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Un hombre es un dios en ruinas
Duke Ellington

Blablablá

Oro por baratijas: Subjuntivo camisón
por Alejandro Feijoó

Sería un placer ver al hombre colgando la ropa: medio cuerpo más allá de la ventana asomado sobre un vacío breve; las pinzas en la boca; un día que despunta en ese barrio y los demás. Se paladearía (el placer) si el hombre fuera en el Tiempo el Ser que invoca su nombre en el papel. Pero él es únicamente lo que de sí se imagina: líneas que trazan letras que forman palabras que incendian un sentido que ya fue otro antes de arrodillarse ante la convención del sustantivo. Para entenderse: el hombre no cuelga la ropa. Tampoco enferma o ama. Si fueran permitidas las licencias demiúrgicas, se diría que no dejará de ser sino hasta el punto final. Y así, el colgar la ropa y el dirigir los destinos de una especie son tareas de un solo día, de un rato de mañana de jueves. Y así (como un dios avaro) conoce aquello que aún no ha venido y que para él no es sino espejo y cansancio. Mientras el amanecer sigue su rumbo al amor o la enfermedad.

A todo esto, la cuerda presenta ya la clásica hondonada; el peso de lo húmedo. Abajo, un vacío castaño se aclara a medida que sus contornos enraízan en el color. Aunque experto en estrategias, el hombre se libera de ataduras (es la Mañana y queda tiempo para ir muriendo) y deja simplemente que el motivo Tamaño rija el orden y la ropa, del mínimo calcetín de recién nacido al largo camisón que cubre ocasos de firmeza. Pero una camiseta de mangas largas se cuela entre otras sin esos apéndices y rompe la progresión de menor a mayor. El desliz provoca el ansia, las quijadas se endurecen y una mueca de la boca empuja a un broche al suicidio. La parábola es corta, el objeto se retuerce varias veces sobre su eje hasta dar contra una techumbre embarrada por la lluvia de ayer. El hombre divisa que el objeto permanece intacto, sigue siendo pinza, broche, objeto con finalidad. (El hombre vive equivocado y cree que para Algo se viene a este mundo; piensa que si en el broche hubiera un cuerpo la techumbre sería tumba.)
    
El hombre cede, recupera parte de la cuerda ya usada y descuelga un par de piezas hasta dar con la camiseta de mangas largas, origen del tumor en la línea armónica de esa mañana. Un vistazo al recipiente de la ropa húmeda le recuerda que la pulseada metafísica no ha hecho sino empezar. La familia del hombre aún duerme, y al hombre le gusta pensar que eso es la soledad, un terreno donde la queja se va novelando hasta desprenderse de la mañana, de un martes más, de la camisa vuelta del revés: territorio donde hasta el ruido es ficción. (Dichos márgenes resultan hartos más estrechos de lo que el hombre cree.) Pero el señuelo le permite hacer novela de todo, hasta del hombre que se cree un ser humano con ropa húmeda de fondo. El conflicto se ensaña cuando el hombre se sale del universo para contarlo, porque al recipiente que contiene todas las cosas (La Palabra) le faltará el hombre que se ha salido para contar. Insoluble en el perímetro de la lógica, el dilema anima una versión del hombre que hace de su propia ausencia motivo de jolgorio.
    
Así, fuera de sí mismo para verse (El Nombrar) escoge prenda por prenda sin mirar el barreño, convencido de que al azar se lo esclaviza con apuestas vanas. El hombre contiene la teoría de vincularse con la casualidad como con un corredor de fondo, a quien no basta vigilar para sostener un deseo de victoria; se trata más bien de una lenta demolición, saciar su hambre de Todo a golpe de alma, saltar al abismo de lo posible y rajar sus carnes con esquirlas del espejo.
    
Con estas garantías, ocurre que al pantalón corto del chico lo sucede el bluyín del caballero con la misma naturalidad con que la sangre brota de una herida, allí donde no hay azar porque el caos se hizo historia.
    
La tentación de espiar el barreño y violar el contrato lo mantiene en tensión. Se ayuda del horizonte de bloques de cemento; el sol se hace rojo entre aquellos prismas. Otro pantalón largo, dos toallas de mano cuya extensión emparda a las perneras y el mantel a cuadros hacen de la serie Tamaño al azar un éxito rotundo. Dentro se escucha el llanto del bebé, un rezo sin nombres que también habla del amor o la fiebre o una ausencia.
    
