el estatuto del éxito, al transitar el estrellato y posterior olvido de un actor. Pero, en realidad, todo esto es una siniestra pantomima, un truco de distracción.

3. Ahora bien: aquel actor de cine mudo, Valentin ¿es realmente un artista? ¿Dónde está su arte? ¿En sus morisquetas y su capacidad para gesticular? ¿En el brillo y la gracia que transmite a través de la pantalla? Pantalla que, naturalmente, es doble, por ser un meta discurso sobre el cine mismo. Pero aquí hablamos de Valentin, y no de Dujardin, quién lo interpreta. Retomemos: ¿Por qué Hazanavicius significa a Valentin como un artista, cuando su arte, en suma, está íntegramente puesto al servicio del público y de la industria cinematográfica? Cuando su proyecto independiente fracasa, Valentin se derrumba. Antes, en pleno estrellato, las marcas de su gloria son sus cuadros, su mansión, fotos que no firma - lo hace Clifton, su chofer - estatuas, al fin, objetos. ¿Qué es un artista para Hazanavicius? ¿Qué es lo que nos remarca con su personaje? ¿Hay, en él, algo más que sed de éxito y pura materialidad?
Hacia el final de la película, George Valentin es rescatado de la pobreza y la depresión por Peppy Miller, la nueva estrella de la compañía, quien convence al productor Zimmer de contratar nuevamente a Valentin. La antigua estrella, devorándose su orgullo, explota lo único que todavía le queda: su carisma. Entonces danza como un mono amaestrado ante los gritos de los sonidistas. Así, de manera fantástica, Valentin completa su transformación en Derek Zoolander.

4. La industria del cine se encuentra, desde hace algunos años, en un momento semejante. Después de largos años sin grandes transformaciones técnicas, llegó el cine en 3D. Este nuevo formato busca salvaguardar a la industria de los grandes cambios de consumo que han generado las nuevas tecnologías. Es decir, la nueva dinámica de consumo cultural generada a partir del libre flujo de la información. La transformación del cine mudo al cine sonoro que propone El artista, dentro del marco industrial que derivó en la edad de oro holliwoodense, glorifica al cine y al sistema de producción que se ha mantenido vigente hasta hoy. Este sistema es el que sostiene la ley SOPA, el cierre a Megaupload, el bloqueo a Cuevana, la persecución por parte de las agencias de inteligencia que, centralizadas, operan en contra de las plataformas de intercambio de archivos. De esta manera, la Academia, compuesta por grandes dinosaurios, conservadora y nostálgica, no acepta otra modificación que no sea la del pasaje de una técnica a otra: de lo mudo a lo sonoro, del 2D al 3D. Hasta aquí se estira su perspectiva. Hasta aquí, habría que repetir, "su generosidad". Valentin, preso de esta constelación, no podría jamás haber tenido éxito dándole la espalda a Zimmer. Por eso Valentin no puede ser independiente. No tiene alternativas: el fracaso o el regreso a la industria del dinero.

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Ser rock

por Los editores

En febrero de 1976, la editorial Quadrante Latino, bajo la dirección de Julio César Vivas y con la coordinación general de la gran poetisa argentina Diana Bellesi, publicaron el fascículo número 5 de la Historia de los Grandes del Rock. En ese número, el doblete de entrevistas fue Luis Alberto Spinetta y Lito Nebbia, precursores (y actores necesarios) de lo que devino en Rock Nacional. Haciendo una apuesta casi exclusiva a la palabra del entrevistado y atentos a la importancia, proyección e influencia que su obra tendría en la escena artística argentina, los responsables de la edición plasmaron, en pocas pero intensas páginas, varias dimensiones del hacer artístico de Spinetta: entre sus palabras sobre sus bandas y su música, tuvieron el tino de publicar algunas de sus letras cual si fueran poemas e ilustraron la entrevista con los dibujos del propio músico. Trazos que revelan no sólo el caracter multifacético de su obra sino que amplían el horizonte de sus posibilidades. Quizá a muchos algunos de los trazos de estos dibujos rescatados de aquella publicación le recuerden a los de otros geniales músicos que no le escatimaron tiempo al dibujo. Quizá a otros algunos de los dibujos le traigan a la memoria los de algunos ilustradores contemporáneos que marcaron tendencia e imprimieron su estilo en los álbumes de rock. Quizá a otros les resulte un verdadero descubrimiento. Sea cual fuere el efecto, de lo que estamos seguros al presentarles esta breve galería de dibujos, es que alguno habrá y que, apostamos doble contra sencillo, será en el sentido de la riqueza. Esa que el Flaco dejó sobre nuestras vidas como la estela de la cola de un cometa.

 

 

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Salomé de Chacra | Mauricio Kartun

por Verónica Miramontes

Ella, Salomé, pide caprichosamente la cabeza del lacayo cuyo amor no le corresponde. El dueño de la hacienda, que no es estanciero, ni su padre, y que tampoco quiere ser su tío, se deja engañar por los encantos de la carne joven y un bailecillo. La madre, con recelos de juventud, juega a conveniencia, siniestramente, a veces en defensa del feminismo o de un lugar, cueste lo que cueste. El gringo empleado hace las veces de corifeo o carifeo que canta las verdades y preanuncia las tragedias, quedando inevitablemente involucrado en los asuntos familiares.

Dirige Mauricio Kartún su propio texto que es pura poesía, sobre las bases de que un chiste vulgar puede ser una imagen poética y viceversa, según la precisión que se le quite o se le añada en el lenguaje. Y se va entramando cual partitura una red de múltiples sentidos y significantes desde la dramaturgia, las actuaciones, el diseño escenográfico y sonoro, yendo y viniendo desde la tragedia griega a la realidad actual que trágicamente supera la ficción, salvo en este caso.

Excelentes actuaciones, comprometidas -y de una gran decisión al decir y físicamente hablando- de Manuel Vicente, Osqui Guzmán, Lorena Vega y Stella Galazzi. Todas esas cartas jugadas por parte del elenco completo conforman esta exquisita obra de arte.

Teatro San Martín | Av. Corrientes 1530 | C.A.B.A. | Argentina
Tel: 0800-333-5254 ó 4371-0111/18
Domingo a las 20:00 hs. | Miércoles a las 21:00 hs. | Jueves, Viernes y Sábado a las 21:00 hs

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