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La música es el silencio entre las notas
Antonio Carlos Jobim

Sonoridades

Old Ideas | Leonard Cohen
Columbia | 2012
por Alejandro Feijóo


El mundo de la canción sufre por estos días un revuelo de dimensiones. Uno de sus tótems ha cruzado la frontera de la novedad con un material crepuscular que tiene mucho de ceremonia de fe y que incluso se acerca a lo testamentario. Tal ha sido el vuelco espiritual que Leonard Cohen se convirtió, gracias a Old Ideas, en el artista de más edad (77) en conseguir el primer puesto en la lista de ventas de algunos países europeos. Y todo ello con un disco mínimo, que no menor, en el que la taquicardia no aflora por riffs o fills sino por metáforas y sinécdoques.

Como suele ocurrir en este mundo-blog, las aguas encontrarán en ambas orillas argumentos para su división. Los cofrades del artista canadiense blandirán las pistas de Old Ideas como pruebas de la existencia de un dios íntimo que se comunica con cada alma en exclusiva, mientras que los incrédulos razonarán que el intimismo no es distinción sino sello de la marca Cohen. En medio transcurren diez canciones que recuperan el aire tenso de himnos como "Suzanne" o "So Long, Marianne", reencarnados en temas sacros como "Amen" o "Show me the place". Encabezan la ceremonia las "viejas ideas" del título que, a la vista del carácter especular de la placa, pueden leerse como un guiño irónico a eso que viene después de la vida y que algunos llaman "historia".

Los años han dotado a la voz de Cohen de una gravedad que hace eco contra las paredes del susurro. Y lo que nunca terminó de ser canto es hoy un ruego por que el tiempo haga su trabajo con la mayor modestia posible. A ello canta, sin aspavientos ni cuentas pendientes, con piano, cuerdas y un aire a taxidermia que entristece e ilusiona a un tiempo, que te obliga a bajar la vista tanto como buscar consuelo en la vieja idea del horizonte.

 

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Duo | Bugge Wesseltoft y Henrik Schwarz
Jazzland Recs/Universal Music | 2011
por Jota G. Fisac

Da la sensación de que Duo abre una nueva etapa en la trayectoria musical de Bugge Wesseltoft. El pianista y productor noruego, enmarcado en la rica tradición del jazz nórdico más contemporáneo, ha transitado ya por algunos de los lugares más propios del jazz. De músico de sesión destacado en el circuito local y pianista de Jan Garbarek pasó a dirigir New Concept of Jazz (NCOJ), extraordinaria formación de la que entraban y salían músicos de primera línea de la exuberante escena nórdica (Eividn Aarset o Nils Peter Molvaer entre otros), y que basaba su música en la mezcla y producción de los sonidos obtenidos en sesiones de improvisación. Antes de su desaparición en 2005, NCOJ dejó varios discos irregulares pero llenos de propuestas y experimentos inteligentes, donde se mezclaban elementos del jazz, el house, el techno, el ambient o el noise. Casi nada. Pero hay más: Wesseltoft también coprotagonizó un dúo con la vocalista Sidsel Endresen, inició un proyecto en solitario que dejó dos buenos discos e incluso parece haber viajado con músicos indios al elegante y sofisticado mundo de la raga.

Y esta nueva etapa que se abre tiene la forma del dueto de piano (clásico, preparado, sintetizador, teclado, etcétera) y electrónica (set de Dj, sampler, laptop, etcétera), una formulación que parece estar de moda. Sus antecedentes más inmediatos pasan por el pianista japonés Sakamoto, que desde hace más de una década viene explorando este territorio con músicos electrónicos como Alva Noto ( colaboración tratada en el número 17 de la revista) o Christian Fennesz. Pero el origen de esta forma de composición e interpretación musical para piano y electrónica, que ha querido ligarse a dos colaboraciones entre Harold Budd y Brian Eno, Ambient 2/Plateaux of Mirror (1980) y The Pearl (1984), está quizá en los imprevisibles y atrevidos juegos de músicos como John Cage y David Tudor en los movidos sesenta, cuando las vanguardias y la música popular parecen haberse encontrado definitivamente. Las cosas, no obstante, han cambiado mucho; el compañero de aventura de Wesseltoft es Henrik Schwarz, diseñador grafico y artista procedente de la cultura Dj, que en 2006 nos brindó una excelente sesión en la veterana y prestigiosa serie Dj Kicks. El artista alemán asegura haber iniciado un desplazamiento hacia el jazz y la música electrónica generada por ordenador que lo ha llevado a su encuentro con Wesseltof.

