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Lo juro por la luz eléctrica que me alumbra.
Niní Marshall

Blablablá

Nueve pasos (Primera parte)
por Alejandro Feijoó

Demoro cerca de una hora en llegar a lo de Eva. Bastante, pero menos que los cinco años que hemos tardado en volver a vernos. No conozco su nueva casa, en este barrio flamante nacido al sol del ladrillo. Tampoco conozco a su hija, a quien Eva y su marido también acaban de conocer. Sinceramente, soy incapaz de acertar con el nombre de la niña; lo leí en el Power Point con que me había invitado mi amiga, una presentación muy dulce hecha seguramente por su esposo, pero no me alcanzó para hacer un vínculo verbal. Es igual. Eva fue una chica que ahora ya no es, y a quien conocí cuando nadie quería saber nada de hijos. Ni de dinero. Yo sigo igual. Ella ya tiene ambos, aunque apenas lleva tres semanas ejerciendo de madre. Aun con este escalón que hoy nos separa, y salvando esa manía madura de “volver a verse”, llego entusiasmado a esta urbanización fantasma, las calles con nombres de colores: calle Rojo, calle Amarillo. No veo la calle Negro.

Tras pasar dos veces por la esquina de Verde con Gris (el bar a medio abrir, los cristales encalados), venzo el pánico, interrumpo a un atleta ocasional y en un momento encuentro la calle que buscaba. Aparco frente al número 3. Una joven latina se afana por abrir la puerta, no suelta las bolsas, el manojo de llaves no es suyo. Junto a ella luce un carrito, modelo todoterreno, que emite un maullido largo, como el rezo de una multitud. Confirmo el número del portal, confirmo el teléfono móvil en mi bolsillo, me presento. La joven da un paso al costado y me señala el camino a la cerradura indicándome que La señora está dentro. Sé que ella sabe quién soy yo, Eva le avisaría de mi visita, me lo descubre su sonrisa al oír mi nombre, aunque los dientes no tardan en ahogar la complicidad. Levanto el carrito del lado de la cabeza y subimos las escaleras breves de la entrada, los tres, la chica latina, la niña llorona y un servidor, llaves en mano.

Eva ya está desbordada antes de que nosotros pisemos la alfombra de la entrada. Me saluda efusiva y lejana, como si acabara de salir de una reunión de dirección; creo que suda o se ha duchado; quizá tenga un gimnasio en esa casa chillona, de serie de televisión. Sigue delgada como siempre; pienso que ser madre sin pasar por preñez ni parto debe contribuir a la línea; a pesar de la ventaja, los cuarenta parecen duplicarse sobre sus hombros y, para qué seguir negándolo, alrededor de sus caderas ya medanosas. Tras un diálogo corto o seco con Eva, la empleada desaparece con la niña y el carrito y un rastro de llanto se ahoga por el pasillo y después a la izquierda.

En el aire queda un agujero que empieza a llenar el humo del cigarrillo de Eva. Me sorprende que fume, aunque no más de lo que me sigue sorprendiendo cada mañana saberme sin recaídas. Controlo las ventanas de ese salón asimétrico, casi todas cerradas. No sé qué me dice, pero cuando me pone la mano en el pecho no necesito ver sus ojos: me alcanza el peso de ese brazo que trae un cuerpo que duele como dos.

–No puedo más.

Tres palabras que matarían cualquier noviazgo, todo matrimonio, abren nuestro encuentro tras estos años. Cómodo no es la palabra que mejor define mi estado en ese momento. Yo vengo a otra cosa. No digo una fiesta pero si más gente, dicha por la nueva, platos, dispersión. Algo de aquella luz. El salón huele a azufre. Quizá ella espera que yo conteste. Creo que hace un año que estoy de pie junto a esta lámpara de papel chino; si saliera huyendo volvería a pasar por el bar con los cristales encalados. A quién se le ha perdido qué buscando dónde. Dónde: en Iquitos, se responde Eva agitando el brazo y haciendo ruido con las pulseras. El qué: Cristal (el nombre es el nuevo; ahora no recuerdo el nativo que portaba la niña antes del pago). Ella impulsa su relato con énfasis, como si fuera obligatorio entender. Me esfuerzo en la atención y en un par de minutos sé que el negocio es claro: él es estéril, quiere adoptar a todo precio, y ella acepta como si tuviera que devolverle algo, Raro ¿no? Y ahora él trabaja fuera todo el día, y por las noches duerme, el ciclo circadiano del gallo proveedor.

