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La guitarra es un toro con seis cuerdas
Federico García Lorca

Sonoridades

The Felice Brothers vs. Bob Dylan
por Alejandro Feijóo

The Felice Brothers (Team Love Records, 2008)
Intuyo que si les digo que hablamos de dos hermanos y tres amigos autodidactas que se dedican a hacer folk, la mitad de los lectores correrán a esconderse en el refugio antinuclear más cercano. Es lo que ocurre cuando se superponen estereotipos y prejuicios, que la gente tiende a multiplicar el horror en lugar de dividir la atracción que seguramente todos deberíamos sentir ante las familias unidas y los géneros musicales que simulan constantemente haber dado lo mejor de sí mismos.
Para más inri, los cinco integrantes de The Felice Brothers juran y perjuran que nunca habían tocado instrumento musical alguno antes de lanzarse a la bohemia de los pasillos del metro neoyorquino. Algunos años después parecen haber abrazado el profesionalismo, aunque en una versión rural, toda vez que sus discos se graban en un gallinero reconvertido en estudio. En cuanto abandonan el maíz pisingallo, se embarcan en giras que se reencarnan en más giras, haciendo de lo colectivo ago más que una polisemia rodante. Porque la propuesta de TFB se hace cuadrilla allí donde la iconografía del folk folclórico presenta al tótem detrás de las seis cuerdas y, con suerte, una armónica colgada de un gancho.
TFB suenan etílicos, lisérgicos, en las antípodas del almidón, con coros que cualquiera podría reconocer en el ocaso de una ronda de amigos bebedores con ganas de invadir la sesión trasnoche de un cine de barrio. No tienen, para oponerse, el ya antaño escudo de la guerra de Vietnam, aunque en este siglo tampoco les falten estímulos bélicos contra los que encolumnarse. A cambio de doctrinas, desprenden un entusiasmo contagioso y una congénita tendencia a la imperfección que no admite lecciones de pureza. Los hermanos Felice y su amistosa compañía están de fiesta. Y aquel que no corra a unírseles, que cargue con su propio notebook.

 

Blonde on Blonde (Columbia Records, 1966)
A estas alturas del fin de la historia, deben de ser más los humanos que hayan escrito sobre Dylan que los que lo han escuchado. A causa de esta devoción el artista se hacía tótem, al tiempo que Robert Zimmerman iluminaba a generaciones de padres, hijos y nietos, conformando alrededor de su voz rasposa y su poesía una familia de feligreses que, habiendo arriado o planchado sus banderas, le destacan hoy en su galería de mitos y submitos. Esta es una realidad. A partir de aquí podemos abordar la sinuosidad de los gustos, la mayor o menor nitidez de nuestros recuerdos, la altura de una emoción... Pero nadie discute el silencio que dejaría su ausencia. Sería como echar la culpa a los moáis del viento que arrasa la isla de Pascua.
No deja de resultar peculiar que un hombre que realizó viajes tan vertiginosos como los emprendidos por Dylan goce hoy de un embalsamamiento que lo mantiene sujeto al sepia con el mismo celo con el que un taxidermista mima la piel de su pieza. De bandera del cambio (al decir periodístico) a coquetear con nobel de Literatura; de plantar flores (metafóricas) en las bocas de los fusiles a rasguear frente al papa, los viajes vitales de Dylan, reconozcámoslo, siempre han de resultar infinitamente más banales que la más banal de sus canciones (tiene varias). Pero estas palabras, que intentaban rondar lo musical, son la prueba de la potencia del mito y de la cadena de rendiciones que este provoca. En última instancia, ¿quién no ha pensado alguna vez que su padre hacía boludeces y no por eso corrimos a recortar las fotos del álbum familiar?
Como fuere, en iPods o en gramolas, a diestra o a siniestra, huraño o excepcionalmente risueño, Dylan it’s just like a estatua. No hay tropezón que lo alcance, ni desentono que lo desdibuje. Te queremos, Bob.

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Leches elementales y de las otras
por Van Gogh i Tyson

Como bien dice uno de los aciertos de la biblia, las buenas leches primero pregnan y luego alimentan. También dice que no deben dejarse caer sobre el porcelanato, pero esa cantinela, que se disfruta haciendo girar el disco en sentido antihorario, podria ser eje de una nota que no es esta.