De manera que el jazz noruego más inquieto y electrónico encuentra en el siempre fértil registro alemán al compañero de una nueva aventura musical. Ambos músicos se han manifestado muy satisfechos con el diálogo flexible y en ocasiones intenso que protagonizan, una conversación que ellos mismos califican de orgánica y cuyas ideas se escuchan muchas veces como una sola voz, un solo personaje. Se han declarado amor mutuo, y posiblemente lo han hecho porque son conscientes de que Duo los hace crecer a los dos: al noruego porque le aporta un extraordinario equilibrio entre el ajetreado "Future Jazz" de NCOJ y el solipsismo de sus trabajos en solitario, donde la necesidad del otro se hizo evidente a pesar de ser el piano de Wesseltoft un verdadero hiperinstrumento; y al Dj alemán porque le da la oportunidad de mostrar su capacidad para interaccionar con otros músicos y crear ambientes diversos y estimulantes fuera de la cultura del Clubbing.

Duo es un disco ambicioso y de una complejidad sostenible, que quiere dar un paso adelante en la interesante y efectiva reunión que el jazz y la música electrónica iniciaron hace un par de décadas y de la que Bugge Wesseltoft (y por qué no, también Schwarz) es deudor y cómplice. A pesar de que los temas del disco recorren un amplio espectro que va desde la escucha más sofisticada y reflexiva hasta la pista de baile, "First Track" es una declaración de intenciones: somos dos, habrá improvisación, habrá composición, esto será jazz electrónico y algunas cosas más. Y como si de una estructura fractal se tratase, la vocación alquimista de Duo se reproduce en el interior de algunas de sus piezas, por las que los músicos se mueven con libertad de estilos y donde un piano suena como una arpa preparada, se electrifica y amplifica o pasa a ser un bandoneón. Nunca falta el jazz, casi siempre hay techno, a menudo se experimenta con los ambientes y las texturas, a veces se quiere provocar a la audiencia, hay un pequeño lugar para la world music y han sido explícitamente reconocidas las influencias del Miles Davis de So What, la Alcachofa de Ricardo Villalobos, los sonidos orientales de Yusef Lateef, la parte más Humana de Jeff Mills, los juegos disonantes de Ligeti, el clasicismo de Garbarek, etcétera. No se puede pedir más.

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Todo aquel jazz (El show debe continuar)
por Javier Martínez

Joe Gideon, cada mañana, echaba mano de antiácidos y anfetaminas para poder seguir adelante con su agitada vida. La frase con la que inauguraba cada uno de sus días frente al espejo era "El show debe continuar". En esa declaración de principios, sobre la que ronda la película All that Jazz y que no es sino uno de los preceptos canónicos del show business, se concentran la responsabilidad del hacedor de un espectáculo, lo efímero de la vida en relación a la circulación del tiempo –en este caso, el ocioso del espectador–, lo prescindible de tal o cual sujeto que se posiciona como artista y, sin contar otras, el ritmo que los compromisos asumidos no ceden a favor de la pausa, pase lo que pase. El 8 de febrero se murió Spinetta, como es de público conocimiento. Y la música, en este caso el jazz, siguió su curso, convirtiéndose en homenajes urgentes y tomando su legado, más allá del género, como la posición del músico frente a la vida y a su obra. En ese contexto más celebratorio del paso de Spinetta por el mundo que funerario, aún atravesados por el dolor, se presentaron el Real Book Ensamble y el dúo Iaies-Loiácono en la ciudad de Buenos Aires.

