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Sueño mis pinturas y luego pinto un sueño
Vincent Van Gogh

Miradas


Joaquín Torres García
Plástica

El Museo de la Universidad de Tres de Febrero sigue proponiendo grandes muestras. En esta ocasión, un recorrido por los escenarios más ciudadanos y rioplatenses del gran Torres García, inventor del Arte Constructivo.

Joaquín Torres García (Montevideo, 1874-1949), pintor uruguayo inventor del constructivismo. Vivió y trabajó en Madrid, Barcelona, París, New York. Entre sus obras más importantes está el Monumento Cósmico Constructivo.

MUNTREF | Valentín Gómez 4838 | Caseros | Buenos Aires | Argentina
Tel: 4759-3528/3578/3537
Martes a domingo de 11:00 a 20:00 hs.
Hasta el 30 de julio de 2011

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Adriana Lestido
Fotografías

Reconocida como una de las fotógrafas más influyentes de los últimos tiempos, Adriana Lestido propone un mundo narrativo en el que escenas cotidianas adquieren una dimensión única, se constituyen en obra de arte y conmueven a quien se encuentra con ellas. Fotógrafa jugada y con luz propia, y una producción sumamente interesante de recorrer. Una de sus fotos más recordadas es una en la que una mujer, con pañuelo blanco y su niña en brazos, ambas con brazos en alto y puños cerrados, reclaman por los desaparecidos en una de las marchas de la Resistencia de las Madres de Plaza de Mayo. Para ESTO NO ES UNA REVISTA, trabajamos, en conjunto con la artista, sobre fotografías de sus series El Amor y Madres e hijas; muestra que, con orgullo, les presentamos a nuestros lectores.

Adriana Lestido (Buenos Aires, 1955), comenzó sus estudios de fotografía en 1979. Entre los premios más importantes que recibió por sus obras se destacan el Gran Premio Adquisición del salón Nacional de Artes Visuales (2009), el premio a la trayectoria de la Asociación Argentina de Críticos de Arte (2009), el premio Konex (2002) y la Beca Guggenheim (1995).

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Mi vida después | Lola Arias

por Andrea Barone

Prendas cayendo desde lo alto, desprendiéndose de manos, cual capas, máscaras que se van descubriendo, una, otra, otra. Así se inicia esta obra, con una puesta en escena que es más que una metáfora, que va siendo la trama que se va tejiendo de cada historia, de cada fragmento de los setenta, de lo actual, de lo que fue, incluso de un futuro hipotético, conjetural. Distintas vestiduras, jeans, o viejos vaqueros –unos lee que son nombrados en un inicio, que visten, junto con una guitarra eléctrica desgranando acordes–, trajes, overoles y minifaldas, vestidos de fiesta, blusas y remeras con las que van armando y mostrando, fundamentalmente, a los padres, en un a posteriori que es un abanico de varios retazos de historia, compartida en ocasiones, pero con el recorte particular de cada sujeto que la narra, la encuentra, la descubre o la resignifica.

Sujetos que en un inicio andan cerca de los treinta, cronológicamente hablando y que se presentan y presentan a sus padres: exiliados durante el proceso algunos, atravesando escuchas de cassettes de familiares y mundial en México; amante de los autos de carrera y militante, guardando fierros en ellos; simple bancario, descendiente de poetas y suicidas, degustador de despuntar un malambo; militante que cree fervientemente, con su tinte de ternura e ilusión, muriendo por la causa; pseudo vendedor de remedios, apropiador, policía de inteligencia; cura amante de San Benito, gran lector del misal, devenido abogado. Ellos, con sus diferentes caras, en distintos momentos de la vida, van siendo descubiertos, contados, a medida que cada hijo va armando sus versiones de cada uno.

Atravesada por lo trágico y doloroso sin excesos, con una cuota justa de humor e ironía, sin transformarla en una levantada de bandera ideológica, aunque no por ello dejando de tomar posición, se presenta esta interesante obra, jugada, con un aire y desde una mirada enriquecedora de lo acontecido. Atravesada ciertamente por la lectura de las nuevas generaciones, reusando y recortando la historia; diapositivas, films, fotos, libros, cartas, inscripciones y legajos, objetos bien usados y no sin ser intervenidos, desfilan por el escenario, como esa ropa, y ellos –Blas Arrese Igor, Liza Casullo, Carla Crespo, Vanina Falco, Pablo Lugones, Mariano Speratti– cual feria americana van diciendo, mostrando/se , con actuaciones parejas y ajustadas, incluyendo la del pequeño Moreno y el divertido uso de una indecisa tortuga.

