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Si partimos de que algo que no tiene sentido no puede ser esencial en el desarrollo de un discurso, simplemente perdemos el hilo.
Jacques Lacan

Escritos

Apuestas
por Andrea Barone

Cuando un sujeto consulta a un analista, cuando decide embarcarse en la travesía que implica un análisis, realiza una apuesta. Apuesta sin garantías, en la que necesariamente se ponen en juego pérdidas y ganancias, teñidas muchas veces por la sorpresa, por el encuentro: de un alivio esperado donde se esperaba un efecto angustiante; de otro efecto de la misma palabra que, en tanto puesta en juego con un analista, una oreja que escucha, vía la que es posible el escucharse, resuena de otro modo, palabras que cobran otro valor, otro sentido, resignificando también porciones de historia, posibilitando la elaboración de un saber y un hacer; encuentro con algo que empieza a resultar un tanto angustiante quizás a pesar de que antes funcionaba, familiarmente, tan cercanamente; encuentro con los más y los menos, las diferencias con relación a lo esperado, a lo creído, a lo que se tiene; el no era para tanto o no fue tan poco, tan mínimo, a veces conviviendo sobre un mismo objeto, pudiendo, vía el inconsciente, soportar la contradicción.

Apuesta que en ocasiones es con la última ficha que le queda al sujeto, muchas veces a posteriori de derroteros complicados, costosas vueltas que conllevan irreductibles; otras veces, en avant coup, pudiendo anticipar maniobras, si la apuesta de un sujeto está acompañada del savoir faire de un analista, de su bien decir en la interpretación, posibilitando entonces la realización de rectificaciones por parte del sujeto, el ahorrarse un par de trayectos complejos, de mal paso, con el trop de mal de costo, la demasiada pena que conllevan.

Apuesta a sacarse de encima, del cuerpo, ese síntoma, esa inhibición, esa angustia, esos padeceres e impedimentos que obstaculizan el andar, hacerlos cesar vía el trabajo analizante y las operaciones de corte que realiza un analista, precisas, muchas veces al borde de la vida, en el bordear la muerte. Operaciones que son privadas, son de la privación, para cada un sujeto en particular, para cada un inconsciente en análisis, no masivas, no de masa, no promueven movimiento religioso aunque muevan “montañas”, con las diferentes formas y obstáculos en que estas se presenten para cada quién, esos gigantes en los que se convierte el Otro en las neurosis, garante de verdades, saberes y supuestos goces, con el concomitante aplastamiento y aplazamiento del deseo, la impotencia.

Es con la apuesta, la elección, la decisión –una de las pocas cosas que un sujeto tiene si no quedó absolutamente dormido, a merced del Otro, soñando el sueño del Otro–, que es posible armar un camino vivificante, aunque en ese acto el sujeto no sepa bien ni a qué apuesta ni qué apuesta, pero es ahí que es posible torcer el destino, armar las coordenadas del propio deseo, las certeras guías de la causación para un camino diferente, para que la cosa ande, sin andar penando de más y en consonancia con el cada quien hacerse un traje a medida, para transitar en cierto márgen de libertad.

Escritores al atardecer: Durás, Borges, Barthes
por Lionel Klimkiewicz

En el comienzo del último párrafo de su cuento titulado El fin donde se narra la escena en que muere Martín Fierro, Borges escribe una frase maravillosa, de esas a las que nos tiene acostumbrados, una frase con la que describe el instante temporal preciso de una muerte:  “hay una hora de la tarde en que la llanura está por decir algo…”.