Real Book Ensamble en Thelonius
El pianista Esteban Sehinkman es la cara visible y cabeza responsable del proyecto Real Book Argentina que, como su nombre lo indica, retoma el camino iniciado por Steve Swallow, Paul Bley y amigos, allá por los tempranos años '70: la compilación de partituras propias y ajenas, que los músicos de jazz solían tocar. Nucleados alrededor de esta propuesta, unos 200 músicos argentinos han aportado sus partituras. Una selección de ellos, concepto adecuado para un grupo de 11 integrantes que resuena a equipo de fútbol, armó el Ensamble Real Book. No la tuvieron fácil: la primera fecha en Thelonius cayó una lluvia de órdago que dejó a la ciudad de Buenos Aires intransitable por horas; horas antes de la segunda se difundía la noticia de la muerte de Spinetta. Si la lluvia torrencial no los detuvo, tampoco la partida de uno de los más grandes: el Ensamble dio todo de sí y sonó de un modo increíble en la noche del miércoles 8 y convirtieron el tributo en un show que los espectadores disfrutamos de punta a punta. Como si hubiera sido elegido a propósito, comenzaron tocando un tema llamado Las puertas abiertas y que, resignificado por la escucha de lo que devino esa noche, no es sino una elección que representa todo lo que el Ensamble propone: colchones de vientos; deliciosas variaciones en los temas; el jazz, las trazas folklóricas, el tango sucio, el candombe, aquel viejo blues y un amplio menú sonoro, son las texturas –y no el rejunte ni el oportunismo– con el que construyen su música. Una ajustada y efectiva base, a cargo de Mariano Sívori, tan diestro en el contrabajo como en el bajo eléctrico, y de Daniel "Pipi" Piazzola, uno de los más grandes bateristas contemporáneos; el piano de Sehinkman como argamasa y los vientos de Bernardo Monk, representan, en nombre de los 11, esa realidad llamada Ensamble Real Book Argentina.

Thelonius | Jerónimo Salguero 1884 | Barrio Norte | C.A.B.A. | Argentina
Tel: 4829-1562

 

Adrián Iaies & Mariano Loiácono en Café Vinilo
El 9 de febrero, en ese más que interesante lugar para escuchar jazz que es Club Vinilo, el pianista Adrián Iaies y el trompetista Mariano Loiácono presentaron parte de su trabajo conjunto. Como era esperable, la apertura incluyó cariñosas palabras de despedida para Luis Alberto Spinetta y un comienzo a modo de homenaje, haciendo una preciosa versión de Fermín, tema de Almendra. Adrián Iaies, se sabe, es un gran pianista. Y en esta oportunidad no hizo sino reafirmar lo que ya se sabe de él y de su hacer con la música. La elección de Mariano Loiácono como partenaire musical no sólo es un acierto: el trompetista aporta todo lo suyo para hacer del dúo un gran dúo, creaciones incluidas. La melancolía del inicio dio paso a la celebración de la vida y la apuesta al mundo que gira y da más vueltas: un set íntimo sin que faltaran las reminiscencias a los ritmos frenéticos que el jazz nos ha dado, algo del espíritu de New Orleans en Buenos Aires; gatos, calles, esquinas de barrio, paisajes urbanos, transportes musicales en el tiempo; recorrido por viejos temas, presentaciones de nuevas apuestas, una de las cuales era tan flamante que al momento de hacerla pública ni siquiera tenía 48 horas de vida musical. Con esa batería de riqueza simbólica pasaron por el escenario, dejando ganas de más, de otra vuelta, de nuevas oportunidades para descubrir todo lo que tienen para ofrecer.

Café Vinilo | Gorriti 3780 | Palermo | C.A.B.A. | Argentina
Tel: 4866-6510

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Blues Funeral | Mark Lanegan
4AD | 2012
por Alejandro Feijóo

La carrera de Mark Lanegan es un poco esclava (y otro poco, dueña) de cierto personaje de outsider, del cual la mayoría recuerda su paso por los surcos de esa placa fundamental del rock stoner que es Songs for the Deaf (Queens of the Stones Age). La memoria suma a ello una larga lista de colaboraciones que incluye nombres como los de Isobel Campbell, Mad Season, Martina Topley-Bird o Mondo Generator. Curiosamente o no, en sus discos como solista parece mantener ese carácter satelital, una órbita de la que parece no alejarse tras la publicación de su último trabajo, Blues Funeral.

ML es de esos músicos que se explaya desde la contención, una sensación a la que contribuye su tan aclamado timbre vocal, dotado de una tensa profundidad que vuelve áspera la superficie sobre la que se posa. El problema surge cuando la rugosidad de la capa externa deja paso a un interior que resulta pulposo y desabrido. Un coco hermético y oscuro que, una vez abierto, se entrega a la vulnerabilidad, a lo que el comensal quiera hacer con él.