Volviendo a lo nuestro, hoy vamos con uno que de hacer hijos, darnos de comer y derramar buena leche a troche y moche sabe un rato largo: Luis Alberto Spinetta.

A través de su luminosa carrera que ya lleva más de 40 años (y de la que, afortunadamente, todavía no se ve el final del tunel), este pibe no para de reinventarse.

Almendra, Pescado Rabioso, Invisible, Jade, Los socios del desierto y otras entrañables formaciones que no pasaron por la pira bautismal fueron sus compañeros y cómplices de una cuarentena de discos que son la banda de sonido de la historia del rock vernáculo. Desde aquí recomiendo la web (no oficial) www.jardindegente.com.ar, que consigna información bien ordenada y detallada de su discografía y de la totalidad de sus letras.

A modo de ilustración, ya que me sería imposible elegir únicamente uno entre todos sus temas (y ya sabemos que en internet el espacio es tirano), pasemos a ver una version, que para algunos puede ser polemica, pero que aqui, calza como anillo al dedo de capitán [Beto], de uno de sus primeros standars recreado junto a sus hijos y su actual banda.

Ladies and señores, con ustedes Ana no duerme.
Buenas noches.

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(All I Wanted Was) Danger | The Milk
por Alice M. Pollina


Ricky Nunn (guitarra, voz), Mitch Ayling (batería), Luke Ayling (bajo) y Dan Le Gresley (guitarra) siempre estuvieron juntos. Pasaron toda la adolescencia, en Essex, Inglaterra, haciendo música en una banda punk hasta que decidieron dedicarse al género que escucharon desde chicos: el soul clásico de los sellos Motown, Stax  y  el ska y dub de Trojan Records.

Hace unos días, el 27 de marzo, editaron su debut discográfico “(All I Wanted Was) Danger” / “Dynamite”, producido por Brad Baloo, de The Nextmen. El single fue muy esperado porque el grupo venía cosechando elogios de publicaciones como: The Guardian, la BBC 6 Music, y The News Of The World que dijo que The Milk era  “la crema de 2011”.

La expectativa creció además, por los comentarios boca a boca sobre lo intensos que son sus shows en vivo, siempre con entradas agotadas, donde la banda une canciones del mejor y más explosivo northern soul con intermedios de hip-hop inspirados en el disco “Paul´s Boutique” de Beastie Boys. La música y la energía fluyen sin interrupciones.

The Milk se suma a la corriente de artistas que mantienen muy vivo en estos días al soul blanco anglosajón, que tiene a Adele en el tope del chart de Billboard y a los irlandeses The Commitments en su formación original, reunidos y haciendo conciertos para festejar el vigésimo aniversario de la película de Alan Parker.

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Elemental | Luis Agudo & Pablo Bobrowicky
por Javier Martínez


En el pasado mes de marzo, en Virasoro Bar (Guatemala 4328, CABA, Argentina) Luis Agudo y Pablo Bobrowicky presentaron Elemental, el primer trabajo de estos músicos de extensa trayectoria discográfica y escénica. Lejos de los formatos jazzeros más tradicionales a los que nos tenía acostumbrados el guitarrista de la zona Oeste, esta pareja sonora con Luis Agudo explora otras texturas que, sin alejarse definitivamente del jazz, dejan permear otros sonidos, otras musicalidades, otras estructuras. En gran parte, es reultado de la elección de subirse al escenario los dos solos, del mismo modo en que grabaron el disco, uno con su guitarra eléctrica, el otro con un set de instrumentos de percusión que parece no tener fin: tambores de agua, djembe, m'bolon, pandeiro, berimbau, el entrañable hi-hat y su fiel compañero el tambor, una sarten y sigue la lista... Según Bobrowicky la intención era que, aún sin estar presente en sonido, el jazz estuviera en la cabeza de los espectadores y resonara allí, en algún rincón recóndito de la memoria; cosa que logran holgadamente. En estos días en que las cuestiones de fugas de radiaciones en Japón han permitido que el gran público acceda a términos técnicos, voy a hacer uso de ello para graficar este encuentro entre dos grandes músicos. Si bien lo descripto parece reseñar a uno de los tantos espectáculos de fusión entre jazz y otras músicas que cualquiera de nosotros pudo haber presenciado o escuchado, lo que más aplica a la performance de Bobrowicky y Agudo es el término fisión, es decir, el que produce la explosión musical a partir del encuentro, de la ruptura de los núcleos, con la consecuente elevación térmica que ello implica. Eso es lo que sucede en momentos en los que el dúo interpreta a Sonny Rollings o a Thelonius Monk, pero que también se extiende a las composiciones de cada uno de los miembros del dúo, lo cual queda bien reflejado en el tema Los metales que los españoles no se llevaron. Que Agudo haya tocado con varios monstruos de la música contemporánea (Dizzy Gillespie, Bill Evans, Astor Piazzola y Atahualpa Yupanqui entre otros) y que Bobrowicky esté incluido en un compilado de los mejores guitarristas del jazz (junto a George Benson, Django Reinhardt, John Scofield, Biréli Lagrène y otros) es algo que se nota en lo que hacen y no en cómo lo hacen ni en como se presentan, lo que es lo mismo que decir que se trata de esencia, de contenido, de ganas de hacer música y no de meras formas.