¿Cuál es esa hora a la que se refiere Borges? Podríamos conjeturar, sin temor a equivocarnos, que es la del atardecer. ¿Qué nos lleva a afirmar esto? El atardecer es el momento en el cual comienza a declinar el brillo del día, donde la puesta del sol nos comienza a rodear de penumbra y maneja un sinfín de cambios de tonalidades en los colores de todos los objetos que nos rodean, produciendo el deleite de nuestros ojos. Este menguar, este final, esta pérdida que el ocaso viene a marcar, muchas veces permitió que fuera utilizado como metáfora del envejecimiento o el fin de la vida. Esto nos hace pensar que ése es el motivo que llevó a Borges a situar la escena en ese momento del día. Trazar analogías entre los momentos del día terrestre y las diferentes etapas de nuestra existencia, fue un recurso utilizado frecuentemente en la historia de la literatura; sin embargo, valdría la pena considerar algunas cuestiones más para enriquecer nuestra lectura.

Sabemos por ejemplo que el día y la noche –como bien lo señala el psicoanalista francés Jacques Lacan– son fenómenos que no podemos aprehender como tales sino a través del lenguaje. Es la palabra la que nos posibilita la experiencia de ese fenómeno natural. Pero la palabra también tiene un límite, que es aquel que se manifiesta cuando el discurso desemboca en algo que no es una significación: estamos hablando de una franja, un borde, que siempre se nos escapa, sí, pero que nos roza como lo hace a veces un gesto apenas perceptible; límite donde el mundo nos habla con una voz que no podemos escuchar, pero que podemos experimentar más allá de lo visual; un clamor o un apaciguamiento; pánico, pasión, angustia o sosiego; todo dependerá del momento en que ese instante del atardecer, aquel donde el fenómeno es absoluto, encuentra a un sujeto.

No se tratará entonces, en el cuento de Borges, de que el día (la vida) le dé paso a la noche (la muerte), sino del instante preciso del encuentro entre dos muertes: por un lado la de Fierro, provocada por una venganza; por otro, la que nos produce el lenguaje, por aquella pérdida e imposibilidad a la que nos somete, de no poder hacer de la palabra la herramienta que nombre la Verdad, el Fenómeno Puro, más que por la vía del engaño.

Pero no cualquiera está abierto a un encuentro con un atardecer que lo interrogue como ser hablante, a que el límite de la palabra lo someta a vaciarse de aquellas significaciones que decoran el espacio y el tiempo. Pero quien pueda estarlo, quizás se vea llevado a crear algo a partir de ese poco de nada que como un don un atardecer puede otorgar.

Es el caso de la escritora francesa Marguerite Duras, como lo señala en su libro “Escribir”:

“Todo escribe a nuestro alrededor, eso es lo que hay que llegar a percibir (…) El problema, durante todo el año, es el crepúsculo. En verano y en invierno. Hay el primer crepúsculo, el del verano, y no hace falta encender la luz interior. Y luego hay el verdadero, el crepúsculo de invierno. A veces, cerramos los postigos para no verlo (…) Es triste cada vez, pero no trágico: el invierno, la vida, la injusticia (…) La hora del crepúsculo al atardecer; es la hora en la que todo el mundo deja de trabajar alrededor del escritor. En el mundo entero se acaba la luz y se acaba el trabajo. Y, en lo que a mí respecta, he vivido siempre esa hora como si no fuera la hora del final del trabajo, sino la hora del inicio del trabajo. En lo que al escritor respecta, hay ahí, en la naturaleza, una especie de inversión de valores (…) Con frecuencia, al terminar el trabajo, a uno le asalta el recuerdo de la más grande de las injusticias. Hablo de lo cotidiano de la vida. No es por las mañanas, es al atardecer cuando eso invade las casas, nos invade a nosotros. Y si no se es así, no se es absolutamente nada. Se es: nada. Y siempre en todos los casos de todos los pueblos, se sabe”.

También Roland Barthes, en su seminario La preparación de la novela relata la experiencia que tuvo una tarde en la cual aparece su idea del curso que desarrollará ese año:

“¿Cuándo fue tomada esta decisión de “cambio”? El 15 de abril de 1978.Casablanca. Pesadez de la tarde. El cielo se nubla, refresca un poco. Vamos en grupo, en dos autos, a la Cascada (hermoso valle de la ruta de Rabat). Tristeza, cierto tedio, lo mismo, ininterrumpido, y que se refleja en todo lo que hago, lo que pienso. Regreso, departamento vacío; ese momento difícil de la tarde. Solo, triste. Reflexiono con bastante intensidad. Eclosión de una idea: algo así como la conversión “literaria”, son estas dos palabras antiguas las que vienen a mi mente: entrar en literatura, en escritura; escribir como si no lo hubiera hecho jamás: hacer solamente eso.”