Blues Funeral es una obra que fuerza la tuerca de lo conceptual para convertirse en plana, cuando no monótona. El flirteo con bases prefabricadas y unas elecciones de instrumentación cuando menos discutibles (algunas cercanas al universo electrónico) dejan al oyente un poco igual que antes de comenzar la escucha. Ello no quita que temas como el equino "The Gravedigger's Song", los contundentes "Riot in My House" y "Quiver Syndrome" o la propuesta lisérgica de "Bleeding Muddy Water" ayuden a levantar la nota final. Mención aparte para el aire de pesadumbre finisecular que ML ha sabido imprimir a la placa. Tal vez sea para celebrar el regreso de la humanidad al siglo XIX. Pero eso ya es meterse en otro funeral.

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40 flores sin ningún balcón
por Van Gogh i Tyson

Cualquiera de las misceláneas que tematizan esta revista dio, da y –tómenlo como una amenaza– dará siempre para tenerlo de artista invitado (aunque para la ley SOPA técnicamente se trate de un secuestro). Lo tuvimos en el número 10 con la excusa de la leche y lo volvemos a tener en este número, amparados en una zoonosis padecida por un pescado. Y esto es porque, simplemente, hasta ese triste 8 de febrero L. A. Spinetta siempre estuvo ahí para cantarnos una canción que nos conmueva.

Fueron días tristes, muchos lo estábamos, y su música sonaba por doquier en la ciudad, cantada en nuestras casas y en nuestras calles. Recuerdo a uno de sus hijos, Dante, sintetizando con orgullo mientras un segurata cerraba la reja del cementerio donde ardería su cuerpo: "...40 discos y en todos enseñó algo".

Desde esta columna adhiero humildemente a la iniciativa popular de que una calle de Buenos Aires lleve su nombre y propongo subir la apuesta rebautizando las arterias de todo un barrio con el nombre de músicos nativos (o por opción). Ahora que Europa está dejando de ser el primer mundo, bien podríamos soltarle la mano y reemplazar, en Parque Chas, a Ginebra por Horacio Larumbe, Dublin por Hugo Diaz, Atenas por Oscar Aleman y así sucesivamente. (Eso sí, en aras del juego democrático habrá que fumarse al hijo de Franco Macri bautizando con el nombre de Freddie Mercury a alguna de las doce o quince estaciones de subte que seguramente inaugurará este año, homenajeando, de paso, al monograma paterno)

Hoy los invito a oír al Flaco no tocando sus canciones, sino enseñando. Esto que van a oír es una clínica que dio por 1990 acerca del origen de la música. Les advierto que es larga, sólo colgaré la primera parte (después si quieren siguen solitos con las 17 restantes), y que la calidad del sonido deja bastante que desear. Pero el documento vale más que esas dos nimias penas.

Buenas noches y mi más sentido pésame a todos.

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Artaud | Pescado Rabioso
Talent/Microfón | 1973
por por Alejandro Feijóo

Como todo el mundo sabe, en 1973 pasaron en el mundo muchas más cosas que aquel campeonato Metropolitano conquistado por Huracán. Algunas fueron cosas malas y otras, buenas; aunque muchas de estas últimas se pasaron al otro bando al caer envilecidas por el olvido o la derrota. En concreto, en el mes de octubre de aquel año empezaba y terminaba la Guerra de Yom Kipur, Chile se desangraba bajo el borcego pinochetista y Perón asumía por tercera vez la presidencia del país. En medio de tanto disparo de mortero de la realidad, Spinetta se dejaba caer con ese fresco poético titulado Artaud, un disco que pese a la convención historiográfica que lo atribuye a Pescado Rabioso marcaba el inicio de lo que sería su carrera solista tras Invisible y Jade.

Artaud necesita poco más de media hora para tejer una urdimbre lírico-musical que muchos han acabado calificando como el mejor disco en la historia del rock nacional. La atribución de un cetro de estas dimensiones puede explicarse por motivos varios: el hermetismo conceptual del disco; su complejidad poética; la ampulosidad de la propuesta y, a la vez, la austeridad del arrojo; la naturalidad con que se incorporaron al corpus ordinario versos como "qué calor hará sin vos en verano", invocaciones como "sube al taxi nena" o ruegos como el de darle al niño "el áurea [sic] misma" de un sexo; por sobrevivir como un poliedro ante las explicaciones wikipédicas y bidimensionales; por los picos metafóricos de "Cantata…" o los trazos de escritura automática de "Por"; en definitiva, por ensamblar el experimento con una precisión prolija y artesanal.

