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Primero va el comer, luego va la moral
Bertolt Brecht

Sabores

Lo de Paka | Parrilla

Si andás por los barrios de Núñez o Belgrano y buscás una parrilla en la que la carne sea rica, preparada a tu punto de cocción, con un ambiente agradable y mesas cómodas, con ensaldas frescas y una buena carta de vinos, una buena opción es encarar hacia Congreso y O'Higgins, ahí nomás de ese paso a nivel ferroviario en el que, durante las mañanas de los días laborales, los automovilistas, taxistas y camioneros liman difrencias e insultan su mala sincronización. Lugar apto para encuentros de familias, amigos o parejas, donde lo fundamental está puesto sobre la mesa. De los favoritos de esta revista: el lomo a la parrilla, acompañado de ensaladas de hojas verdes con parmesano y una buena porción de fritas bastón que, si el cocinero está inspirado, nada tendrán que envidiarle a las que se cuecen con la mejor tradición casera. Si de entradas se trata, nada como una buena provoleta o una porción de mollejas para que la vida te vaya mejor. Se recomienda consultar con los mozos el tamaño de las porciones y lo recomendado del día.

Lo de Paka | Avda. Congreso 2011 | Belgrano | CABA | Argentina
Tel: 4701-3857
Abierto de martes a domingo; mediodía y noche.

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¡Todos de pie!

Hay una gran tradición, vinculada a la masa, la salsa y la muzzarella, que conviene despuntar de tanto en tanto, preferentemente entrada la tarde temprana o atacando porciones a la hora del atardecer. En un paseo gastronómico-urbano, les proponemos un recorrido por algunas tradicionales pizzerías de Buenos Aires que tienen dos factores en común: la últimamente cuestionada pizza de molde y poder comer sus deliciosas porciones de pie.

Aprovechemos uno de esos domingos con sol y clima agradable, de esos que dan ganas de caminar y darse algunos gustos. Un día ideal para ir a ver de qué se trata eso del auge del turismo y mezclarse con hombres y mujeres de distintos puntos del planeta en un barrio que, en días como el supuesto, los hace coincidir en tiempo y espacio: San Telmo. Ya recorrida la feria, subir por la calle Defensa hacia la zona de Plaza de Mayo. Saliendo del gentío bullicioso, y a pocos metros de la intersección con la avenida Independencia, uno se topará con la pizzería Pirilo. ¿No la ven? Fíjense bien, porque está ahí. Local pequeño, sin mesas, con un horno de barro que provee de pizzas desde la década de 1930. Antes de ir al cielo de los maestros pizzeros, el gran Pirilo se destacaba por una de las más insólitas innovaciones en el mundo de la pizza: las mandaba al horno con la muzzarella hacia abajo, en contacto con la pizzera. Vale la pena dedicarle una porción. Además, esta pizzería no sólo conserva costumbres y moldes desde hace 80 años: algunas de ellas son los últimos bastiones de una resistencia al embate de los tiempos y sus circunstancias, pero también lejos de la nostalgia.

Y ya que mencionamos al tiempo, es hora de llegar hasta avenida Rivadavia y caminar hacia el Congreso Nacional, ver las increíbles cúpulas de algunos de los imponentes edificios clásicos que se yerguen a lo largo de unas quince cuadras, doblar por avenida Callo hasta Bartolomé Mitre para llegar a La Americana, una de las pizzerías emblemáticas de la ciudad. Acodarse en la barra y pedir una de muzzarella y un vasito de moscato. Tampoco nadie va a reclamarnos nada si, ya que estamos ahí, le hacemos honor a una de las empanadas de carne más tradicionales, con su clásica aceituna verde con carozo y todo.