Con dirección y dramaturgia  de Lola Arias y el equipo de actores/actrices se va armando una trama, de un interesante tejido, no sin los necesarios agujeros, resquicios; no sin una música atinada y aunque, como algunas prendas, arrojadas en ocasiones, con la fuerza del querer tapar, callar, se hacen oír otros relatos, otra voces, sujetos que dicen, muestran, ponen en escena fragmentos de verdad.

La Carpintería | Jean Jaures 858 | Abasto | CABA. | Argentina
Tel: 4961-5092
Viernes a las 20:00 hs.

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Pulqui, un instante en la patria de la felicidad | Alejandro Fernández Mouján

por Horacio Garcete

Saldremos a la cancha  con ganas de jugar,
saldremos a la cancha con ansias de triunfar.
Seremos deportistas de todo corazón
en la Nueva Argentina  de Evita y de Perón.

Explícito desde el título, el documental que se repasa (estrenado a finales de la presidencia de Néstor Kirchner) rescata la audaz apuesta del primer peronismo en torno al desarrollo de un prototipo de avión que “fuera capaz de competir con el norteamericano Sabre F 86 y el soviético MIGG 15”, en palabras del artista plástico Daniel Santoro, pronunciadas a lo largo de este filme inusual.

Responsable de una producción fascinante que traduce su peronismo duro y puro, (ver: http://www.danielsantoro.com.ar/obra.php), como Leonardo Favio, encuentra en aquellos años no sólo lo mejor que le ha sucedido a la Argentina, sino que construye ese tiempo como el territorio de La Felicidad. Etapa, por tanto fugaz y consagrada a los niños, dueños posibles de la dicha, “privilegiados” entonces, clave del filme que se comenta.

De una audacia y complejidad notables, su desarrollo (sin perjuicio de la inclusión de noticieros cinematográficos de la época o de escenas en las cuales una Evita santa y una niña de guardapolvo blanco conversan de espaldas sobre el tronco caído de un bosque) tiene el formato de un “detrás de cámara”. Se relatan con minucia diaria las alternativas que rodearon la construcción de un prototipo del “Pulqui” (OVJ, Objeto Volador Justicialista, según Santoro) a escala de la República de los Niños (refugio último del peronismo histórico) desde cuyo aeródromo debía despegar y surcar ese cielo infantil, como desagravio al proyecto desmantelado a partir de 1955. Miguel Biancusso (“un viejo peronista al que le gustan estas cosas”) coprotagonista de la película, es el responsable del trabajo, dueño de un taller metalúrgico modesto de Puente Alsina.

Así, se desarrolla la trama, que aunque no esté despojada de su ingrediente principal (enfática arenga en favor de esa iniciativa y del peronismo, ambos inconclusos) se detiene en otras aristas: el entusiasmo, la excitación, las dudas, o lisa y llanamente, la depresión a lo largo del desarrollo del proyecto y, ciertamente, los ásperos intercambios entre sus artífices. Tienen su lugar también los integrantes del círculo familiar de Santoro y Biancusso (éste es anoticiado telefónicamente por su esposa del nacimiento de su décimo nieto; el hijo de aquél,  Luciano Santoro, de unos diez años de edad, es el responsable de la cortina musical del filme –ostensiblemente– la marcha “Los muchachos peronistas”, interpretada en piano con dulce rusticidad).

Ahí nomás del final de la película, el prototipo de “Pulqui” logra levantar vuelo, para caer abrupta y pesadamente, quedando seriamente averiado. La secuencia (muy triste) es solventada finalmente por Santoro, quien convence a Biancusso del éxito de la empresa no obstante el fracaso aparezca cantado: le muestra una fotografía en la que se aprecia al aparato en elevación, aunque fugaz, cierta.

No obstante esa mirada de un optimismo a prueba de todo, el mensaje final de la película, es uno de sus puntos fuertes, resumen de lo que había sido el país en tiempos de Perón (y lo que prometía) y el resultado de la obra de los enemigos del mentor del “Pulqui”.