Son precisamente muchas de estas virtudes (eso que hoy se ensalza como "la poesía de Luis") las que a Spinetta le costaron algunos, digamos, recelos durante los años pesados del plomo y la polarización. Resultaba más bien difícil identificar en sus canciones una adjetivación politizada y de explícito apoyo a las causas populares, y la sombra de flacidez ideológica lo acompañó hasta que Maribel se durmió. Hay que entender también a la muchachada: en 1973, año de los sueños posibles y las tragedias reales, Spinetta cantaba que no estaba "atado a ningún sueño", lo cual resultaba de un inadmisible reduccionismo/revisionismo/regorilismo (táchese si algo no corresponde). El libro Galimberti. De Perón a Susana. De Montoneros a la CIA (M. Larraquy y R. Caballero) ilustra la sospecha con una anécdota tan conocida como deliciosa. Fugazmente cercano al grupo JAEN (Juventudes Argentinas para la Emancipación Nacional), Spinetta no participaba de ciertas rigideces ideológicas, en especial las relacionadas con las sustancias estupefacientes. En una reunión del grupo se decidió que sus militantes no debían consumirlas, a lo cual el músico respondió levantándose y encendiendo una agujita junto a la ventana. El debate continuó brevemente: el flaco ese debía ser expulsado. Pero cuando lo buscaron para comunicárselo, "Spinetta ya se había ido". Ese irse antes de que lo echen puede significar muchas cosas. A algunos nos recuerda a ese mutis por el foro del mundo que escenificó el mes pasado.

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Breves: pescando en la discoteca

Pisces Iscariot | Smashing Pumpkins | Virgin | 1994
Rarezas y lados B suelen ser un rejunte de sobras, recortes, descartes y algún que otro acierto que discográficas o artistas sacan al mercado cuando el éxito arrecia y/o la creatividad va en picada. Así como los Smashing Pumpkins han sido una banda inusual, también es inusual la calidad que Pisces Iscariot, en ese camino compilatorio, le ofrece a fans y ajenos. Después de un impecable debut con el fantástico Gish (1991, reseñado en nuestro número 13) y su aún mejor Siamese Dreams (1993), Billy Corgan y los suyos armaron esta avanzada de lo que cerraría una de las mejores trilogías de inicio de una banda: el doble disco Mellon Collie & the Infinite Sadness (1995). La gran mayoría de los temas de Pisces Iscariot podría haber sido parte de la historia oficial de la banda: baladas, potencia rocker, sonidos alternativo y todo lo que los de Chicago pusieron (y pondrían) de manifiesto en su música se escucha en esta compilación atravesada por la prolífica y a veces incomprendida producción de un Corgan en estado puro.

 

Beaucoup Fish | Underworld | V2 Records | 1999
Dos años después del arrollador éxito del tema Born Slippy, incluido en la banda de sonido de la película Trainspotting (y que en Argentina tomara la famosa marca de cervezas con nombre de pueblo originario y le pisara la letra con el "gol, gol, gol, en tu cabeza hay un gol"...), Underworld volvió a los estudios para grabar Beaucoup Fish, un disco en el que hicieron honor a su posición respecto de la obra: renovando la apuesta –como corresponde– y apartándose de las fórmulas con las que habían construido sus más grandes éxitos, jugándole unas cartas a esa textura pasajera en el tiempo que fue el trance. Apuesta que, en muchos pasajes del disco, ofrece altísima calidad y gracias a la cuál se sacaron de encima el peso de volver de la frontera (atravesada) de Lo Masivo.

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Video sorpresa


“Instant Karma! (We All Shine On)” se publicó originalmente en 1970 bajo la firma de The Plastic Ono Band. Pero hasta el selenita menos iniciado reconocería el tacto de Lennon en su línea melódica. Creada y registrada en un solo día, la canción guarda esa frescura de los pianos blancos, el ímpetu de las relaciones prematrimoniales y el espíritu coral de las marchas antibelicistas. Del video destacamos a una Yoko Ono que teje y desteje con los ojos tapados sobre el escenario, cual Penélope cegada por el talento de todos los demás que aparecen trabajando. Compartir en Facebook      Compartir en Twitter