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Búfalo | Esteban Sehinkman
Limbo records| 2007

Vitraux, collage, patchwork. Todas esas palabras no alcanzan para definir Búfalo, el segundo disco del pianista Esteban Sehinkman, aunque todas ellas podrían aplicar para decir algo sobre él. Seguramente es por la textura diversa, topológicamente irregular, con marcas de música clásica, jazz y otras tramas. Sin embargo, lo que el septeto transmite traza un camino melódico que recorre el disco de principio a fin, poniendo en evidencia la riqueza de este encuentro de muy buenos músicos. Sehinkman parece poner los temas del disco entre un paréntesis que bien podría ser interpretado como los límites en los que se moverá el disco. Una intro que, según el propio autor, es una cita casi textual de La Catedral Sumergida, de Claude Debussy y Kiki, un bonus track que es la versión solo piano de uno de los temas que compuso el propio pianista. Es entre lo clásico y el riesgo más moderno, entre los temas de otros (In between days, de The Cure) y los propios, entre el jazz más puro y la interesante mixtura con otras texturas musicales, entre la disonancia más radical y la asonancia más melodiosa, entre la melancolía y la alegría estruendosa, que transita la escucha de este Búfalo que embiste a fuerza de una música potente, sólida y, por sobre todo, llena de riqueza.

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Por el aire | Eleonora Eubel
Acqua Records | 2010

En el cuarto disco de esta cantante argentina se juegan muchas cosas. Nacida en estas tierras de amplias pampas húmedas, es inevitable que ciertas aristas del folklore se inmiscuyan en una propuesta sonora que, a todas luces, hace pie en el jazz. Intromisión buscada, más como ínter-texto que como fusión, el color que tendrá el disco está jugado desde el primer corte, Viento sur en el cual la baguala hace estribillo. Y aún más: pone de manifiesto la ductilidad de la voz de esta muy buena cantante; valoración hecha en base a su posibilidad de transmitir con ella aquello que corre por sus venas musicales y a su notable precisión. El título del disco, Por el aire, aporta algunas lecturas posibles: lo imprescindible para vivir, lo inasible, el vuelo, la elevación, el estallido. Todo ello está plasmado en 11 temas entre los cuales se destacan el citado que da el puntapié inicial y Conjuro, tema en el cual confluyen todas las apuestas de este muy buen disco. Enrique Mendoza en guitarra, Carto Brandán en batería y Julián Montauti a cargo del contrabajo sostienen una base sonora a la altura de las circunstancias, con la participación de Enrique Norris en corneta.


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Video sorpresa


El multipremiado video Coffee and TV, de los británicos Blur tomó como eje narrativo una de las formas que los yanquis tienen de buscar a las personas perdidas: poner su foto en los cartones de leche que, lógicamente, abundan en las casas de la gente. La simpática cajita que lo protagoniza, de nombre Milky, fue creada por la empresa que Jim Henson, el padre de Los Muppets, fundara en 1979.

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