Entonces, ¿de qué nos habla la voz muda del atardecer? De un matiz, de una sutileza, de un gesto, de una contingencia, de un encuentro, de una implosión, de una percepción, de lo no pensable. De lo que dice Bashó en su haiku:

Senderos en la montaña
Crepúsculo sobre los cedros rosa
Campanas lejanas.

El atardecer…Es “eso”.


Fotos: Cati Armas
Los dictados de Dios | Sobre la obra de Bustriazo Ortíz
por Viviana Abnur

A comienzos de junio de 2010 moría en su ciudad natal, Santa Rosa, el poeta pampeano Juan Carlos Bustriazo Ortiz. Había nacido el 3 de diciembre de 1929 en el entonces Territorio Nacional de La Pampa. Nómade, radiotelegrafista en Puelches, recorrió durante años los caminos de su provincia natal con su maletín a cuestas, entregado a la pasión por la recolección de piedras indígenas, pasión que lo acompañaba desde pequeño, y al desarrollo de una obra poética única, que se inicia con las primeras composiciones que realiza en el marco del cancionero folclórico regional y supo virar, con el paso del tiempo, hacia  una propuesta lingüística deslumbrante que deja al lector en un estado de asombro y fascinación.

Cualquier relato que intente abordar su obra sonará pobre frente a la experiencia vital que representa escucharlo leer, tomar contacto con su palabra poética. Esa misma, que según afirmaba, le había dictado Dios, poema por poema. Escribió más de ochenta libros aunque muy pocos llegaron a ser editados, entre ellos: Aura de estilo (1970), Unca bermeja (1984), Los poemas puelches- Quetrales (1991), Libro del Ghenpín (2004), más algunas publicaciones recientes como las realizadas por El Suri Porfiado, Elegías de la piedra que canta (2008) y Ediciones en danza, Herejía bermeja (2008).
Bustriazo abrió, sin proponérselo, una brecha en la literatura argentina y aunque no pudo cumplir con su sueño de vivir “ciento un años”, como me había vaticinado en ocasión de realizarle una entrevista a comienzos del año pasado, nos deja como  legado su voz inigualable y profundamente espiritual, como cada una de las piedras que gustaba exhibir en lo alto, orgulloso, de cara al sol.

 

Vigésima Primera Palabra

Cómo será la cola de una bruja?
Azafranada, viola, miel, canela,
color durazna, de damasca prieta,
poma escarlata, ciclamor de luna?
Cómo será la cola de una bruja?
Color de espiga, leche, tuna, hoguera,
o de ostra de oro, de sirena intensa?
Cómo será la Cola de una Bruja?
Yo me pregunto, pobre Juanca. Nunca
sabrás del todo, porque te es tiniebla!

de Libro del Ghenpín (1977)

 

el intenso dice

un adiós el intenso dice una sombra mi amor aterciopelada palaciega en esta tarde regocijante y tristonosa las gentes se ponen máscaras oh mi amor se sacan los rostros se arrancan infantilizados la identidad remota y saltan saltan y no son langostas siquier y tristemente remedan al ancestral sagrado qué estoy diciendo mi amor yo celebrante rojo celebrante amarillo y negro y azul huelo a collón a piedra pintada a sien quemada huelo a corazón ahumado huelo a rodillas blanconas a canillas bermejas mi amor dios quiera que no pienses como yo en esta tarde que huele a tambores colorados a bajo vientre castaño a tobillos simulones a talón pintarrajo mientras la soledad los va comiendo y chilla

de Caja amarilla (1973-1974)

 

