Contenido

Newsletter

Las novedades de
ESTO NO
ES UNA REVISTA
están a un click de distancia
de tu casilla de correo

Contactos

Escribinos un mail
Seguinos en Facebook
Seguinos en Twitter


Ediciones
Anteriores


 

Y si no hay riesgo, ¿para qué escribir?
Juan José Saer

Escritos

Lazos de familia | Clarice Lispector
por Andrea Barone

Publicado inicialmente en 1960, cuando su autora, Clarice Lispector, regresa a Río de Janeiro, luego de pasar 15 años viviendo con su marido, diplomático, en diversos países como Italia, Suiza y Estados Unidos. Es una excelente compilación de cuentos de esta brillante autora, luminosa y precisa con sus detalles respecto a algunos lazos y mundos, particularmente el femenino. La compilación se inicia con Devaneo y embriaguez de una muchacha tan despectiva y tan princesa, tan mostrando su desdén y explotando en súbito amor.

Tan Amor como la mano de Ana, personaje del segundo cuento, quien por caminos torcidos sorprendentemente llega a tener un hogar modelo, hasta la contingencia de percibir una ausencia de ley al encontrarse mirando lo que no nos ve, lo que tiene como consecuencia que su mundo se sumerja en una oscura impaciencia, y que se reencuentre de golpe con lo que había cuidado tanto que no estallara. Respondiendo a la mirada de su hijo casi con una súplica, “no dejes que mamá te olvide” y encontrándose con su corazón lleno del peor deseo de vivir, que sopló, como si apagase una vela.

Mezclado con otras tramas, como la de Una gallina escapando un domingo, previamente a su inminente sacrificio, de mañana, quedando por algún techo como un adorno mal puesto y prontamente alcanzada. Así, atontada, poniendo un huevo que la transformaría en la reina de la casa, sin saberlo, un relato de los usos que podemos hacer los hablantes también de los animales domésticos.

Imitación de la rosa despliega casi como una cruel ironía lo que Laura puede retener un rato, primera cosa hermosa y suya, sustituto de lo que nunca había tenido, de lo que nunca tendría. Olvidando, fingiendo los otros sobre su estado tan afuera, tan sintiéndose una visita en su propia casa, obsequia lo hermoso a una otra, dándole consistencia, intentando fallidamente entrar también para él, el de rostro ausente, que mira cansado, intrigado pero sin palabras. Él que no la ata, que la deja partir, luminosa e inalcanzable.

Partida que resuena también en Feliz cumpleaños para una de 89, sentada a la mesa cual mueble, desde las dos de la tarde, perfumada por su única hija para disimular el olor a encierro. Con su hijo mayor y sus otros hijos vivándola, rodeada de una diversidad de sujetos, nietas y nietos, gordas, vanidoso/as, divertido/as, desamparados, inexpresivos. Venganzas y malicias, pases de factura y amores se desentraman en este agasajo del que muchos recién al salir se encuentran aliviados.

Contrapunto del otro, La mujer más pequeña del mundo, ya no una urbanizada sino enclavada en las profundidades del África ecuatorial, una pequeña flor gozando –de otros modos– de la vida. Como esa pequeña y majestuosa de quince años, una Preciosura, altiva y rígida, aunque soñando y a la vez intentando ser la princesa del misterio intacto, pero encontrándose con algo doloroso que no tuvo explicación, pérdida encerrada en casi una súplica, ¡necesito zapatos nuevos! Como en El búfalo también, pinceladas de dolor, de esas potencias que se vuelven débiles, que dejan de interesar, entremezcladas en el silencios de rejas de un jardín zoológico y el bullicio y la risa, la montaña rusa.

Misterios... y Crímenes de diversa índole, muertes metafóricas y reales, curiosidad por otras vidas, otros modos y por lo que deviene no saber del propio. Fortunas simbólicas y materiales, entramados de duda obsesiva respecto a contraer o no deudas, abandonos y caídas porque ya no hay más para dar, elegidamente en ocasiones, padeciéndolo en otras. Lazos de familia, con hijos o su falta, amigos, maridos, madres, cuñados y suegros. Con esos afectos que los recorren, la malicia y el soportarse, la intimidad del cuerpo, incluso la de las caricias, el cobijo y las olvidadas de la época en que se tiene –si es el caso– padre y madre, contrapunto al ¿no me olvidé de nada?, insistente, repetida palabra vacía, en lugar de la palabra que no hay. Relaciones de una madre con su niño delgado y nervioso, de quien sí hubo palabra, a quien aferra para salir rápidamente, dejando al ingeniero solo, con su sábado, en un departamento donde todo marchaba bien.