Cambio de pierna, dispuesto a abrir el temario; a pesar del sudor de manos quiero saber qué ha sido de aquella chica animosa. Pero Eva, siempre atenta a los detalles, ya me especifica que es por eso que Cristal llora de día, la mantienen despierta para que duerma de noche; la chica la saca a que le dé el aire, antes de hacerle la comida, darle de comer y ahí sí, se echan las dos en el sofá a ver la tele y la niña duerme una siesta, mientras la chica zapea entre novelas y romances y también cabecea hasta la merienda. Y ahí aprovecho, respira Eva, para hacer mis cosas. Me muevo sobre los pies, como si fuera a decir algo. Aún no nos hemos sentado, la niña sigue llorando en la cocina, aunque me parece que menos que antes. Es casi mediodía, y nuestros cuerpos se apagan contra el fondo del salón.

Continuará...

Las blabletas del mes
por El Conejo Editor

 

Las tejas de Ringo y el inodoro de John
Mike Norris quería armarse una casa. Nada más complicado que construir desde cero en la ciudad de Liverpool. Pero como Norris es esencialmente bueno, el mes de agosto le deparó una sorpresa agradable: la comuna de su ciudad está dispuesta a demoler la casa en la que nació Ringo Starr, uno de los cuatro tipos más queridos por el viejo Mike. Munido de paciencia, carretilla, colchón y carpa, se instaló frente al 9 de Madryn St. a la espera de que comiencen los trabajos con la esperanza de rescatar, cuanto menos, algunas puertas y ventanas. Sin embargo, su alegría beatlemaníaca no deja de estar de parabienes. En una hoja de un periódico que el viento le alcanzó, como por arte de magia, pudo leer que en estos días se subastará el inodoro de porcelana que, años ha, John Lennon descartara de su propio hogar en 1972, ofreciéndoselo a su constructor como maceta. Solo queda esperar que se decidan a reventar alguna de la casas de McCartney o que salga a remate la olla en la que Harrison preparaba sus ya famosos ravioles de la India...

 

El robot nuestro de cada mes
Parece mentira pero no lo es: desde que lanzamos la revista al mundo, la robótica no deja de darnos noticias jugosas para esta sección. En esta oportunidad, el matrimonio británico Ellis se destapó con AIMEC, un niño robot más parecido a los secuaces blancos de Darth Vader que a los buenos cristianos de Tony y Jude, sus padres / inventores (tachar lo que para usted no corresponda). El buenito de AIMEC no sólo le puso alegría al hogar: corta el pasto, si no entiende de qué catzo le hablan lo busca en la web, hace chistes cuando sus progenitores se acercan, reproduce la música que les gusta a los Ellis, imita a C3PO y otros robots famosos, se despereza cuando se despierta... El colmo de la ternura latífera. Según el ahora feliz matrimonio con Pinocho propio (y dueños de Conceptioneering, una fábrica de juguetes especializados en el uso de la tecnología), los AIMEC llegarán al público sediento de hijos en la módica suma de U$ 300. Si le sumamos que no usa pañales, no toma leches maternizadas, ni necesita de una buena educación formal ni de obra social, por citar algunos tips, en términos puramente financieros, AIMEC es mucho más barato que un niño de verdad. Sin embargo, si usted piensa que con AIMEC dormirá plácidamente toda la noche, asegúrese de dejarlo enchufado, ya que grande fue el susto cuando, en medio de una noche, el pequeño circuitado despertó a los Ellis porque tenía la batería baja...

 

El huevo, campeón moral
Cuando era chico, detestaba quedar engrampado en el mecanismo sin fin del Cuento de la Buena Pipa. Dieras la respuesta que dieras, nada satisfacía a ese otro angurriento de repetición:
–¿Querés que te cuente el cuento de la Buena Pipa?
–Sí, dale...
–Yo no te dije “Sí, dale...”, te pregunté si querés que te cuente el cuento de la Buena Pipa
Y así ad aeternum. Caso similar pero a nivel Humanidad, se ha vivido por no encontrar una respuesta satisfactoria a otra pregunta capsiosa. “¿Qué fue primero: el huevo o la gallina?”. Larguísimas horas de cavilaciones y supuestos acaban de llegar a su fin: en un esfuerzo conjunto entre las universidades de Warwick y Sheffield, los científicos han llegado a la conclusión de que primero fue la gallina y luego el huevo. Y no hay tu tía: la proteína ovocledidina-17 no se equivoca. Para quienes acaban de perder su objeto de pensamiento en interminables noches de insomnio, les sugerimos volver a la buena pipa y su mecanicidad que no necesita de pruebas, científicos ni proteínas.

 

Efímeros
"Todo es efímero. Ahora efímero. ¡Como corre el tiempo!" El tema de Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota es aplicable ya no al tiempo lógico, ni al cronológico, sino al tiempo de fama que distintos animales están teniendo en los últimos meses. Al ya jubilado, y por ende olvidado, pulpo Paul, se le ha sumado un nuevo número de videncia animal: el cocodrilo Harry quien en su hábitat artificial se expidió sobre el resultado de las elecciones en su Australia natal. Antecedentes, tiene: eclipsado por la fama lograda por el octópodo inglés, residente en Alemania, este mismo reptil arcosaurio, pronosticó que España ganaría la copa del mundial de fútbol 2010. Por lo visto, es esperable una aparición masiva de distintas especies animales que nos deslumbren con el don de la adivinación. A fin de cuentas, Andy Warhol tenía razón: las viejas y sostenidas tiras del Pato Saturnino, Lassie y otros famosos provenientes del reino animal fueron trocadas por los consabidos 15 minutos de fama. Y pensar que se reían de mi tía abuela Elba cuando decía que su perro Chilo le decía “mamá”.