Décima Octava Palabra

Rosa-Betuna-de-esta-salidura:-
orujo-infame-cincuentón-cercano-
pantalón griso-rodilloso-mucho-
tan-perturbado-por-la-calle-imbécil-
este-que-fue-linotipista-loco-
de-ira-en-ira-por-la-negra-máquina-
esa-invención-tan-bella-y-peligrosa-
el-corrector-de-pruebas-de-aquel-diario-
aquel-taller-de-horrípilas-ginebras-
tanto-que-hacer-que-herir-esta-palabra-
ni-cien-mil-bocas-bastan-quéyquéntonces?-
Rosa-Betuna:-vuelvo-a-los-comienzos-
al-pieslegüero-que-está-aquí-yacente-
que-ni-es-ni-bosta-entre-el-alcochol-y-el-humo.

de Libro del Ghenpín (1977)

 

Te regalé unas cuentas indias

y había un color de aroma hereje tan sobre mí caía el
cielo amarilleaba su piel verde yo sé que labro joya
oscura sólo por vos que me la entiendes porque a vos
te hablo en esta piedra enrumorada de caldenes quién
sino vos me la naciste y en quién sin vos ellas se mece
te di en la tierra qué colores sonorositos magamente
remotas gemas de collares ascuas de piedras de otras
gentes besos de piedras recobradas entre tus manos
vieja fiebre alegría vieja o amoríos de aquella aquel que
están sin frente te regalé gualicheríos piedras de dulces
redondeles

de Elegías de la piedra que canta (1969)

Sur de Babel | Club de libros
por Agustina Szerman Buján

El club de lectura independiente Sur de Babel llegó al mundo/se dio a conocer a finales del 2008. 50 socios era la meta para arrancar/empezar. De boca en boca se llegó al número, entre amigos y conocidos, y desde entonces, una vez por mes cada socio recibe en su puerta un paquete de correo argentino. Con el objetivo de generar sensaciones distintas en el lector, mes a mes Josefina Heine y Victoria Rodriguez Lacrouts, -ambas licenciadas en Letras (UBA)- seleccionan el material dentro del género cuento, novela y actualmente (incursionando) en poesía.

Desde su comienzo la intención del proyecto fue establecer entre los lectores y las editoriales de menor llegada/impacto comercial un canal de difusión por fuera del circuito comercial predominante. La rotación en los puntos de ventas o el rating privan de oportunidades comerciales a libros de excelente calidad. Si al principio el requisito para las editoriales era hacer llegar libros editados de 2005 en adelante, con el correr del tiempo esto fue variando. El proyecto apuesta no sólo a difundir la novedad, sino en algunos casos a salvar libros de la guillotina: “Por novedades no entendemos únicamente “lo nuevo”; también es una novedad la reedición de un autor olvidado o dejado fuera del canon”.

Una vez seleccionado el libro del mes se le pide a la editorial la cantidad de ejemplares necesarios y se los distribuye. Esta forma de estimular/alentar el mercado editorial es productivo/meritorio tanto para las editoriales, que logran una mejor llegada al lector, como para éste. Se busca que el acto de comprar un libro no sea una mecanización, sino un proyecto común a todos, desde los aspectos comerciales y estéticos. Con este propósito es que también se suma a la propuesta notas a los autores, el catálogo completo y adelantos del próximo mes junto con una tarjeta de beneficios exclusivos para los socios.

A su vez la membresía al club permite acceder a literatura online. En un momento bisagra para  el campo editorial, internet se postula/propone como herramienta y medio de difusión de la obra desde otro lugar ajeno al circuito comercial. A esta problemática comercial se le suma la  dimensión comunicacional al interior del país como de todo el continente. Entre sus proyectos futuros, apuntando a la literatura latinoamericana, se aspira a invitar a editoriales y autores coterráneos/vecinos a formar parte del catálogo con el propósito de salvar las distancias materiales dentro del contienente así como también entre autores y lectores. Internet es vista no como una dimensión enemiga sino, en palabras de las mismas directoras del proyecto:“Donde el libro tiene difícil acceso, es decir donde hay una cuestión logística que impide que el libro llegue rápido, ahí la tecnología puede entrar para que realmente haya una distribución democrática del material. En la medida en que no se piense como una riña que uno tiene que ganar, sino que se piense “donde uno no puede sale el otro””.