Familias, lazos y afectos tan disfuncionales y disfuncionando como en cualquier tiempo, sujetos atravesados por diferentes afectos tan en diversas gamas y modulaciones, desde la ira, la angustia, la sorpresa, la perplejidad, el amor... tan diversamente miserables, mediocres, dignos y de los encuentros de la buena manera; tan repetidos, rutinarios como sorprendentes, interesante abanico que nos hace recorrer Clarice Lispector con su brillante y poética pluma, una exquisitez. Cuenco de Plata | 2010


Compartir en Facebook      Compartir en Twitter

El minero australiano
por Lionel Klimkiewicz

Vamos al grano. John Ruskin (1819-1900) fue un reconocido sociólogo y crítico de arte inglés. Desde joven comenzó a publicar varios de los libros que lo posicionaron como una persona influyente en el campo del arte y la filosofía política. Acuñó varias frases, como aquella que dice que “el arte de enriquecerse consiste en empobrecer al vecino” –de la cual los analistas lacanianos encontrarán sus resonancias en las conceptualizaciones que realiza el famoso psicoanalista francés cuando habla de “la función del bien”– o aquella otra que dice “conozco el secreto de extraer la tristeza de todas las cosas, pero no la alegría”.

Fue también –al parecer– un gran ensayista, y allá por mediados del siglo XIX pronunció un discurso que luego fue publicado y que se tituló “De los tesoros de los reyes”. En él se propone abordar la cuestión de cómo y qué leer, es decir, del modo de encontrar (o perder, llegado el caso) los tesoros ocultos en los libros. Para recorrer ese camino desarrolla varias ideas de las cuales me parece interesante compartir aquí algunas.

Ruskin plantea por ejemplo, que todos los libros son divisibles en dos clases: los libros del momento y los libros de siempre. Esta, claro, es una distinción de especie, y no de calidad. Es decir, que hay libros buenos para el momento y libros buenos para siempre, así como libros malos para el momento y libros malos para siempre. Entre los libros del momento se encuentran los libros de viajes, las discusiones de problemas, las narraciones en forma de novela, las descripciones de hechos, etc. (la lista, en realidad, la puede completar cada uno a su gusto). Ahora bien, como un libro no es una cosa que se refiere sino una cosa que se escribe, Ruskin plantea que no se escribe con el sólo propósito de la comunicación, sino  también por el de la permanencia. No se escribe para multiplicar la voz sino para perpetuarla. Esos grandes hombres de letras, esos reyes, esa verdadera aristocracia que posee los más grandes tesoros, son aquellos que escriben esos libros para siempre. Y ellos, por ende, no pueden descender hasta nosotros, sino que somos nosotros los que debemos elevarnos hacia ellos. ¿Cómo? No por medio de la ambición, sino por medio del amor. Hay que amar a esa gente (transferencia, dirá Freud años después) y ese amor se demuestra de dos maneras:

  1. Por el deseo de estar en sus pensamientos y ser aleccionado por ellos. Hay que entrar en ellos, dice Ruskin, y no tratar en encontrar los nuestros expresados en ellos.

  2. Si el autor vale algo, no podremos entenderlo enseguida, sino que, todo lo contrario, no lograremos comprenderlo durante mucho tiempo. Esos autores no quieren decirnos las cosas sino de un modo secreto, no nos ofrecen aquello que dicen a modo de auxilio sino como premio. Por eso el oro es el símbolo de la sabiduría. Se conducen como la naturaleza, que deposita el metal precioso en algunas estrechas hendiduras de la tierra, nadie sabe dónde: podemos cavar durante mucho tiempo y no encontrar nada; y, para encontrar algo, tendremos de todos modos que cavar penosamente. En sus palabras:

    “Cuando os dirigís a un buen libro, debéis preguntaros ¿Estoy dispuesto a trabajar como un minero australiano?¿Están mis picos y azadones en buen orden, y estoy yo mismo en la disposición debida, con las mangas remangadas hasta el codo, y el aliento y el ánimo que corresponden? Si el metal que buscáis es la significación o el espíritu del autor, sus palabras son como la roca que tenéis que romper y fundir con el fin de obtenerlo. Y vuestras azadas son vuestro cuidado y vuestro ingenio; el horno de fundición, vuestra propia alma pensante. No esperéis penetrar el sentido de ningún buen autor sin estas herramientas y este fuego; con frecuencia, necesitaréis los más agudos y finos instrumentos, y la fusión más paciente, antes de poder conseguir un solo grano de metal.”


Finalizará la idea diciendo que un hombre de letras será aquel que lea letra por letra, que es el modo de aprender la dignidad de las palabras.

El discurso continúa, poniendo como ejemplo la lectura de unos versos de Milton, y desplegando varias ideas interesantes dignas de ser conocidas. La invitación a leer el discurso completo está hecha… Por lo pronto, usted lector, ¿está de acuerdo con esta distinción entre libros de momento y libros para siempre?

Compartir en Facebook      Compartir en Twitter

Metamorfosis de la lectura | Román Gubern
por Claudia Hartfiel

Pocas polémicas despiertan tanta pasión en la actualidad como la que se presenta en la supuesta rivalidad entre los libros y los e-books. En las editoriales argentinas más tradicionales, cada Feria del Libro representa un período de inquietud ante las conferencias que tratan este tema, ya que hay tantas opiniones y advertencias como expositores. Sin embargo, todas coinciden en algo: el e-book ya es una realidad, los e-readers están casi a la mano de todos los usuarios. Ante esto, ¿qué hacer? ¿Dejar de publicar en papel? ¿Algo en papel, y algo electrónico, o ambos soportes para todas las obras? ¿Cómo armar los contratos? ¿Qué pasa con los derechos? ¿Cuánto cobrar un e-book en venta, cuánto pagarle al autor?