El hombre toma aire y tantea la última prenda, pegada al plástico por el agua de las demás. El camisón largo gotea sobre el suelo y por un instante arrastra el polvo de pisadas o restos. Tira de él con destreza y del salto la tela casi acaba en la cuerda. Se sabe ganador y el bebé reclama: dos circunstancias siamesas que lo empujan al error. (El azar se sacude las esquirlas. El brillo es Distracción.) La pinza cede de sus dedos, el muelle se dispara o quién sabe qué deseo de ser vuelo lo atropella. El camisón va camino de acabar boca abajo en el charco de otros patios.

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25
por Lionel Klimkiewicz

Hace 25 años, en el mes de junio de 1986, se producían dos acontecimientos de gran importancia que fueron noticia en todo el planeta. Fallecía en Ginebra Jorge Luis Borges, y Diego Maradona convertía un gol inolvidable en el mundial de fútbol disputado en México. Pareciera que sólo la simple casualidad de compartir fechas en el almanaque, la repercusión pública  y una nacionalidad podrían ser la única excusa para vincular dos acontecimientos tan disímiles a simple vista. Pero, ¿acaso no podría haber entre ellos otro punto en común?

Nadie a esta altura duda del genio creativo de Borges. Sus cuentos y poemas están junto a los más grandes de la historia de la literatura universal y es tal vez el mejor escritor del siglo XX. Como pocos, pudo entender esa unión estrecha entre el lenguaje y la poesía, tal como lo dice en el prólogo de “El otro, el mismo”: “La raíz del lenguaje es irracional y de carácter mágico (…) La poesía quiere volver a esa antigua magia. Sin prefijadas leyes, obra de un modo vacilante y osado, como si caminara en la oscuridad. Ajedrez misterioso la poesía, cuyo tablero y cuyas piezas cambian como en un sueño y sobre el cual me inclinaré después de haber muerto”

Ahora bien…un gol… ¿Puede ser una obra de arte? ¿Puede, acaso, ser un hecho estético? La respuesta es difícil. En un texto anterior, cité al propio Borges cuando decía que las cosas no son intrínsecamente poéticas y que para ascenderlas a poesía no se requiere privativamente hablar en metáforas, sino que a esas cosas hay que vincularlas con nuestro vivir, y que nos acostumbremos a pensarlas con devoción.

Buscando respuestas, podemos pensar también en la definición del esteta polaco Wladyslaw Tatarkiewicz cuando dice: “Una obra de arte es la reproducción de cosas, la construcción de formas, o la expresión de un tipo de experiencias que deleiten, emocionen o produzcan un choque” y que además proporciona un “alimento espiritual”.

O si no podemos formular el problema de otra manera: ¿Acaso la belleza, el estilo, la creatividad, el talento, la imaginación, la intuición, lo imprevisible e incalculable que se expresa en ese gol de Maradona, y el impacto emocional que produjo, no alcanzan para establecer que sea una gran obra de “arte moderno”? El tema no se agota por supuesto en estas pocas líneas. Por lo pronto aquí están el audio del “Poema conjetural” leído por el mismo Borges, y el gol del Diego en el estadio Azteca. Valga este homenaje a dos maestros que dejaron huella imborrable en nuestra cultura

Escuchar a JLB

 

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Las blabletas del mes
por El Conejo Editor

 

¿China ataca Kamchatka?

Que se entienda bien: descartemos cualquier prejuicio racial en este argumento: el mundo está cada día más populado de chinos. Para otra oportunidad quedarán evaluaciones políticas, elucubraciones económicas, cuestiones de espacio físico en una geografía que se les achica. Ya lo decía Mao: el día que todos los chinos se pongan de acuerdo y den un golpe con el pie al mismo tiempo sobre la faz de la Tierra, temblará el mundo. No era una amenaza, no vaya usted a equivocarse. Era la advertencia de un Imperio que alguna vez será, como lo fue el Romano y lo está siendo el Estadounidense. Y, ahora unos anónimos científicos no identificados, que bien podrían ser un invento de alguna central de inteligencia, anuncian que los restos más antiguos de los ancestros del humano contemporáneo se encontraron en una indefinida región montañosa entre Europa y Asia... Algo que pone en jaque a una idea de la que ya estábamos disfrutando cómodamente: todos venimos de África. Pues, no. Según uno de las eminencias a cargo de la investigación "evidentemente, la pendiente en bajada estuvo hacia el lado oriental, donde ahora podrán proclamarse «raza abuela de la Humanidad»". ¿Continuará?