Una imagen sobrevuela la zona del conurbano donde se desarrolla el filme, al fin, inferimos, fincó en ese territorio aquella “patria de la felicidad”; que por ello mismo sufriría el azote implacable de los enemigos de aquella patria feliz (las muertes alevosas del antiperonismo gorila de 1956 serían perpetradas en escenarios del conurbano porteño: las cercanas Lanús y Avellaneda, la igualmente suburbana José León Suárez).

Ese sobrevuelo refleja estructuras que habían sido fábricas y a mediados de 2007 lucían desoladoramente abandonadas; las calles que otrora habían sido atravesadas por los miles de trabajadores que ocupaban esos establecimientos fabriles, en 2007 eran transitadas por las desvencijadas chatas de los cartoneros, nietos de aquellos trabajadores peronistas.

No obstante, no propone Fernández Mouján un mensaje de desesperanza, sino de refuerzo en la fe de los artífices de su película en aquel proyecto trunco que se impone sea retomado.

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El increíble hombre menguante | Jack Arnold

por Javier Martínez

Un hombre expuesto a una nube radiactiva comienza a perder su tamaño paulatina e inevitablemente. No tiene otras consecuencias físicas que la de ir perdiéndose de la vista de su esposa al paso de los días. El verdadero problema lo tiene con el mundo: el gato que era su mascota ya no lo reconoce y lo quiere como almuerzo; los elementos cotidianos empiezan a tener otra función que la que tenían (la cama hecha con una caja de fósforos); el mundo que se le agranda. En definitiva, se agudiza el problema de la supervivencia. El increíble hombre menguante es, de un modo metafórico, un retorno a lo primitivo. Esa es la línea argumental de esta película, basada en la novela casi homónima de Richard Matheson, quien también toca la soledad del hombre distinto, del ser extraordinario en Soy leyenda, esa fabulosa novela de un hombre en un mundo infestado de vampiros, que tuvo una nueva y fallida traslación al cine hace muy poco tiempo.

El increíble hombre menguante es, desde el punto de vista cinematográfico, un dechado de virtudes para su época y que compite, mano a mano, con cualquiera de las grandes producciones actuales con altísimo grado de efectos visuales. Los que Jack Arnold incorporó a fines de los años '50 eran, mayoritariamente, objetos a escala y montaje de imágenes. Tarea titánica, hoy impensable. La fuerza visual acompaña a la perfección a una historia en la que se resume la idea de un otro hombre nuevo, lejos de la emancipación guevarista; hecho a base de cambios constantes, adaptaciones al medio ambiente que muta, para él, de modo distinto al resto de los mortales; un hombre reinventándose ante los nuevos peligros. Una lectura anticipada que calza muy bien con este mundo globalizado, esta sociedad occidental en la que uno de los mejores y más afinados métodos de control es el miedo; al punto de pretender hacernos creer que el verdadero enemigo es el simpático viejito del departamento de al lado.

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Blancanieves y los ocho enanitos | Héctor Presa

por Andrea Barone

Antes, después o durante las vacaciones de invierno que se vienen pueden dar un paseo por La Galera, pequeño teatro de Palermo que, cuál blancos y algodonosos conejos, nos presenta interesantes propuestas para los niños.

Una es esta versión de este clásico, divertida también para los más grandes. Con un trío de buenos actores y con una puesta en escena despojada e ingeniosa transcurre la historia, con el conocido desencadenamiento de envidia e ira cuando el espejo sentencia que Blancanieves es la más linda de la comarca. A partir de ahí se trama el que el paje Pepe la lleve al bosque, donde se encuentra con los mentados enanitos, 8 en este caso, siendo ésta una parte que antecede como intriga para los niños y se transforma en un posible fragmento del relato  a posteriori. Como también es interesante escucharlos, antes y después, tomando posición respecto a cuál versión de lo acontecido es la mejor, pero claramente para mi pequeña su gusto no deja de estar en cuando el príncipe –¿enano?– besa a la princesa; y sí, claramente, otro clásico.

La Galera | Humboldt 1591 | Palermo | CABA | Argentina
Tel: 4771-9295
Sábado a las 17:30 hs.

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