Estas y otras preguntas no son respondidas por el autor de Metamorfosis de la lectura, quien no pasa por alto el tema sino, más bien, apunta toda la obra a aportar algo de claridad para pensar en lo que viene. Y presenta un punto de vista que bien puede servir a un editor angustiado como a un lector que no sabe bien qué hacer respecto del soporte en el que se le ofrece un texto. La perspectiva es histórica, y se propone ilustrar acerca de qué ha hecho con nosotros, los humanos, la escritura y la lectura (imposible separarlas) desde que se nos ocurrió inventarla.

En Metamorfosis de la lectura, Román Gubern presenta una recorrida por los procesos que han dado origen y que, luego, han permitido la evolución de la lectura y de la escritura.

En primer lugar, recorre algunas características biológicas de la especie humana que permiten explicar los procesos de socialización y culturación que dieron origen al habla primero y a la escritura y lectura más tarde en la evolución de la especie, hasta llegar a las 6.500 lenguas habladas en la actualidad. En este sentido, destaca la importancia de la preeminencia de lo visual sobre lo olfativo en los mamíferos, condición de posibilidad de la invención del habla, primero, y de la escritura, después, hace unos 6.000 años. Por otra parte, la sustitución de lo acústico –el habla– por lo visual –la escritura– supone una revolución cognitiva de enormes consecuencias, así como el pasaje de los pictogramas, ideogramas y jeroglíficos a los alfabetos. La invención resultante, la escritura, definida como una “tecnología del intelecto”, fue aplicada sobre varios soportes: las tabletas de arcilla, piedras, papiro, pergamino. Punto aparte es el nacimiento del libro códice (codex), tal como actualmente es conocido, en el Imperio Romano a fines del siglo I, aunque haya coexistido con los rollos durante cuatro siglos. El libro así dispuesto, la “máquina de leer”, fue uno de los vehículos más importantes en la hegemonía cultural cristiana durante la Edad Media, aunque también fue la posibilidad de la Reforma protestante, de la Revolución Francesa, de las revoluciones democráticas en Occidente y luego de las revoluciones comunistas del siglo XX, antes de la entrada de los interrogantes del nuevo siglo, dados los cambios tecnológicos actuales.

El papel, inventado por los chinos hacia el año 105 de nuestra era, entró hacia el año 1100 en España de mano de los árabes, abaratando el precio de los libros respecto del pergamino y comenzando un proceso que culminó en una nueva revolución: la lectura silenciosa, la expansión de los géneros, el aumento del número de lectores y la reinvención de la imprenta de tipos móviles en Maguncia hacia 1440. El autor define la industria de edición de libros como la más antigua de las industrias de comunicación de masas y un fundamental motor del cambio social.

La Revolución Industrial, al permitir la mecanización de las técnicas de impresión accionadas a vapor, influyó enormemente en las posibilidades de expansión del libro en las sociedades. Muchos libros de innovador contenido sacudieron luego las ideas imperantes, como El origen de las especies de Darwin, o las obras de Freud, por citar un par de casos. A la vez, algunos adelantos tecnológicos favorecieron los procesos de escritura y lectura, como la bombilla eléctrica, la máquina de escribir, la producción de papeles baratos...

Para el autor, respecto de las “Nuevas Tecnologías”, nos encontramos en el Paleolítico Superior, a las puertas de transformaciones mucho más profundas. Si bien los procesadores de texto modificaron el modo de producir textos y las computadoras y e-readers amenazan con quitar el trono al libro impreso, el autor defiende la autonomía energética de los libros entre otras virtudes y augura una coexistencia, tal como ocurrió entre el rollo y el códice.

Los lectores asiduos sabemos que no nos gustaría que se nos quede el e-reader sin batería justo cuando estamos por llegar al final de la novela, leída bajo la parra, pero también sabemos que no es posible ir de viaje con 1.500 libros de papel, lo que sí podemos hacer con el dispositivo electrónico... si de pros y contras se trata... Así como la capacidad de imaginar caracteriza al humano, las polémicas siempre quedarán demoradas respecto de los adelantos tecnológicos, mientras los aparatos se van metiendo, más de prisa o más lentamente, en nuestras casas y, hay que decirlo, en nuestras mentes. Si algo hay para rescatar en la obra de Gubern es su capacidad para mostrar cómo los cambios sociales se vinculan con aspectos relacionados con la lectura y la escritura, como causas o como efectos; así que no sabemos si los humanos del futuro, gracias a los dispositivos tecnológicos vigentes y por venir y las habilidades por éstos desarrolladas, nos deparan sorpresas tan grandes como la que significó que el ser humano... hable. En todo caso, de lo único de lo que hay que cuidarse es de que la tecnología nos deje mudos. Estemos atentos, y para eso, bien vale leer este librito.