 

Nubes rosas

A una niña que conozco le gustan las nubes rosadas que, a veces, se ven en el cielo. Tanto o más que las nubes de azúcar del mismo color. La cuestión es que ahora sus padres no saben qué contestarle cuando, amanecer o atardecer mediante, el cielo se cubre de esas nubes entre lánguidas y rozagantes. Resulta ser que, atónitos, leyeron en su diario de cabecera que las Naciones Unidas encabeza una investigación para determinar la viabilidad de cambiarle el color a las nubes para combatir los cambios climáticos que se producen, fundamentalmente, por la salvaje deforestación a la que estamos sometiendo (me calzo la pilcha de La Humanidad) a nuestro planeta. Después de varias explicaciones sobre la complejidad de la solución y sus fundamentos científicos, reconocieron que una alternativa más fácil y barata es la de... ¡plantar árboles! Yo me pregunto muy seriamente: ¿nos están cargando?

 

Cuando una mascota se va...

Unas dejan un espacio vacío que no lo puede llenar la llegada de otra mascota. Otros dejan una fortuna, como el caso de la recientemente fallecida maltesa blanca Trouble que, a la sazón, no debe haber tenido muchos problemas después de ligar los 12 millones de dólares que su también difunta dueña, la magnate Leona Helmsley, le cedió como herencia hace 4 años atrás. Y otros, los imprescindibles, como la oveja Shrek, dejan su historia de vida como ejemplo. Esta suerte de Jim Morrison del ganado ovino vivió toda su vida en Nueva Zelanda o, al menos, eso se especula. Resulta ser que Shrek se negaba a ser esquilada, motivo por el cuál, en esas épocas en las que a los humanos le agarra una pasión desmedida por la producción de lana, la revolucionaria y sagaz Shrek se ocultaba en una cueva a esperar a que dejaran de sonar tijeras y esquiladoras. Así, durante 7 años, hasta que vino el hombre con sus jaulas, la atrapó, la llevó a la ciudad y le sacaron de encima 27 kilos de pura lana merino. Si todos los perros van al cielo, ojalá tengan la misma suerte las ovejas antisistema. Hasta la vista, baby...

 

Correo de lectores

Hola con amor,

Mi nombre es Linder. Y yo soy una chica hermosa muchacha con lleno de amor y cuidado. Estoy muy complacido con usted después de pasar por su perfil en (nombre del sitio, excluido por el C.E.) en mi búsqueda de la relación. De manera especial me gustaría comunicar con usted para conocer bien unos a otros para obtener más introducción, si comparte la misma opinión conmigo voy a estar feliz de ver su correo a mi querida, la edad o el color, incluso a distancia no puede negar el amor que tengo para ti. Lo que le permite dar a nuestros libre de un juicio.
Gracias i hasta oír de usted lo que se refiere

Su enamorado Linder.

 

Estimados lectores:

Quienes siguen mi columna se habrán preguntado: ¿qué le pasa al Conejo que repite las cartas? Pues no, amiguitos, no fui víctima de ninguna manipulación química, embrujo y, mucho menos, haber sufrido el borrado de malos recuerdos. Lo que ustedes tienen ante sus ojos es la más fehaciente prueba de mi acierto al desconfiar, desde un inicio, de las buenas intenciones de Linder God, el... la.. este... quien me escribiera semanas atrás y cuyas palabras compartí con ustedes en nuestro número 12. Esta carta no fue dirigida a este humilde escriba, esta declaración amorosa (convengamos que es un tanto hot eso de "me gustaría comunicar con usted para conocer bien unos a otros para obtener más introducción") tuvo como destinatario al Sr. Eduardo G., del Distrito Federal de México, quién asombrado por saber de los acercamientos que intentó Linder conmigo, escribió a la revista para ponerme de sobre aviso de tamaña infidelidad virtual. Dolido, pero agradecido al Sr. Eduardo G. quien echó un haz de luz en mi atribulada vida sentimental.

Los saluda atte.
El Conejo Editor

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