Panteras negras
por J. Martínez

En octubre del año 1966, el mismo año de edición del album Revólver de Los Beatles, se fundó en Oakland, California, el partido Pantera Negra de Autodefensa, popularmente conocido como los Panteras Negras. Con fuerte arraigo en las raíces afroamericanas, los Panteras Negras nacieron a la luz del discurso reivindicativo de la negritud de Malcom X. Tas el asesinato del popular dirigente negro, decidieron radicalizarse y armarse. El FBI no tardaría en hacerlos blanco, valga la parábola racial, de persecuciones y encarnizados ataques. Si la legalidad actuó activamente contra este grupo radicalizado, era de esperar que grupos paramilitares fascistas los siguieran en su camino.

Bastan algunos nombres para entender el arraigo y las simpatías políticas que despertaron los Panteras Negras en la comunidad estadounidense: el rapero Tupac Shakur, muerto a consecuencia de una balacera después de asistir a una pelea de Mike Tyson; Angela Davis, las más conocida de las activistas afroamericanas; el actor blanco James Cromwell y el actor negro Danny Glover; Nile Rodgers, fundador de la bada de música disco Chic, conocidos en estas pampas por su éxito Le freak, y siguen las firmas...

Estas eran las reivindicaciones que los Panteras Negras plantearon en sus inicios:

• Total libertad para determinar el destino de la comunidad negra;
• Pleno empleo la comunidad negra;
• Fin de la rapiña de la comunidad negra por parte del hombre blanco;
• Viviendas decentes, apta para el ser humano;
• Educación que represente la historia de la comunidad negra y su papel en la sociedad norteamericana;
• Salud pública y gratuita para todos los hombres negros y la gente oprimida;
• Exceptuar a los hombres negros del servicio militar;
• Cese de la brutalidad policial y el asesinato sistemático de la gente negra;
• Amnistía para los hombres negros detenidos en las prisiones norteamericanas;
• Juzgados de gente negra para la comunidad negra, de acuerdo a lo previsto en la constitución de los Estados Unidos

Uno de los casos más destacados está íntimamente relacionado con uno de los apellidos más conflictivos respecto de la negritud en los EE UU, y ese apellido es Jackson. Pero esta noche no hablaremos del mutante Michael sino a George Jackson, un joven que se convirtió en uno de los estandartes de los Panteras Negras. En 1961, cuando apenas tenía 18 años, George Jackson fue arrestado por la policía por un asalto de una gasolinera. ¿El botín? 70 dólares. Jackson nunca recuperaría la libertad. Los Panteras Negras lo nombraron su mariscal de campo. La propuesta corrió como un reguero de pólvora y la organización de los reclusos negros fue un hecho que amenazó la prepotencia del sistema carcelario blanco y fascista. 8 de los 10 años los pasó en celdas de máxima seguridad. Durante ese tiempo, estudió a Marx y a Mao, organizó a la gente de su comunidad para enfrentar los abusos cotidianos de los carceleros en el penal de San Quintín.

Según la versión oficial, el 21 de agosto de 1971, Jackson intentó escapar de la carcel de San Quintín escondiendo una pistola automática bajo una peluca afro. Un guardia le vio algo metálico en el pelo, Jackson intentó escapar y fue baleado. Un argumento tan inverosímil que recuerda a otras muertes producidas por los tan cercanos gatillos fáciles. Al momento de su asesinato, James Baldwin dijo: "Así sea. Está muerto. Ni su hermano menor, Jonathan, ahora muerto, ni Angela Davis, ahora encarcelada, nunca mataron ni asesinaron a nadie. Los crímenes fueron cometidos por la policra nor teamericana. En resumen, estos asesinatos e intentos de asesinatos han sido llevados a cabo por el Estado norteamericano a fin de servir a los interes es es tadoun idens es, que fundamentalmente involucran sus inversiones en EE así como en el resto del mundo", palabras recogidas de la revista Contracultura, editada por Miguel Grinberg en septiembre de 1971, apenas días después del asesinato. "No quiero morir dejando como único monumento unas pocas canciones tristes y un montecillo de tierra. Quiero dejar un mundo liberado de basura, contaminación, racismo, estados nacionales, guerras y ejércitos de estados nacionales, ostentación, intolerancia, estrechez de miras, mil clases de mentiras y la economía usurera y licenciosa". Palabras de Jackson, palabras de un pantera negra.