Anagrama | 2010

Compartir en Facebook      Compartir en Twitter

El nacimiento de la filosofía | Giorgio Colli
por Diego Singer

Lo atractivo de los orígenes insondables es la multiplicidad de sentidos que allí acechan. Así sucede con todo enigma: hay un mensaje oscuro, hay pistas, trazos, un habla que se muestra, que se oculta a la vez y en el que debemos internarnos para encontrar allí alguna verdad. Hay algo de perverso en todo enigma, establece una fractura allí donde el sentido podía suponerse accesible, de esta manera el sentido ordinario se vuelca, se vierte, es per-vertido y di-vertido, conservando la faz lúdica y la faz de crueldad en el enigma. Lo podemos ver claramente en el papel que cumple el mito de la Esfinge: la lucha es a muerte, quien no pueda develar el sentido oculto del enigma será devorado por ella y Edipo, que es el único hombre que logra descifrarlo, logra la destrucción de esta criatura enviada por los dioses. A la vez instancia lúdica, desafío a la sabiduría humana e instancia agónica, de lucha y enfrentamiento.

Podríamos entender que Giorgio Colli (1917-1979) acepta el desafío siempre recurrente de ahondar en el enigma que presenta el nacimiento de la filosofía y así escribe este libro homónimo en 1975. Obra que a la vez discute y hace un homenaje al Nietzsche de El nacimiento de la tragedia. Recordemos que Giorgio Colli junto a Mazzino Montinari se encargó de realizar la edición crítica de la obra completa de Friedrich Nietzsche, que se utiliza hoy en día como canónica en los estudios nietzscheanos. Este especial conocimiento de la obra del filósofo alemán le permite poner en duda algunas interpretaciones que Nietzsche había hecho en su obra temprana, sobre todo en referencia a la figura de Apolo y Dionisos. No hay para Colli una contraposición tan clara entre estas dos divinidades, Apolo no es el dios de la mesura y de la armonía, sino de la locura y la exaltación. Colli sostiene que la locura poética es obra de Apolo y la locura erótica (la embriaguez) es obra de Dionisos. Es el dios solar el que está más cercano al enigma, en el templo de Delfos tiene su oráculo y allí se comunica con los mortales a través de la éxtasis de la pitonisa.

¿Cuándo es que nace entonces la filosofía? O mejor aún, ¿cuáles son los indicios, los desplazamientos de prácticas y de sentidos en los que podemos leer el origen que buscamos? Colli va a tener en este punto una lectura marcadamente nietzscheana: la filosofía es resultado, es criatura atrofiada y falta de vitalidad, es síntoma de una decadencia asociada a la pérdida de la amenaza del enigma, devenido en una especie de justa dialéctica excesivamente racionalizada. “El fondo escabroso del enigma, la crueldad del dios hacia el hombre van atenuándose, quedan sustituidos por un agonismo exclusivamente humano. Quien responde a la pregunta dialéctica ya no se encuentra en un extravío trágico: si resulta vencido, no perderá la vida.”

Hay una zona temporal inmediatamente anterior al nacimiento de la filosofía, conocida como la época de los sabios. La filosofía sería el resultado inevitable de algo que se rompe o que se distancia irremediablemente, desde ese momento no podrá haber sabiduría, sino amor hacia ella, un melancólico y monomaníaco remedo que evoca su falta. No es solamente Giorgio Colli quien tiene esta visión, Heidegger y Lyotard entre otros distinguen a varios de los llamados “filósofos presocráticos” (Heráclito, Parménides, Zenón) como pertenecientes a este momento de los sabios, a la vez últimos depositarios de cierta unidad que ya se está perdiendo y primeros testigos de las nuevas herramientas dialécticas, que pueden llegar a ser tan poderosas como el peligro del dios. Conocemos las famosas aporías de Zenón de Elea, Borges ha retomado el famoso problema de Aquiles y la tortuga en varias ocasiones. Zenón demuestra “que cualquier objeto sensible o abstracto, que se exprese en un juicio, existe y no existe a un tiempo, y además se demuestra que es posible y al mismo tiempo imposible.” Este ejercicio dialéctico permite construir muy poco, porque todo se presenta ya destruido de antemano. Las afirmaciones de Zenón están cercanas a las de Heráclito –apodado “el oscuro”– y sus enigmas, contradictorios y desafiantes como los mensajes de Apolo.

La filosofía está naciendo, pero todavía le falta un paso indispensable: convertirse en literatura. Y va a ser Platón el encargado del golpe de efecto final. En la época de Sócrates y los sofistas, la dialéctica abstracta de Zenón se transforma en retórica: los modos de mostrar la falsedad del discurso del oponente buscan en realidad triunfar en la discusión política. Platón será quien tome ese modelo de discusión, producción y pensamiento que vivía en las calles y en el ágora de Atenas, para cristalizarlas como conversaciones inmortales en sus diálogos, a esto le da el nombre de ‘filosofía’. La amenaza del laberinto y del enigma se ha transformado en sistema. Sólo sobreviven en Platón algunas referencias a experiencias místicas y extáticas que serán silenciadas, junto con la vitalidad del diálogo figurado, con la filosofía aristotélica. “Así nació la filosofía, criatura demasiado compleja y mediata como para contener dentro de sí nuevas posibilidades de vida ascendente.”