Llegando a/tras casi cumplirse dos años de su fundación, el club cuenta con 150 socios y un panorama prometedor. Muchas veces, como lectores restamos importancia a quién edita qué. El deseo de Sur de Babel es permitirnos un mayor acceso a literatura de poca circulación y gran talento/esmero/calidad.

 

Algunos seleccionados de Sur de Babel por Josefina Heine y Victoria Rodriguez Lacrouts

El síndrome de Rasputín de Ricardo Romero | Aquilina | Selección Junio 2009
Desde la neblina que todo lo abarca, en una Buenos Aires del Bicentenario llena de bombas, con dos obeliscos, edificios destruidos, con una constante garúa que hace calar al frío más hondo aún en los huesos, tres personajes tan extraños como el contexto, se mueven desde Once a la Boca en pos de resolver un extraño asesinato que tiene como principal acusado a uno de estos tres amigos. Los tres, víctimas del Síndrome de Tourette, atraviesan la ciudad devastada en medio de tics nerviosos que generan una entrañable amistad entre ellos.

Vísperas de Adriana Lunardi | Bajo la luna | Selección Febrero 2010
La Víspera, la presencia latente y vertiginosa de la muerte, son el leit motiv que unifica y reúne a los nueve relatos que componen este cálido y original libro de Adriana Lunardi. ¿Qué habrán sentido, o pensado, o tal vez imaginado Virgina Woolf, o Sylvia Plath, o Clarice Lispector, o nuestro escritor favorito, tal vez, en sus horas finales? En un intenso trabajo de escritura y con una prosa sumamente lúcida y conmovedora, la autora nos presenta los últimos pensamientos- íntimos, sagaces, infernales- de nueve autoras que marcaron y fueron un ícono en la literatura occidental.

Unas polillas de Pedro Lipcovich | El Cuenco de Plata | Selección Agosto 2010
Este fantástico libro está compuesto por cinco relatos: “redaliz”, “El castigo”, “Clase Magistral”, “Relato del lirio” y “La Gris”. Más allá de tener en común que todas son grandes historias (y no es poco observar una calidad tan pareja en un libro de cuentos), están atravesadas por un distanciamiento casi hipnótico que las hace siniestras, en el sentido más acabado del término: presentan lo terrible desde una voz de “normalidad” (si tal cosa fuera posible).

¡Arriba las manos! | Ariela Schnirmajer

Esta excelente selección de crónicas policiales, realizada por Ariela Schnirmajer, es un punto de partida que, como un prisma que descompone el haz de luz, abre un amplio panorama de lecturas. Ya en el prólogo, la autora de la selección marca un recorrido posible, ajustado a la transformación de la crónica sobre crímenes. Y se transforma, sin duda, en el hilo conductor que articula textos en los que es posible hacer foco en el uso de la lengua, el sentido de la crónica, las transformaciones de los perfiles criminales de acuerdo al signo de sus tiempos. Una apuesta ambiciosa que incluye en su mapa a distintos países de Latinoamérica. Les propongo algunos recorridos posibles para hacer durante y después de la lectura.

Ramal 1 - Un recorrido por la lengua
En la nota del editor del final del libro se aclara que se apeló a la actualización de la ortografía de algunos textos para una mejor comprensión del lector actual. Esta aparentemente simple observación acompaña uno de los hilos más ricos de ¡Arriba las manos!: ser un amplio catálogo, en el sentido más entomológico del término, del uso de la palabra. La mentada actualización, en esa perspectiva, es un gran acierto, ya que descorre el velo de una ortografía que, en su particularidad y desuso, podrían entorpecer otro aflorar de la lengua. Convengamos, por un momento, que la lengua es, a su modo, el tiempo en el que se escribe. Así las cosas, el libro es un viaje por esos usos, por la mutación de la lengua; un ir de ciertos aromas barrocos a lo coloquial; del altísimo apego a la excelencia, a la inclusión y entramado con el lunfardo, la jerigonza y el caló.

