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A menudo me he tenido que comer mis palabras y he descubierto que eran una dieta equilibrada
Winston Churchill

Sabores

A la mesa con Da Vinci

El polifacético artista del Renacimiento deja los pinceles y toma la pluma para retratar qué se entendía por el buen comportamiento en la mesa. A continuación se transcriben dos fragmentos incluidos en el libro Notas de Cocina de Leonardo Da Vinci, que recopila notas gastronómicas atribuidas al genial Leonardo Da Vinci, quien las hubo plasmado en el enigmático Códex Romanoff.

 

De los modales en la mesa de mí señor Ludovico y sus invitados
La costumbre de mi señor Ludovico de amarrar conejos adornados con cintas a las sillas de los convidados a su mesa, de manera que puedan limpiarse las manos impregnadas de grasa sobre los lomos de las bestias, se me antoja impropia del tiempo y la época en que vivimos. Además, cuando se recogen las bestias tras el banquete y se llevan al lavadero, su hedor impregna las demás ropas con las que se los lava.

Tampoco apruebo la costumbre de mi señor de limpiar su cuchillo en los faldones de sus vecinos de mesa. ¿Por qué no puede, como las demás personas de su corte, limpiarlo en el mantel dispuesto con ese propósito?

 

De las conductas indecorosas en la mesa de mi señor
Estos son hábitos indecorosos que un invitado a la mesa de mi señor no debe cultivar (y baso esta relación en mis observaciones de aquellos que frecuentaron la mesa de mi señor durante el pasado año):

Ningún invitado ha de sentarse sobre la mesa, ni de espaldas a la mesa, ni sobre el regazo de cualquier otro invitado.
Tampoco ha de poner la pierna sobre la mesa.
Tampoco ha de sentarse bajo la mesa en ningún momento.
No debe poner la cabeza sobre el plato para comer.
No ha de tomar comida del plato de su vecino de mesa a menos que antes haya pedido su consentimiento.
No ha de poner trozos de su propia comida de aspecto desagradable o a medio masticar sobre el plato de sus vecinos sin antes preguntárselo.
No ha de enjugar su cuchillo en las vestiduras de su vecino de mesa.
Ni utilizar su cuchillo para trazar dibujos sobre la mesa.
No ha de limpiar su armadura en la mesa.
No ha de tomar la comida de la mesa y ponerla en su bolso o faltriquera para comerla más tarde.
No ha de morder la fruta de la fuente de frutas y después retornar la fruta mordida a esa misma fuente.
No ha de escupir frente a él.
Ni tampoco de lado.
No ha de pellizcar ni golpear a su vecino de mesa.
No ha de hacer ruidos de bufidos ni se permitirá dar codazos.
No ha de poner los ojos en blanco ni poner caras horribles.
No ha de poner el dedo en la nariz o en la oreja mientras está conversando.
No ha de hacer figuras modeladas, ni prender fuego ni adiestrarse en hacer nudos en la mesa (a menos que mi señor así se lo pida).
No ha de dejar sueltas sus aves en la mesa.
Ni tampoco serpientes ni escarabajos.
No ha de tocar el laúd o cualquier otro instrumento que pueda ir en perjuicio de su vecino de mesa (ha menos que mi señor así lo requiera).
No ha de cantar, ni hacer discursos ni vociferar improvisando ni tampoco proponer acertijos obscenos si está sentado junto a una dama.
No ha de conspirar en la mesa (a menos que lo haga con mi señor).
No ha de hacer insinuaciones impúdicas a los pajes de mi señor ni juguetear con sus cuerpos.
Tampoco ha de golpear a su compañero mientras permanezca en la mesa.
No ha de golpear a los sirvientes (a menos que sea en defensa propia).
Y si va de vomitar, entonces debe abandonar la mesa.

Fatto in casa: pulpitos fritos

Vivir en las inmediaciones del Barrio Chino tiene una ventaja: un sábado cualquiera, de esos post trasnoche del viernes, uno puede levantarse, ir al mencionado barrio y entrar a uno de esos enormes supermercados en los que, además de conseguir pescado y mariscos frescos, hay una enorme cantidad de productos por probar y sabores por descubrir. Pero como ese sábado cualquiera no es un sábado de innovaciones, decidimos hacer en nuestra propia casa unos pulpitos españoles (valen también los chilenos, claro) combinando una habitual técnica de cocinado, como lo es la fritura en aceite de oliva, con unas verduras saltadas al wok, para estar a tono con la orientalidad. Como la guarnición puede ser otra a gusto del comensal, pasemos directamente a quitarle a los octópodos todo lo indeseable y a lavarlos con agua fría. Escurrirlos y así húmedos se los pasa por harina. En una sartén con abundante aceite caliente, se echan a los enharinados moluscos hasta que la cobertura se ve crocante y los brazos del cefalópodo adquirieron una forma de rulo. Secarlos en papel absorbente de cocina y proceder a hincarle el diente con total desparpajo. Aunque el tinto le va en saga, bien vale acompañarlos con vino blanco o rosado, como el Blanc de Noir de bodega Lagarde. ¡Bon appétit!

Las Violetas | Cerveza artesanal & picadas

El camino que lleva a Las Violetas es el mismo que une el pueblo de San Javier con el cerro Champaquí, en la zona de Traslasierra, Córdoba. Apenas unos kilómetros camino arriba uno se encuentra con esta micro-cervecería artesanal y casa de picadas que ofrece productos de muchísima calidad en un marco geográfico único. Dejarse llevar por las sugerencias de la casa es adentrarse en una picada que en sus múltiples platos ofrecerán al visitante los más diversos y exquisitos escabeches de carnes y verduras, glaseados, patés de verduras, chutneys, fiambres y panes que se sacan chispas para erigirse como favoritos de los comensales. Picada que invita a probar todas las variedades de cerveza que los responsables de Las Violetas elaboran de modo artesanal y manual, desde el picado de los granos hasta su envasado. Doradas, rubias, rojizas, negras, cobrizas y rojas, de cuerpos cremosos, espumas persistentes, son un placer para el paladar. En la recta final, el helado casero de crema americana con salsa de frutos rojos es una explosión dulce que puede considerarse un gran punto conclusivo para un almuerzo o cena de esos inolvidables.

Las Violetas | Camino al Cerro Champaquí S/N | San Javier de Traslasierra | Córdoba | Argentina
Tel: 03544-482213