Tusquets | 2000

Compartir en Facebook      Compartir en Twitter


Como una bailarina: Nazik al Mala’ika
por Viviana Abnur

Nazik al Mala’ika nació en Bagdad en 1923. Hija de madre poeta y padre editor y profesor de árabe, se dedicó a la poesía desde muy temprana edad. Estudió Crítica Literaria en la Universidad de Princeton y se graduó en Literatura Comparada por la Universidad de Wisconsin. Contribuyó a la fundación de la Universidad de Basra en los años 60 y, a comienzo de los años 70, se trasladó a Kuwait donde se dedicó a la docencia, hasta que se vio obligada a regresar a Irak cuando Saddam Hussein invadió el país en 1990. La Guerra del Golfo de 1990 la llevó a instalarse en El Cairo hasta su muerte, en 2007.

Poeta delicada, crítica de la situación de la mujer en su país, hizo uso con maestría de la lengua árabe e impulsó el movimiento del verso libre en la poesía iraquí. Está considerada una de las más importantes e influyentes escritoras árabes del siglo XX. Entre sus obras se encuentran: La amante de la noche (1947), Astillas y ceniza (1949), El interior de la ola (1957), El Árbol de la luna (1968), Para la oración y la revolución (1979) y El mar cambia sus colores (1999).

 

La bailarina apuñalada

Baila, con el corazón apuñalado, canta
Y ríe porque la herida es danza y sonrisa,
Pide a las víctimas inmoladas que duerman
Y tú baila y canta tranquila.

Es inútil llorar.
Contén las ardientes lágrimas
Y del grito de la herida extrae una sonrisa.
Es inútil explotar.
La herida duerme tranquila.
Déjala y venera tus humillantes cadenas.

Es inútil rebelarse. Nada de cólera
contra el furioso látigo.
¿Qué sentido tienen las convulsiones
de las víctimas?
El dolor y la tristeza se olvidan
Y también uno o dos muertos, y las heridas.

Convierte el fuego de tu herida en melodía
Que resuene en tus labios anhelantes
Donde queda un resto de vida
Para un canto que no callan la desgracia
ni la tristeza.

Es inútil gritar. Repulsa y locura.
Deja al muerto tendido, sin sepultura.
Cualquiera muere... que no haya gritos
de tristeza.
¿Qué sentido tienen las revueltas
de los presos?

Es inútil rebelarse. En la gente, los restos
De venas no dejan circular la sangre.
Es inútil rebelarse mientras algunos inocentes
Esperan ser inmolados.

Tu herida no se diferencia de las demás.
Baila, ebria de tristeza mortal.
Los insomnes y los perplejos están abocados
al silencio.
Es inútil protestar.
Descansa en paz.

Sonríe al rojo puñal con amor
Y cae al suelo sin temblar.
Es un don que te degüellen como una oveja,
Es un don que te apuñalen el corazón
y el alma.

Es una locura, víctima, que te rebeles.
Es locura la cólera del esclavo cautivo.
Baila la danza del fuerte, del feliz
Y sonríe con la felicidad del esclavo a sueldo.

Contén el dolor de la herida:
es pecado gemir,
Y sonríe complacida al asesino culpable.
Regálale tu corazón humillado

Y déjale cortar y apuñalar con placer.

Baila con el corazón apuñalado, canta
Y ríe: la herida es danza y sonrisa.
Di a las víctimas degolladas que duerman
Y tú baila y canta tranquila.

 

Lavar la deshonra

¡Mamá! Un estertor, lágrimas, negrura.
La sangre fluye, el cuerpo apuñalado tiembla,
El pelo ondulado se ensucia de barro.
¡Mamá! Sólo se oye al verdugo.
Mañana vendrá la aurora,
Las rosas se despertarán
A la llamada de los veinte años
Y la esperanza fascinada.
Las flores de los prados responden:
Se ha marchado... a lavar la deshonra.
El brutal verdugo regresa y dice a la gente:
¿La deshonra? –limpia su puñal–
Hemos despedazado la deshonra.
De nuevo somos virtuosos, de buena fama,
dignos.
¡Tabernero! ¿Dónde están el vino y los vasos?
Llama a esa indolente belleza
de aliento perfumado
Por cuyos ojos daría Corán y destino.
Llena tu vaso, carnicero,
La muerte ha lavado la deshonra.
Al alba, las chicas preguntarán por ella:
¿Dónde está? La bestia responderá:
la hemos matado. Llevaba en la frente
el estigma de la deshonra
y lo hemos lavado.
Los vecinos contarán su funesta historia
Y hasta las palmeras la difundirán
por el barrio,
Y las puertas de madera, que no la olvidarán.
Las piedras susurrarán:
“Lavar la deshonra”
“Lavar la deshonra”

Vecinas del barrio, chicas del pueblo,
Amasaremos el pan con nuestras lágrimas,
Nos cortaremos las trenzas,
Nos decoloraremos las manos
Para que sus ropas permanezcan
blancas y puras.
No sonreiremos ni nos alegraremos

ni nos giraremos
Porque el puñal, en la mano de nuestro padre
O de nuestro hermano, nos vigila
Y mañana, ¿quién sabe en qué desierto
Nos enterrará para lavar la deshonra?