Satisfecha la segunda etapa, retomamos Callao hacia Libertador hasta llegar a una de las esquinas de referencia del porteñismo: la que hace con avenida Corrientes, la que nunca dormía. Sin cruzar, doblamos a la derecha hasta el 1368 donde está Güerrin (pronúnciese guerrín), pizzería en la que nada del mundo debería impedirnos continuar en la clásica línea de la muzarella aunque se pueden probar una de verduras o una de morrones. ¿Moscato? Sí, adelante... Pero si vamos a mezclar, que salgan chopps de cerveza tirada y nos quedamos en el lúpulo hasta terminar el recorrido.

Bajamos por Corrientes, cruzamos la avenida más ancha del mundo, la 9 de Julio y seguimos conservando nuestra mano de circulación. No mucho más allá, apenas unos metros después del Teatro Opera se ecuentra Las Cuartetas. Aquí sí, sea cuál sea la elección líquida, dejamos la tradicional redonda por un rato y nos pasamos a la cuadrada. Siempre calentita en un horno especial, se encuentra la joya de la casa: la fugazzeta. Con masa de fugazzeta. Con mucha cebolla. Rellena de queso cuartirolo, como corresponde. Con una capa de muzarella. Una Fugazzeta, digamos. Entiendo que puedan sentir que deberíamos cerrar el tour pizzero para pasear a la vera de las dársenas de Puerto Madero.

Pues bien, paseo mediane o no, el subterráneo de la línea B nos dejará en una esquina fundamental en la historia de esto de comer las pizzas de pie: Corrientes y Lacroze, pleno barrio de Chacarita. Allí está El Imperio, que mantiene su hidalguía a fuerza de soportar las reformas que la hicieron más correcta, algo más limpia e igual de desatenta que siempre; este último, sello característico que no queremos que pierda. Sus porciones abundantes y con una masa de una humedad única quizás sean producto del recuerdo imborrable de tardes y anocheceres, pero vale la pena darnos una vueltita y comprobarlo con nuestros propios paladares.

Para finalizar el recorrido, caminamos unas cuántas cuadras hasta avenida Cabildo, esquina Monroe. A pocos metros se mantiene, como si el tiempo le fuera ajeno a ese sector del mundo, la pizzería Burgio, bodegón con todas las de la ley, en la que se come una pizza de molde que los adictos a ese formato reconocerán como una de las mejores que puedan haber probado. Atendido por imperdibles mozos acostumbrados a los borrachines consuetudinarios.

¡Bon apetit!

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La morada | Comida criolla

Entrar en La Morada es, mirado con cierta simpatía, como entrar en el túnel del tiempo. Más precisamente, en el túnel de la nostalgia. Si hay algo barroco en el microcentro de la ciudad de Buenos Aires, eso es el interior de este local que, del mejor pensado, puede entenderse como un museo de la memoria popular colectiva de los alrededores de los años 1960. Vitrinas plagadas de muñecos, muñequitos y muñecotes; publicidades que reflotan del fondo de los tiempos, como el viejo cartel de Hesperidina; fantasmagóricos productos de marcas que desaparecieron de la faz de la ciudad; botellas de vino de mesa del que se bebía en la casa de nuestros abuelos hace 40 años atrás; y más juguetes, multiplicados: varios Topo Gigio; unos cuántos Hijitus; demasiados Petete; Leoncio, Laurel & Hardy, los Picapiedras, los enanos de Blancanieves y la corte del Chavo (que no es de entonces pero que chorrea nostalgia), todos de rigurosa goma; banderines; pósters; cajas; discos; almanaques; lo que se les ocurra... Una vez superado el shock visual (y probablemente emotivo, pero es entrar en terreno pantanoso) queda lugar para degustar algunas especialidades de la cocina criolla. Guiso de lentejas, locro y empanadas de carne cortada a cuchillo, son los tres platos que merecen ocupar un hipotético podio. A la hora de los postres, el flan con dulce de leche es un encuentro ineludible.

La morada | Hipólito Yrigoyen 778 | Monserrat | CABA | Argentina
Tel: 4343-3003
Abierto de lunes a viernes; mediodía y noche. Sábados sólo noche.

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