Ramal 2 - Un recorrido por los modus operandi
El asesinato a sangre fría; el soborno; el misterio de una muerte no aclarada; el inocente preso convertido en asesino; los bandoleros; el pshyco killer; el asesinato político; el asesinato por motivos raciales; el asalto al blindado; el abuso de menores, la violación y la inacción de la justicia; los gangsters; el crimen pasional; el robo de automóviles; los pungas, los escruchantes, el filo misho, el verso; los cafiolos... El libro propone mucho más que esta lista de crímenes, organizados o individuales, con o sin el amparo del poder político y religioso. Porque cada uno de los textos juega en favor de la totalidad de la compilación, porque interroga a los otros textos y al lector.

Ramal 3 - Un recorrido sobre el sentido de la crónica
Es interesante preguntarse el por qué de la ubicación de los textos en el libro, al menos en el producto de esta edición, más allá de si esa ubicación es premeditada o no. El texto que inaugura la serie es El crimen de Aguacatal, escrito por el colombiano Francisco de Paula Muñóz en 1874. A priori, siendo el más antiguo de los seleccionados, parece natural su inclusión en primer término. Sin embargo, la no sujeción del resto de los textos a la cronología, hace que esa razón tenga poco sustento. Conviene buscar por lo que Ariela Schnirmajer comenta en el prólogo: Francisco de Paula Muñóz, por el crimen que narra y su modo de acercamiento a los hechos, podría considerarse como el Truman Capote latinoamericano, el antepasado directo de la non fiction. Esa pertenencia genética resume la idea de la producción de la crónica desde el campo literario; el reemplazo de lo argumental por el registro ceñido al suceso, sin que eso implique la pérdida de la calidad de uso de la lengua.

Ramal 4 - Un recorrido alrededor del vacío
La gran mayoría de los textos seleccionados fue escrito entre finales del siglo XIX y principios del XX. Salvo algunas excepciones pre Segunda Guerra y alguna de las ultimas décadas, el recorte realizado por Schnirmajer habla también de un vacío, quizás a pesar de sí: aquellos momentos del tiempo histórico que no están presentes en la compilación. Sin que esa ausencia signifique algo per se, ni intencionalidad alguna de parte de la selectora, abre una puerta interesante a ver en qué estaba centrada la crítica en esos años no cubiertos; y si lo estaba también en el mundo del hampa, preguntarse el por qué de exclusión.

Seguramente hay muchas otros modos de acercarse al texto que, como un vitraux, arman en su conjunto todas y cada una de las crónicas de este libro estupendo.

Eterna cadencia | Colección Nuestra América | 2010

Breves

Rabia | Sergio Bizzio
Relato que parte del encuentro de Rosa y José María, ella veinticinco, él cuarenta; ella mucama, él obrero de la construcción. Encuentros sexuales, de enamorados, cotidianos en supermercado y con vecinos, produciéndose un encontronazo particularmente con uno de los nazis que habita Buenos Aires – que tendrá también su lugar en el relato–, como así también con el capataz. Trama de violencia, muerte y decepción, de espera, de desencanto, de entrecruzamientos de sujetos de distintas clases sociales, con distintos intereses. Trama con una respiración in crescendo, muchas veces contenida, silenciada en el encierro en la mansión en la que pasan a desarrollarse casi la totalidad de los acontecimientos. Desenlace que se va armando de a pinceladas, con una narración contundente, destino de un sujeto que bien podría llevar el nombre de un caso freudiano y que marca la distancia insalvable, irremediable en la muerte, entre un sujeto y su cuerpo, siendo para el primero, paradójicamente en el punto del final de este relato, la posibilidad de otro contar.
Eterna cadencia | Colección Nuestra América | 2010