 

Yo

La noche pregunta quien soy.
Yo soy su intimidad insomne, profunda y oscura;
yo soy su voz rebelde.
Complazco mi realidad con el silencio
e hilvano mi corazón con la duda.
Y sigo aquí triste,
volviendo los ojos, mientras los siglos me preguntan
quien soy.
El viento pregunta quien soy.
Yo soy su espíritu confuso al que niega
el tiempo.
Yo soy como él, sin un lugar,
seguimos yendo sin acabar
seguimos pasando sin quedar;
y si alcanzamos el declive
creyéndolo el fin del esfuerzo
es el vacío.

El destino pregunta quien soy.
Yo soy como él, un gigante que cubre las edades
y vuelve a darles vida.
Yo invento el pasado lejano
desde la cómoda seducción de la esperanza
y lo vuelvo a enterrar yo
para inventarme un nuevo ayer,
su mañana de hielo.
Yo misma pregunto quien soy.
Yo soy igual que una confusión mirando la oscuridad
sin nada que me de la paz.
Sigo preguntando y las repuestas
persistirán ocultando una quimera
y creyéndola cerca.
Y si la alcanzo se disuelve,
se extingue y desaparece.

 

أنا

الليلُ يسألُ مَن أنا

أنا سرُّهُ القلقُ العميقُ الأسودُ

أنا صمتُهُ المتمرِّدُ

قنّعتُ كنهي بالسكونْ

ولففتُ قلبي بالظنونْ

وبقيتُ ساهمةً هنا

أرنو وتسألني القرونْ

                          أنا من أكون ؟

الريحُ تسألُ مَنْ أنا

أنا روحُهَا الحيرانُ أنكرني الزمانْ

أنا مثلها في لا مكان

نبقى نسيرُ ولا انتهاءْ

نبقى نمرُّ ولا بقاءْ

فإذا بلغنا المُنْحَنَى

خلناهُ خاتمةَ الشقاءْ

                          فإذا فضاءْ !

والدهرُ يسألُ مَنْ أنا

أنا مثله جبارةٌ أطوي عُصورْ

وأعودُ أمنحُها النشورْ

أنا أخلقُ الماضيْ البعيدْ

من فتنةِ الأملِ الرغيدْ

وأعودُ أدفنُهُ أنا

لأصوغَ لي أمساً جديدْ

                          غَدُهُ جليد

والذاتُ تسألُ مَنْ أنا

أنا مثلها حيرَى أحدّقُ في الظلام

لا شيءَ  يمنحُني السلامْ

أبقى أسائلُ والجوابْ

سيظَلّ يحجُبُه سرابْ

وأظلّ أحسبُهُ دَنَا

فإذا وصلتُ إليه ذابْ

                          وخبا وغابْ

Compartir en Facebook      Compartir en Twitter

Más al sur | Paloma Vidal
por Javier Martínez

Este delicado y sutil libro, de certeras pinceladas poéticas, de construcciones ficcionales sólidas que recrean un mundo cotidiano y la dimensión del pasado que conlleva y resignifica, bien puede ser un punto de partida para decir sobre la vida de su escritora, así como la vida de su escritora puede ser dicha a través de sus palabras. Más al sur entrama y recrea sus momentos simbólicos, el lugar del pasado al que se vuelve y su inevitable imposibilidad de concordancia con el recuerdo, la identidad nacional que se debatiera entre su Argentina natal y su Brasil adoptivo/adoptado después de la salida forzada por el exilio de su familia, cuando apenas tenía dos años y que convierte en elección en un momento de su vida. Es ese mundo complejo el que permite, y no por casualidad, que la apertura de este libro sea una anotación para la edición argentina en la que la propia autora confiesa la dificultad de trasladar al español (y más precisamente al español argentino) su propia obra, escrita originalmente en portugués. Como el cazador tentado de caer en su propia trampa, la idea de una reescritura del texto y la angustia confesa que la idea le provocaba, dieron paso a una traducción y, con ella, a la distancia que el traductor tiene del texto. Esa tensión constante de la vuelta al texto y su descubrimiento en otra lengua (la materna) es un aditivo no menor ya que todas las tensiones que recorren los relatos transitan por la misma senda: la del sujeto en tensión con su pasado y sus devenires.

En Viajes, la primera parte del libro, en un tono más confesional y apoyada en relatos en primera persona, Paloma Vidal introduce los viajes en tres momentos de la historia: las visitas a su abuelo, el viaje repentino con sus padres más allá del entendimiento infantil y la adultez donde las preguntas abren la geografía en gajos. De allí en más se desprenden otros viajes, otros personajes, vicisitudes que obligan al personaje de los tres fragmentos a reubicarse, a volver sobre su discurso, a intentar –vanamente– conciliar lo imposible. Y siempre el origen, allá entre líneas, titilando en la bruma, abriendo el abanico de preguntas.

Fantasmas, la segunda parte, aglutina varios relatos independientes, ya con un discurso más despegado que vuelve, inevitable, sobre los mismos temas, incluyendo los viajes que son parte de cada relato. Con una pluma lúcida, sin estridencias, con destellos que producen un encuentro con el buen decir ficcional, Paloma Vidal vuelve y revuelve fragmentos de la vida que en ningún momento se erigen como metáforas sino que son un recorte, una elección para dejarle al lector las puertas del relato. Borde minimalista que no apunta a la diversidad de continuidades posibles sino que son pura y exclusivamente, los límites del relato que la autora elige (nótese el poco inocente uso frecuente de este verbo en esta reseña). Sin ánimos de generar expectativas ni de develar incógnitas –que no son importantes–, quizás La clase de tango sea una clave que puede servir para entender la complejidad del material con el que están construidos los relatos que conforman este libro, porque condensa muchos de los climas y perfumes que lo transitan sin sintetizarlos ni abarcarlos y, por si fuera poco, en su final abre no solo una vasta trama para construir alla carte del lector, sino que la destreza de su remate no solo relanza/resignifica el cuento; efecto que provoca que se disfrute plenamente del encuentro con las palabras que son materia prima y producto de Más al sur.

Eterna Cadencia | 2010


Compartir en Facebook      Compartir en Twitter

La educación de un hada | Didier van Cauwelaert
por Agustina Szerman Buján

Muchas son las cosas que nos unen. El amor erótico, el amor filial, el amor fraternal. La desgracia, en cambio, no sólo nos une sino que nos iguala. No importa que edad tengamos, de qué nacionalidad seamos, ni cuanto midamos la fatalidad siempre es parte del destino.

Su principal motor es la incoherencia que hace que cualquier cosa sea posible. Diagnosticar equivocadamente un cáncer terminal, salvarse de la guerra y caer presa del acoso sexual. Las consecuencias negativas son infinitas, pero como todo lo malo tiene su lado bueno, dentro de la vorágine irracional incluso las hadas pueden habitar el mundo real.

Sezar creyó que había conocido lo peor una vez que dejó Bagdad. La represalia contra los kurdos le costó las marcas que lleva en las mejillas. El teniente Charles Aynon d'Arboud, muerto en un avión militar, dejó huérfano a Raoul de 4 años y viuda a Ingrid de 40. Ninguno pensó que eran posibles  mayores desgracias que las derivadas de la guerra. Mujer y niño se enfrentan al segundo hiato trágico de sus vidas. Raoul sabe que sus padres van a divorciarse, Sezar es acosada sexualmente por su jefe y se salva de la manera mas amarga, molida a golpes por dos misóginos y con un premio de tres costillas rotas.

La desgracia puede ser muy variada. No sólo se manifiesta en la violencia física. Un error médico lleva a una mujer a abandonar a su marido y su hijo por un supuesto cáncer terminal. Los personajes de “La educación de un hada” están en el peor momento de sus vidas. Ingrid y Sezar se ven ante las puertas del Hades. Las diferencias culturales ya no imponen distancias. Dos mujeres nacidas en cunas diferentes se encuentran frente a la misma miseria. Son víctimas de un sinsentido que no tiene responsable directo. La misoginia y violencia volcada sobre Sezar no distingue entre su empleador francés, el señor Mertuil, y los amigotes musulmanes de su “compañero” preso y secretamente en pareja con otra mujer.

El vínculo que une a una enferma terminal y a una irakí expatriada se da a través del nene desolado. Raoul va a conjurar un hada para salvar el matrimonio de sus padres. Sezar deja de ser una mujer torturada para cumplir deseos, las cicatrices en sus mejillas dejan de ser castigos inflingidos por ser kurda para ser marcas de tanto rascarse y pensar en cómo cumplirlos. Un nuevo comienzo aparece cuando su identidad es confundida con la de un hada suplicada a los árboles. Como no hay espacio social para la reparación es el bosque el limbo donde un intercambio entre una mujer/hada y un nene/adulto hace disipar la tragedia. A medida que se acercan al bosque los tiempos vivenciales y narrativos se equiparan. La reparación llega con ayuda de la imaginación y la palabra. La incomunicación que sufren los personajes se termina. Hablar destraba el destino, equivalente al polvo de hadas. Después de la encrucijada cada uno puede seguir su camino.

Es incoherente haber escapado de la guerra para seguir siendo bastardeada, es incoherente dejar a tu esposo e hijo por tener un cáncer terminal que resulta que no existe, pero esa misma incoherencia hace finalmente que los médicos se hayan equivocado, que tus padres no se divorcien y que el Estado francés te conceda la visa de residencia y te otorgue una beca.

Alfaguara | 2002


Compartir en Facebook      Compartir en Twitter

¿Y si contamos?