La nieta del señor Linh | Phillipe Claudel
Un anciano en la popa de un barco. En los brazos sostiene una maleta ligera y a una criatura, todavía más ligera”, así comienza esta breve novela, con un desarraigo, la desaparición de un mundo junto con el alejarse el horizonte. Mundo en el que el señor Linh vivió de pequeño, trabajó, amó, construyó en esa aldea de apenas doce familias,  soñó y crió a su hijo, el padre de la niña. Mundo asolado por la guerra, bañado en sangre y del que se tiene que desprender desgarradoramente, cantando en voz baja en su propia lengua para reencontrar su cadencia, su sonoridad, y que el desgarro no sea infinito. Así arriba a lo desconocido, tiritando y sin fuerzas, diciéndose que tiene que comer, que vivir, por la niña, la pequeña Sang Diu, "mañana triste", que nunca llora, nunca se queja. Así se va instalando y animándose a salir, a dar los primeros pasos por fuera, donde nada le resulta familiar y es sentado en un banco al aire libre que se encuentra a un hombre, alto, grueso, que fuma sin parar y detiene su mirada preguntando: ¿Cómo se llama?, qué preciosidad...parece una muñequita. Es con este hombre que se inicia un lazo, cada quien en su lengua, entendiéndose equivocando, con silencios y miradas, con lo vivido por ambos, el desamparo, la muerte cercana –de la mujer del señor Bark, hace dos meses. Es entre ellos que van armando una entrañable amistad, un contarse, esperarse, buscarse, reencontrar las sonrisas, el compartir, el estar atento a los tonos, las modulaciones de la voz de cada uno y lo que transmiten. Es así que se obsequian, se hacen confesiones y se ven todos los días hasta que una mañana buscan al señor Linh para llevarlo al médico –visita que, a posteriori, se lee de otro modo– para luego designarle otro destino. En un hospital, lejos, conllevando una nueva y desgarradora pérdida e iniciándose a partir de aquí en el relato, la creación y desarrollo de estrategias para largarse, salir de ahí, con su nieta en brazos, y poder volver a ver a su apreciado amigo. Vuelta que se transforma en una interminable y dolorosa travesía, avanzando lentamente, perdido y confundido. Vuelta buscada también por el señor Bark, que día a día se sienta en el banco, esperando, luego de intentar encontrarlo en una larga lista de refugiados. Siendo ese el escenario en el que se produce el desenlace, escuchando la voz de su amigo, cada vez más cerca, un impacto. Desenlace triste, conmovedor, con el corazón encogido y la melancolía que atraviesa todo el relato.
Salamandra | Colección Narrativa | 2006

Cómo ser buenos | Nick Hornby
Katie Carr, protagonista de la novela, está en un estacionamiento, lejos de su casa. Llama a su marido, después de haberle sido infiel por primera vez en la vida, y le dice que ya no quiere vivir con él. Ese es el disparador de una novela que narra un momento de la vida de esta mujer; momento que no es sino una suma de otros momentos inesperados, imprevisibles, disparatados. El panorama se completa con una galería tan identificable como sorprendente de personajes: David, su marido, un cínico al que la ira lo aborda de repente y la descarga desde una columna del diario local que, por una circunstancia casi fortuita, se convierte en un hombre de una bondad más exasperante que su antigua ira; sus hijos Tom y Molly, que toman partido por el padre del sexo opuesto, de acuerdo a los dictados de Edipo; GoodNews, un ex-delincuente devenido en manosanta con quien el marido de Katie emprende algunas actividades con el fin de salvar el mundo; compañeros de trabajo, vecinos, pacientes desquiciados y demás deformidades humanas que pululan en Holloway, con una densidad poblacional que tiene un efecto humorístico, aunque bien podría ser una novela que transcurra en el barrio de cualquiera de nosotros. Una sencilla fórmula que Hornby usa con certeza: estirar los bordes de lo cotidiano hasta ponerlo al borde del abismo de lo fantástico.
Anagrama | Colección Compactos | 2002