La editorial Iamiqué, especializada en literatura infantil y juvenil, tiene un catálogo amplio al que bien vale la pena echarle un ojo en el momento de decidir algún regalo de cumpleaños para una niña o un niño de esos a los que les gusta la lectura y que también se sienten atraidos por buenas historias, propuestas enriquecedoras, vueltas de tuerca que los ubique como los sujetos que son y no en una posición pasiva respecto del saber, del hurgar, del curiosear. Y decimos esto con conocimiento de causa, ya que el libro ¿Y si contamos?, de la serie Descubridores, pasó con creces el test de lectura infantil al cual fue sometido en esta redacción. Se trata de un libro de pocas palabras y muchas imágenes, en cuyas páginas los pequeños lectores encontrarán fotografías y dibujos cuyo conjunto de elementos centrales conforman la clásica serie del uno al diez. Serie que se ve apoyada en interesantísimos juegos, construido con imágenes de fotógrafos de distintos puntos del planeta y con una muy interesante mezcla de ingredientes que lo hacen sabroso para los pequeños. Así, el número tres está represntado por tres mineros con la cara tiznada, por tres siluetas blancas en una pard, por tres esquiadores, tres postes en un camino o la familia tipo: padre, madre, hija/o. Y la propuesta apunta más allá, a grupos dispares, a sacarse de encima la uniformidad que suelen padecer los libros para aprender a contar.

En algunos momentos logra un efecto de sorpresa. Por ejemplo, cuando se llega al número siete se lo ve representado por igual cantidad de moáis de la Isla de Pascua y otras tantas niñas saltando al unísono o siete redondeles iguales, dibujados en el suelo. Pero al dar vuelta la página, el mismo número será representado por seis sardinas + un limón; acierto que introduce, de modo lúdico, a las operaciones matemáticas sencillas. Cuando finalizada la lectura le preguntamos a la pequeña lectora qué le había parecido ¿Y si contamos?, levantó el dedo pulgar en señal de aprobación y se fue contenta, con su ejemplar bajo el brazo.

Compartir en Facebook      Compartir en Twitter

37° feria del Libro en Buenos Aires
por Claudia Hartfiel

Este año se realiza la Feria del Libro Nº... ¡37! Creo que fui a casi todas... pero en el marco de las Jornadas de Profesionales del Libro, cuando es un placer recorrer esos pasillos plenos de sorpresas, hablando de libros con editores, libreros, docentes, pero con poca gente, esa es la clave.

Cada año, luego de las Jornadas, volví a ir a la Feria con mi hija y con mi sobrino, para inculcarles eso del “amor a los libros” (que me salió bien, de paso). Pero la excesiva cantidad de gente que había no nos permitió disfrutar los secretos que se guardan en tantos pasillos y rincones, así que nos comimos un pancho, dimos una vueltita por un par de stands predeterminados por el interés de los chicos (el de Japón y el de música) y huimos, yo con dolor de cabeza.

Este año volví a ir a las Jornadas, la Feria vacía, hermosa y la disfruté, sintiéndome orgullosa de pertenecer a ese mundo de alguna manera, sintiéndome tan argentina (y sí, es un fenómeno único en el mundo: no hay Feria del Libro en ningún lado que sea POPULAR, por la que la gente, miles, se comen 4 o 5 cuadras de cola para entrar. La Feria de Frankfurt es para editores, ya que no se venden libros, sino derechos de autor, es bien distinta), sí, casi tan argentina como una tira de asado.

Pero no sé si voy a volver a ir en épocas de gentío. Se ha transformado en un escenario, donde van los políticos a presentar sus libros, se llena de cholulos, de prensa, ya no es un lugar donde la gente se encuentra con los libros sino, una vez más, con la posibilidad de entrar a una pantalla o de ver de cerca a algún “famoso” de cualquier índole. Además, este año vi que le vendieron un stand a una fábrica de souvenirs (¿?), de esos que van sobre las tortas, ni un libro había... ¿Será que en los años siguientes se llenará de otras cosas, además de libros, dado que es tan exitosa? Me dio un poquito de pena...

En definitiva, como no le tengo miedo a las librerías sino todo lo contrario, porque prefiero el silencio de las librerías de viejo, o el de las buenas librerías que tienen silencio y también libreros capaces de responder preguntas y no de ir a la maquinita (otra pantallita) donde escriben mal los nombres de los autores por los que consultamos (pedí una vez un libro de Deleuze y la chica escribió “De Les”), para comprar libros, no voy a la Feria. Pero, tal vez no pueda resistir la tentación, y vaya algún día, siempre después de las 20, momento en que se vacía (al menos el año pasado ocurrió eso), hasta las 22, a ver si me ocurre como cuando tenía 15 años y me encontré con un milagro, la obra poética de Rimbaud, librito que me acompaña como un tesoro y jamás olvidaré, que me cambió la vida, ahí, en la Feria, la querida Feria, que, a pesar del paso de los años, sigue, cada vez con más fuerza.

Compartir en Facebook      Compartir en Twitter